PARÍS.– Herederos de una milenaria historia de guerras y desolación pero, justamente por eso, maestros en el arte de la diplomacia, los europeos supieron imponer su presencia en Washington el lunes, y pesar en una cumbre entre Volodimir Zelensky y Donald Trump, precedida por funestos presagios. Conscientes de que “persisten enormes obstáculos en el camino hacia la paz”, están decididos, sin embargo, a continuar sus esfuerzos para lograr que Ucrania tenga el futuro que se merece en el seno de una Europa democrática y libre.
“Será extremadamente difícil, porque nada de lo dicho el lunes cambió los contornos subyacentes del conflicto”, afirma un miembro de la delegación francesa que acompañó el lunes al presidente Emmanuel Macron.
En su resumen posterior a la cumbre, el presidente francés saboreó discretamente una gran victoria diplomática. “Hemos acordado varias líneas que son importantes y que no estaban tan claras hace unos días”, reconoció con el eufemismo correspondiente. Léase: Estados Unidos cambió de postura en dos puntos fundamentales.
El primero de ellos: el compromiso estadounidense de trabajar con los europeos en las garantías de seguridad. Hace apenas unas semanas, Donald Trump defendía el desentendimiento estadounidense y remitía a Europa a sus responsabilidades. Hoy, no solo acepta participar en las garantías de seguridad ucranianas, sino también “coordinarlas muy concretamente” con los europeos.
Trump declaró este martes que “un apoyo aéreo estadounidense” así como el envío de tropas europeas a Ucrania podrían formar parte de las garantías de seguridad, advirtiendo sobre una situación “difícil” si las negociaciones entre Kiev y Moscú fracasan.
Trump también garantizó que ningún soldado estadounidense sería desplegado en tierra, contrariamente a “Francia, Alemania, Gran Bretaña, que quieren enviar tropas al terreno”.
En todo caso, el giro estratégico es importante. Porque esa famosa “coalición de voluntarios”, lanzada por el presidente Macron y el primer ministro británico Keir Starmer en febrero, reúne ahora a 30 países, con planes militares detallados: “Un ejército ucraniano que pueda resistir e incluso disuadir cualquier agresión rusa (…) Respaldado por varios cientos de miles de hombres”, señala.
En resumen, lo que era una iniciativa puramente europea, se ha convertido ahora en un proyecto transatlántico.
Por su parte, los jefes militares de los países miembros de la OTAN deben reunirse el miércoles en videoconferencia para discutir sobre el camino a seguir en el marco de una eventual opción al estilo del artículo 5, aunque sin adhesión de Ucrania, a la Organización Atlántica. Esa opción, que evitaría el despliegue de tropas en el terreno —como lo exige Moscú— no cuenta con la preferencia de la mayoría de los europeos, excepto de la italiana Giorgia Meloni. Al mismo tiempo, Washington y las capitales europeas elaboran detalles de las garantías de seguridad que podrían otorgarse a Kiev sin ese marco.
Segunda victoria, algo más sutil, los europeos impusieron su visión sobre la secuencia de negociación. Después de la cumbre Trump-Putin en Alaska, el presidente estadounidense parecía dispuesto a negociar directamente un acuerdo de paz. Los europeos insistieron en bloque: “No se puede discutir un tratado de paz que tome semanas bajo las bombas”. Antes de la reunión, frente a las cámaras de todo el mundo, el canciller alemán Friedrich Merz recordó esta condición a Donald Trump, quien respondió secamente: “En las seis guerras que he resuelto, no pasamos por la etapa del alto el fuego”.
Pero la insistencia de los dirigentes europeos en ese punto durante la reunión a puertas cerradas hizo, al parecer, reflexionar a Trump. De ahí esta secuencia ya establecida: primero, “tratemos de que cesen las matanzas”, luego las negociaciones. El ocupante de la Casa Blanca parece así abandonar su lógica de “deal” inmediato para aceptar el ritmo europeo, más preocupado por verificar concretamente las intenciones de Putin mediante actos. Ninguno de ellos habría dejado de señalarle que, mientras él lo llamaba al Kremlin, Putin “bombardeaba Ucrania”.
Los europeos también obtuvieron su secuencia diplomática: primero, una bilateral Zelensky-Putin “en los próximos días” en un lugar por definir rápidamente, luego una trilateral con Trump “en dos o tres semanas” y, finalmente, una ampliación a los europeos. Lejos de estar excluidos, estos validan cada etapa del proceso. Colmo de la provocación, Vladimir Putin propuso el lunes que la bilateral con Zelensky se realizara en Moscú. Más seriamente, Suiza informó que “está dispuesta a otorgar inmunidad al jefe del Kremlin —sobre quien pesa un mandato de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI)— si la cumbre se realizara en su territorio, opción preferida de varios líderes europeos y de Zelensky. También se baraja la posibilidad de Budapest, terreno amigo del jefe del Kremlin.
No obstante, contrariamente a Donald Trump, ningún líder europeo cree que Putin tenga verdaderas intenciones de hacer la paz. Ni siquiera de asistir a esa famosa bilateral. Eso parecieron confirmar las declaraciones de este martes del ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov.
“Sin respetar los intereses de seguridad de Rusia, sin respetar plenamente los derechos de los rusos y los rusoparlantes que viven en Ucrania, no puede haber ningún acuerdo a largo plazo, ya que estas causas deben ser eliminadas con urgencia en el marco del arreglo”, declaró. Lavrov añadió que cualquier encuentro entre Putin y Zelensky debe ser preparado “muy minuciosamente”. En otras palabras, tomará el tiempo que nosotros decidamos.
“Por mi parte, tengo las mayores dudas sobre una voluntad de paz del presidente ruso”, reiteró Emmanuel Macron al salir de la Casa Blanca. “Mientras piense que puede ganar la guerra, la seguirá haciendo”, agregó. Y si Rusia rechaza el actual proceso, todos estamos de acuerdo en que será necesario aumentar las sanciones”, advirtió. Para Macron, “los compromisos de no agresión de Rusia no valen nada”. De ahí la obsesión por garantías concretas: “Los ucranianos no necesitan declaraciones de principio, necesitan substancia”, insistió.
Este martes, el gobierno británico afirmó que los líderes europeos contemplan “nuevas sanciones contra Rusia para intensificar la presión sobre el presidente ruso Vladimir Putin”. Downing Street también informó que la “coalición de voluntarios”, que se reunió virtualmente por la mañana, acordó un intercambio entre los países miembros y sus homólogos estadounidenses en los próximos días para seguir estudiando la futura seguridad de Ucrania.
Muchos más complicada será la cuestión territorial. Moscú quiere todo, incluso aquello que no controla en el Donbass. Ucrania no tiene intenciones de aceptar. Los europeos afirman que las fronteras no se modifican por la fuerza, mientras que Donald Trump —obsesionado por ese esquivo Nobel de la Paz— presiona a Zelensky para que acepte las exigencias de Vladimir Putin.
“Es una guerra y Rusia es una nación militar poderosa y mucho más grande. No se ataca a una nación que es diez veces más grande que uno”, volvió a comentar, olvidando como es su costumbre quién es el agresor y quién el agredido en esta guerra. Refiriéndose al Donbass, “actualmente retenido y controlado en un 79% por Rusia”, afirmó que Zelensky “debe mostrar cierta flexibilidad”. Las fuerzas rusas ocupan hoy casi toda la región de Lugansk y gran parte de la región de Donetsk, en el este de Ucrania.
Para los europeos, esta última cuestión será tratada en su momento y la decisión quedará exclusivamente en manos del presidente ucraniano. Todos aseguran, en todo caso, que el proceso de adhesión de Ucrania a la Unión Europea (UE) debe continuar. “El futuro de Ucrania no depende solo de las medidas de seguridad, sino también de las perspectivas de estabilidad y prosperidad que le aportaría la adhesión a la UE”, afirmó el martes el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa.