Los ciclones tropicales se encuentran entre los fenómenos naturales más destructivos conocidos por el ser humano. Cada año, estos gigantes atmosféricos afectan comunidades costeras en múltiples regiones del mundo, con afectaciones que incluyen pérdidas humanas, destrucción de infraestructura y empobrecimiento masivo. Históricamente, algunos ciclones alcanzaron dimensiones catastróficas, con cifras de víctimas mortales que superaron ampliamente las capacidades de respuesta de los gobiernos y las sociedades afectadas.
Cuáles son los ciclones más letales registrados en la historia moderna, sus impactos y el legado que dejaron en distintos países.
Según un relevamiento realizado por Encyclopedia Britannica, los ciclones del Golfo de Bengala suelen provocar las mayores catástrofes debido a la geografía del lugar. La bahía presenta una forma triangular y zonas bajas que facilitan la penetración del mar, mientras que la densidad de población y la falta de sistemas efectivos de gestión de emergencias amplifican el daño.
Los ciclones tropicales, huracanes y tifones son nombres usados en distintas regiones, pero todos corresponden a sistemas de tormentas circulares con velocidades de viento sostenidas superiores a 74 millas por hora (119 kilómetros por hora). Las lluvias extremas, el viento devastador y las marejadas ciclónicas, que pueden elevar el nivel del mar hasta decenas de metros por encima de su valor habitual, constituyen los principales factores de destrucción.
De acuerdo con datos históricos recopilados por CNN, el ciclón Bhola de 1970 en la entonces región de Pakistán Oriental (actual Bangladesh) aparece como el más mortal de todos los tiempos. El fenómeno se inició en el sur del Golfo de Bengala el 8 de noviembre de 1970. Cuatro días después, llegó a tierra con vientos de hasta 185 kilómetros por hora y una marejada de unos 10,5 metros. Islas llanas como Bhola sufrieron inundaciones masivas.
Las estimaciones, marcadas por la falta de datos confiables en la zona, calculan entre 300.000 y 500.000 víctimas fatales. La respuesta lenta e insuficiente del gobierno central alimentó el descontento social, lo que contribuyó al inicio de la guerra de independencia de Bangladesh en 1971.
En la India, el ciclón que devastó Coringa, en el estado de Andhra Pradesh, causó aproximadamente 300.000 muertes y destruyó cerca de 20.000 embarcaciones. Esta tempestad ocurrió en el siglo XIX y prácticamente borró del mapa a uno de los puertos más activos de la región.
Según la misma fuente, Coringa nunca recobró su antiguo esplendor después de la tragedia. La magnitud de la destrucción convirtió a este desastre en uno de los eventos naturales más letales de la costa del océano Índico. Además, la catástrofe marcó el primer uso registrado del término “ciclón” para este tipo de tormentas.
Probablemente, el tercer lugar corresponde al Gran Ciclón de Backerganj, también conocido como ciclón de 1876. Según información de Encyclopedia Britannica, este fenómeno golpeó el estuario del río Meghna, al sur de la actual Bangladesh. La marejada, de aproximadamente 12 metros, ahogó de inmediato a decenas de miles de personas. Luego, las inundaciones dieron lugar a epidemias y una hambruna que incrementó de manera sustancial el número de muertes. Las cifras finales sitúan este desastre natural en el rango de los peores de la historia humana.
Entre los ciclones más letales figura también el que afectó Chittagong, en Bangladesh. La mitad de la ciudad quedó destruida y la isla de Kutubdia, muy cercana a la costa, registró un elevado número de fallecimientos. Aunque no existen detalles precisos sobre los mecanismos de devastación, el número de víctimas confirmó el carácter extremo del evento.
Según el recuento de La Vanguardia, el ciclón Gorky (1991) arrasó zonas del sureste de Bangladesh con vientos máximos de 240 kilómetros por hora y marejadas de cinco metros. Diez millones de personas perdieron sus hogares. La catástrofe forzó reformas en el sistema nacional de alerta y refugios, e impulsó la reforestación para disminuir daños futuros.
Cerca en gravedad estuvo el ciclón Nargis, que azotó Myanmar en 2008, destruyó el delta del Irrawady y dejó una estela de escasez de agua, alimentos y medicinas. El gobierno militar local limitó la ayuda internacional, lo que agravó la crisis humanitaria y aumentó la cifra de víctimas mortales.
En 1737, otro ciclón golpeó Calcuta (actual Kolkata), llevando a una serie de inundaciones y brotes de enfermedades transmitidas por agua, lo que incrementó el impacto. La destrucción de embarcaciones en el río Hugli y las muertes asociadas a la epidemia elevaron la mortalidad.
Los ciclones que azotaron la ciudad de Barisal, en la actual Bangladesh, y otras zonas de la costa de Pakistán Oriental en diferentes décadas del siglo XX continuaron la serie de tragedias. De acuerdo a AP, la insuficiencia de refugios y la fragilidad de las casas contribuyeron al número de decesos, haciendo evidente la debilidad de los sistemas de prevención y respuesta.
El ciclón que asoló Khulna y Bagerhat (Pakistán Oriental) destruyó decenas de miles de viviendas y buena parte del tendido ferroviario, lo que obstruyó los esfuerzos de socorro. Miles de hectáreas de arrozales y ganado se perdieron. Las lluvias y la inundación persistente dificultaron las tareas de rescate y aumentaron el sufrimiento de los sobrevivientes.
De acuerdo con Encyclopedia Britannica, la recurrencia de ciclones devastadores en el sur de Asia tiene tres causas principales: la topografía costera, la elevada densidad poblacional y la falta histórica de manejo de emergencias. Los desastres han servido para impulsar mejoras regulatorias, como la construcción de refugios y la creación de sistemas de alerta. Sin embargo, los riesgos continúan presentes y millones de personas permanecen expuestas.
En la actualidad, la experiencia acumulada tras siglos de ciclones permite comprender mejor el comportamiento de estos sistemas y preparar respuestas más eficaces. Sin embargo, la vulnerabilidad de las poblaciones cercanas a la costa, la pobreza estructural y los déficits de infraestructura siguen siendo retos por superar en la región. Cada año, la llegada de la temporada de ciclones plantea el mismo desafío: proteger la vida y los bienes de quienes están en las zonas más expuestas a este tipo de tragedias naturales.