Los crímenes brutales de “la familia Manson”: siete muertos a puñaladas, paredes pintadas con sangre y un enigma sin respuesta

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El cuerpo de la actriz Sharon Tate es sacado de su casa alquilada en Cielo Drive, Beverly Hills, California, el 9 de agosto de 1969. Tate, embarazada de ocho meses, y otras cuatro personas fueron halladas asesinadas por el líder de una secta estadounidense, Charles Manson, y sus seguidores (Foto AP)

Corría el “verano del amor” de 1969 y el sex, drugs and rock’n’roll y el love and peace hacían furor en los Estados Unidos mientras en las principales ciudades crecían las protestas contra la guerra de Vietnam. Aunque el presidente Richard Nixon había comenzado a reducir la presencia militar estadounidense en el sudeste asiático, seguía enviando asesores y armas a las fuerzas survietnamitas. En Los Ángeles el mes de agosto había comenzado caluroso y festivo hasta que en apenas dos noches se desató el horror. Durante las madrugadas del 9 y el 10 de agosto de 1969, un río de sangre corrió por dos de los barrios más exclusivos de la ciudad.

Apenas empezaba el sábado 9 – habían pasado unos minutos de la medianoche – cuando un hombre y tres mujeres, todos jóvenes, entraron a la mansión del 10.066 de Cielo Drive. Una vez adentro –luego de cortar los cables telefónicos– redujeron uno por uno a quienes se encontraban allí: Sharon Tate, esposa del director de cine Roman Polanski, embarazada de ocho meses; Jay Sebring, el peluquero de las estrellas de Hollywood; el guionista Voytek Frykowsky, Abigail Folger, heredera del imperio cafetero; y Steven Parent.

Los separaron, los ataron y los asesinaron. Sharon Tate rogó su vida, pidiendo que la secuestraran, dejaran nacer al hijo que hacía ocho meses crecía en su vientre y luego la mataran. No hubo compasión: la apuñalaron 16 veces. Cuando llegó la policía, encontró los cuerpos mutilados de Tate y sus amigos Sebring, Frykowsky, Folger y Parent. En las paredes, pintado con sangre, se leía: “Piggies” (“Cerditos”) y “Helter Skelter”, en alusión a dos canciones del Álbum Blanco de Los Beatles.

l director de cine Roman Polanski y su esposa, la actriz Sharon Tate, brindaron en el estreno de su película

Los asesinos huyeron sin ser vistos. Pasaría algún tiempo antes de que se supieran sus nombres: Tex Watson, Patricia Krenwinkel, Susan Atkins y Leslie Van Houten. Todos respondían a las órdenes de un líder, también joven, con antecedentes criminales y pretensiones de músico llamado Charles Manson. No participó del crimen, pero fue quien lo ordenó.

Charles Manson es escoltado a su comparecencia ante el tribunal por cargos de conspiración y asesinato en relación con el asesinato de Sharon Tate, en 1969, Los Ángeles, California (Foto AP)

Sus instrucciones habían sido precisas: matar a todos los que estuvieran allí, romper todo lo posible y dejar mensajes diabólicos en las paredes. Después se sabría la razón por la cual Manson eligió esa casa: hasta hacía poco había vivido allí el productor discográfico Terry Melcher –hijo de la actriz Doris Day-, a quien Manson culpaba de haber truncado su carrera musical al rechazarle los temas para un disco.

A pesar de la matanza y su espectacularidad, Manson no quedó conforme con el desempeño de sus sicarios y les reprochó que fueran tan desprolijos. Para que aprendieran, les ordenó que la noche siguiente volvieran a matar.

La madrugada del 10 de agosto los acompañó y les señaló otra mansión, la del 3301 de Waverly Drive. El propio Manson entró en la casa y despertó a punta de pistola a Leno LaBianca y lo llevó al dormitorio, donde descansaba su mujer, Rosemary. Tex Watson, siguiendo sus instrucciones cubrió las cabezas de la pareja con fundas de almohada y los ató. Cuando Manson vio que estaba todo bajo control, se fue del lugar dejando la orden de matarlos. Watson, Krenwinkel y Van Houten se encargaron de hacerlo, a cuchilladas, como la noche anterior. Doce puñaladas para Leno, 41 para Rosemary. Después de matar a Leno, Watson le grabó con su cuchillo en el abdomen la palabra “War” (“Guerra”). En una de las paredes, Krenwinkel dejó escrito con sangre: “Muerte a los Cerdos”.

La casa de Hilltop, en el distrito Los Feliz de Los Ángeles, a unos ocho kilómetros al noroeste del centro de la ciudad donde Leno A. LaBianca y su esposa Rosemary fueron encontrados asesinados el 10 de agosto, se ve en Los Ángeles el 11 de agosto de 1969 (Foto AP)

La ciudad de Los Ángeles quedó conmocionada por el raid asesino y la noticia llegó a las portadas de los principales medios del mundo. No solo por la brutalidad de los crímenes sino también por la fama de una de las víctimas, Sharon Tate. La policía estaba desconcertada y no sabía por dónde empezar a buscar a los autores de las masacres. La existencia de “La Familia Manson” – como se la llamó – fue descubierta casi por casualidad. Susan Atkins fue detenida poco después de los crímenes como sospechosa de otra muerte, la del profesor de música Gary Hinman. En la cárcel, mientras esperaba el juicio, se jactó ante otra reclusa de su participación en las masacres del 9 y el 10 de agosto. La delataron y así, a principios de diciembre, Manson y los otros miembros del clan fueron detenidos.

Un circo judicial y mediático

Por esos siete crímenes (el “Clan Manson” había cometido anteriormente dos más, como se descubrió más tarde) Manson, Watson, Krenwinkel, Atkins y Van Houten fueron encontrados culpables el 25 de enero de 1971. El juicio tuvo, también, otra protagonista que no se sentó en el banquillo de los acusados sino en el de los testigos: Linda Kasabian, de 20 años en el momento de los crímenes. No había participado directamente en ellos, sino que había sido la conductora del auto que trasladaba a los asesinos. Su testimonio – acordado con la fiscalía a cambio de inmunidad – resultó decisivo para probar los asesinatos.

Susan Atkins alias

El juicio fue un auténtico circo mediático con una duración de nueve meses y medio. Fue el más largo del país por asesinato: tuvo una transcripción de más de ocho millones de palabras. El jurado, compuesto por siete hombres y cinco mujeres, fue incomunicado en un hotel y supervisado por los policías durante todo el juicio. En su declaración, Watson intentó deslindar responsabilidades y cargar él solo con todas las muertes. Afirmó que Manson no había acuchillado a nadie, que quien había matado a los siete era él y que las chicas solo habían clavado sus cuchillos en los cuerpos de las víctimas cuando éstas ya estaban muertas. Como si eso pudiera cambiar algo.

Manson, por su parte, hizo su propio show. Primero apareció en el tribunal con una ‘X’, que más tarde convertiría en una esvástica, grabada en la frente. Otra vez debió ser retirado de la sala después de adoptar la postura de la crucifixión, inclinar la cabeza y extender los brazos, negándose a sentarse. También saltó de la mesa de la defensa hacia el estrado del juez Charles H. Older y le dijo: “En nombre de la justicia cristiana, alguien debería cortarle la cabeza”. También le pegó a su abogado y llegó a amenazar con un “asesinato y derramamiento de sangre” si llegaba a ser condenado a muerte.

l forense Thomas Noguchi, de frente al centro de la cámara, dirige el levantamiento del cuerpo de Abigail Folger, una de las cinco personas asesinadas en la casa de la actriz Sharon Tate en Bel Air, el 9 de agosto de 1969. En primer plano se ve el cuerpo cubierto de Voityckyk Frokowski, otra víctima. (Foto AP)

El aire se podía cortar con un cuchillo en la sala de la Corte de Los Ángeles cuando se escucharon los veredictos. Entonces, como si se tratara de tres parcas modernas, las chicas del clan Manson – todas vestidas con minifaldas – rompieron el silencio. “Acaban de juzgarse a ustedes mismos”, dijo Patricia Krenwinkel, de 23 años, mirando desafiante al jurado. “Más vale que cierren las puertas y vigilen a sus hijos”, la secundó Susan Atkins, alias “Sexy Sadie” – título de otra canción de The Beatles -, de 22. “Todo su sistema es un juego. Ustedes son estúpidos y ciegos y sus hijos se les volverán en contra”, cerró Leslie Van Houten, de apenas 21.

Ni Manson y Tex Watson pronunciaron una palabra: se limitaron a clavar sus ojos en los miembros del jurado. Con eso les bastaba para intimidar.

Todos los miembros de “La Familia Manson” fueron condenados a muerte, pero dos meses después del fallo la Corte Suprema de California abolió la pena capital en el Estado. Entonces, las penas de los cinco fueron reemplazadas otras tantas por cadenas perpetuas.

Manson, sin arrepentimiento

Charles Manson tenía la posibilidad de solicitar la libertad condicional tras 25 años de encierro. No hizo ningún mérito para obtenerla, aunque la pidió en varias ocasiones.

Durante su sexto intento, en 1986, se describió a sí mismo en una audiencia como un “animal enjaulado y vicioso” al que no le gustaba leer y que prefería pasar el tiempo haciendo muñecas en su celda. Una presentación muy poco adecuada para alguien que pretende salir volver a la calle.

Charles Manson se dirige al tribunal en Independence, California, el 3 de diciembre de 1969 (Foto AP/Harold Filan)

Un informe del Departamento de Corrección y Rehabilitación de California lo describe como “un recluso no arrepentido e incorregible que mostró frecuentes problemas de comportamiento”. Allí se señala que cometió más de 100 violaciones de las normas desde su encarcelamiento en 1971 y recibió castigos disciplinarios por “por agresión, posesión repetida de un arma, amenazas al personal y posesión de un teléfono celular”, entre otras causas.

“Basta decir que no se lo puede describir como un prisionero modelo”, respondió Terry Thornton, vocera del departamento penitenciario, consultada por Los Angeles Times, en noviembre de 2017, luego de que se conociera la noticia de su muerte.

También se supo que la pasó mal en algunas ocasiones. El 25 de septiembre de 1984, Jan Holmstron, un parricida convicto, trató de quemarlo vivo rociándolo con disolvente para pintura y prendiéndole fuego. A pesar de sufrir quemaduras de segundo y tercer grado en el 20% de su cuerpo, se recuperó de las heridas.

Año tras año, Manson seguía jactándose de sus crímenes, incluso después de proclamarse “ecologista” de una manera muy particular: era necesario matar personas para conseguir más aire. En la entrevista que publicó en Rolling Stone, Erik Hedegaard cuenta cómo le explicó su extravagante teoría: “La mayoría de las veces, (Manson) quiere hablar sobre el medio ambiente –‘El final está cerca, chiquilín’, me dice – y sobre lo que se debería hacer al respecto. Una vez, cuando me estaba hablando de la conveniencia de matar para conseguir más aire, me dijo: ‘Si alguien es asesinado, ésa es la voluntad de Dios. Sin asesinatos, no hay futuro’”.

Charles Manson murió el 19 de noviembre de 2017, a los 83 años, en el hospital de la prisión de Cormoran, por causas que nunca fueron reveladas. Durante todos esos años, había pedido la libertad condicional en 17 ocasiones. Se la negaron siempre. Sólo pudo salir de la cárcel en un cajón y con los pies apuntando hacia adelante. Charles “Tex” Watson también intentó 17 veces que le otorgaran la libertad condicional, pero tampoco se la concedieron y sigue preso en la cárcel de RJ donovan, en el condado de San Diego.

“Las chicas” de la familia

Las cuatro “chicas” del Clan Manson – las tres culpables y la testigo que inculpó a todos – recorrieron caminos diferentes con el paso de los años. Lo único que tuvieron en común fue que, con el tiempo, repudiaron sus crímenes y rompieron con el dominio que Manson, aún desde la cárcel, seguía ejerciendo sobre ellas.

Patricia Krenwinkel, acusada en el caso del asesinato de Tate, ingresa al Tribunal Superior de Los Ángeles para su comparecencia, que fue pospuesta, el 24 de febrero de 1970 (Foto AP/George Brich)

Patricia Krenwinkel es hoy es la presa más antigua del Estado de California y antes de fin de año la corte deberá podrá pronunciarse sobre su libertad condicional. Está detenida en la Institución para Mujeres en Chino, una cárcel de mínima seguridad. Desde allí, hace décadas instó a los jóvenes a no pensar en Manson como un héroe o un elegido. “Creo que he sido muy cobarde cuando me acuerdo de la situación”, dijo en una entrevista de 2014 con The New York Times. “Lo que trato de recordar a veces es que lo que soy hoy no es lo que era a 19 años”.

Susan Atkins, quizás la discípula más cercana a Manson, murió en la cárcel en 2008, a los 61 años, a causa de un cáncer de cerebro. Hasta entonces, había pedido sin suerte la libertad condicional en 13 ocasiones. “Estaba pasada de ácido, ni sé cuántas veces la apuñalé. No sé por qué lo hice. Me rogaba, me imploraba y me suplicaba y me harté de escucharla, por eso le clavé el cuchillo”, contó una vez. En una entrevista con la cadena NBC le preguntaron por las razones que la habían llevado a unirse a la “Familia Manson”. “La cultura de fines de los sesenta, mi deseo de encontrar a alguien a quien amar, alguien que me salvara… estaba buscando amor y aceptación y las drogas y las mentiras me atraparon”, respondió. En la cárcel abrazó el cristianismo, pidió disculpas por sus crímenes y se casó dos veces. Luego de su muerte, su último esposo dijo a la prensa que su última palabra había sido “amén”.

Archivo - Leslie Van Houten durante su audiencia en Corona, California, el 6 de septiembre de 2017. (Stan Lim/Los Angeles Daily News vía AP, Pool, Archivo)

El caso más notable es el de Leslie Van Houten. Con los años se convirtió en una presa modelo: obtuvo una licenciatura, un máster universitario y dirigió grupos de autoayuda para reclusas. “Cuanto más vieja me pongo, más difícil es vivir con esto. Yo sé lo que hice y me hago cargo de mi responsabilidad: yo ayudé a crear a Manson”, dijo en uno de sus pedidos de libertad condicional, que le fue concedida el 11 de julio de 2023.

La cuarta “chica Manson”, Linda Kasabian, se alejó de la “familia” la misma noche del crimen de los LaBianca, en cuya participación solo le cupo manejar un auto y esperar a los asesinos. Aterrorizada, al hacerlo abandonó a su pequeño hijo, que vivía en la comunidad formada alrededor de Charles Manson. Luego de lograr un acuerdo de inmunidad y de declarar como testigo clave de la Fiscalía, intentó borrar sus huellas para siempre. Cambio su apellido por el de Chiochios y llevó una vida itinerante. Reapareció para contar su historia en el documental Manson, estrenado en 2009. Murió a los 73 años, el 21 de enero de 2023 en un hospital de Tacoma, en el Estado de Washington.

Un ícono cultural

Antes de su muerte, Charles Mason ya se había convertido en un personaje emblemático de la cultura estadounidense, al que se le han dedicado series, películas, libros y temas musicales. El cantante Marilyn Manson utilizó el nombre de Marilyn Monroe y el apellido de Charles Manson para crear su nombre artístico. Además, en la canción “My Monkey”, utiliza algunos versos de “I’m a mechanical Man”, un tema que cantaba Charles Manson y utiliza grabaciones de su voz original. La banda de hardcore punk de Boston, Massachusetts, Negative FX, usó su imagen en la portada de un álbum, y The Ramones banalizó sus asesinatos en una canción: “Andá y arriesgate con ella, con una sola bala en el cilindro. Y en un momento de pasión tomá la gloria como Charles Manson (…) Voy a sonreír, me voy a reír, vas a tener un baño de sangre. Y en ese momento de pasión conseguí la gloria como Charles Manson”, dice la letra.

En materia de cine y series también existe una prolífica producción sobre su figura: “Helter Skelter”, “The Manson Family”, el capítulo de “Dexter” titulado Helter Skelter, el capítulo de “South Park” titulado “Merry Christmas, Charlie Manson”, la serie “Aquarius” o la comedia independiente “Manson Family Vacation”, además de documentales como “Manson” o “Life after Manson”, entre otras películas y series. Aparece también en el documental de Netflix “Conversaciones con asesinos: Las cintas de Ted Bundy”, debido a que en 1984 colaboró con el FBI brindando información para lo que en ese tiempo sería una base de datos de perfiles de asesinos en serie.

Antes de su muerte, Charles Mason ya se había convertido en un personaje emblemático de la cultura estadounidense (California Department of Corrections and Rehabilitation/Wikipedia)

Las teorías conspirativas

En 2023, el documental de Netflix “Caos: Los crímenes de Manson”, trató de mostrar y profundizar en algunas de las muchas teorías que no han dejado de circular sobre los motivos que llevaron a los miembros del Clan Manson a perpetrar los crímenes de las madrugadas del 9 y el 10 de agosto de 1969. Una de las más conocidas es la que se conoce como Helter Skelter, formulada por el fiscal Vincent Bugliosi. Según Bugliosi, Manson utilizó a sus seguidores para llevar a cabo una serie de asesinatos con el objetivo de desatar una guerra racial apocalíptica. La teoría se basa en una interpretación de la letra de una canción del Álbum Blanco de The Beatles, en la cual Manson creía que se escondían mensajes sobre una inminente confrontación racial en los Estados Unidos. Su intención al ordenar los crímenes a sus seguidores habría sido desencadenar ese conflicto y aprovecharlo para tomar el control del país después del caos.

Otra teoría sostiene que Manson nunca quiso matar a Sharon Tate y sus amigos sino al productor musical Terry Melcher, que había rechazado los temas que Manson le presentó. Todo habría sido una confusión, porque Melcher había habitado antes la casa donde vivían Roman Polanski y Sharon Tate. Según esta interpretación, los crímenes fueron el resultado de un profundo resentimiento de Manson hacia la industria musical, y no de la motivación racial que describió el fiscal Bugliosi. Una tercera hipótesis que se plantea en el documental sostiene que Manson ordenó los crímenes porque había sido manipulado por el programa secreto de control mental MKUltra de la CIA, el mismo que habría “obligado” Shirham Shirham a asesinar al senador Robert Kennedy.

Algunos investigadores sugieren que se trató de un simple asunto de drogas y que Manson instó a sus seguidores a cometer los crímenes para desviar la atención de los policías que investigaban la muerte del traficante Gary Hinman, perpetrado por otro miembro de “La Familia”, Bobby Beausoleil, que había sido detenido el 6 de agosto. Para intentar eliminar su rastro escribió political piggy con sangre en una pared y después le dijo a la policía que había visto a los dos hombres que mataron a Hinman y que eran negros. Por temor a que Beausoleil hablara y lo implicara, Manson ideó un plan para replicar la escena del crimen en otro sitio y hacerle creer a la policía que el asesino de Hinman seguía suelto. De ahí las inscripciones con sangre en las paredes de las casas de Tate y el matrimonio LaBianca.

Ninguna de estas teorías – y tampoco muchas otras que circulan – presenta pruebas incontrastables sobre las razones que llevaron a Charles Manson a ordenar los asesinatos. Por el contrario, los 56 años que han transcurrido desde los crímenes de “La Familia Manson” no han agotado las hipótesis y las polémicas alrededor de uno de los episodios más impactantes de la historia criminal estadounidense.

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