El vehículo que conducía Carlos Bianco, ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, fue detenido en el peaje Dock Sud en Avellaneda por la División de Control de Alcoholemia en la madrugada del domingo pasado. Ni el auto ni el conductor habrían estado en las mejores condiciones. El rodado, que pertenece al Poder Ejecutivo provincial, cargaba con 137 multas, 86 de ellas en la Capital Federal, por un monto aproximado al millón y medio de pesos. El conductor prefirió firmar el acta de infracción luego de negarse al control de alcoholemia.
La Agencia Nacional de Seguridad Vial informó oficialmente lo ocurrido y reportó que la licencia digital de Bianco quedó inhabilitada tras resistirse a la fiscalización. En una situación absolutamente anómala, no se le retuvo el vehículo, como hubiera correspondido. No solo eso, sino que, según detalla el comunicado, “al no contar con conductor alternativo, un funcionario de Aubasa lo trasladó hasta a su domicilio”. Un verdadero servicio vip para quien, lejos de brillar por su ejemplaridad, produce un inconmensurable daño a una sociedad que busca denodadamente reducir la siniestralidad vial controlando el alcoholismo. Podríamos también preguntarnos si el servicio brindado por Aubasa a un superior habrá contemplado el envío de un segundo auto de la dependencia para que el conductor responsable que lo asistió pudiera volver al peaje. Indignante.
En declaraciones a varios medios luego de difundirse lo ocurrido, Bianco afirmó: “Me negué porque me estaban filmando… Yo no sé qué van a hacer con la filmación”. En su afán por explicar lo inexplicable, agregó que pudo haber evadido el retén parando antes, claro está que no tenía forma de salir de la encerrona en ese lugar en particular. Con total desfachatez, había argumentado: “No tengo nada que ocultar, pero, en estas condiciones, yo no lo hago”. Quien no solo debería respetar a rajatabla las normas demostró también su ignorancia sobre ellas al afirmar que “la ley establece que uno puede hacer o no el control” y, jactándose de que no se movió ni un centímetro de lo que establece la ley de control de tránsito, justificó su accionar diciendo: “Ni antes ni durante ni después hice nada para evadir el control. Hagan el acta como corresponde”. A confesión de parte, relevo de prueba. ¿Alguien puede creer que recibirá las sanciones que le corresponden por su accionar?
El mensaje es gravísimo. Cabe preguntarse quién es Bianco para pretender eludir un control. Llega al punto de tergiversar las normas vigentes pretendiendo convertirlas en un traje a medida y sembrando una peligrosa confusión. Claro está que si evitó el test habrá sido porque había consumido alcohol. No se explicaría de otro modo su negativa. En todo caso, un registro fílmico de su disposición a la prueba y un resultado en regla lo hubiera favorecido, no así la comprobación de que tenía vaya a saber cuánto alcohol en sangre en una provincia con tolerancia cero, que fue lo que indudablemente buscó evitar.
Los ciudadanos de bien no debemos seguir naturalizando estos comportamientos de quienes se creen exentos de cumplir las normas que rigen para el común de los mortales, apalancándose en sus fueros y privilegios en lugar de mostrar ejemplaridad y disposición al servicio público. El gobernador Axel Kicillof, quien no deja de mostrar su apoyo a personajes como Fernando Espinoza, acusado de abuso sexual, debería despedir a Bianco sin más demoras. En un año electoral, flaco favor le hacen estos personajes en su cohorte. Dime con quién andas y te diré quién eres.