Los hábitos que ayudan a proteger la función cerebral y prevenir la demencia, según las últimas investigaciones

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Cambios intensivos en el estilo de vida, sin fármacos, logran mejoras cognitivas y funcionales en casos de Alzheimer temprano (Imagen Ilustrativa Infobae)

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la demencia “es un término que engloba varias enfermedades que afectan a la memoria, el pensamiento y la capacidad para realizar actividades cotidianas”.

La OMS estima que cada año se producen casi 10 millones de casos nuevos. La enfermedad de Alzheimer es la forma más común de demencia.

En ese sentido, según un ensayo clínico, liderado por el médico Dean Ornish y su equipo del Preventive Medicine Research Institute, en Estados Unidos, los cambios intensivos en el estilo de vida, sin fármacos, logran mejoras cognitivas y funcionales en personas con diagnóstico de Alzheimer en etapa temprana o deterioro cognitivo leve. Ornish presentó una actualización de este estudio en la reciente Conferencia Internacional de la Asociación de Alzheimer de 2025 en Toronto.

La demencia afecta la memoria, el pensamiento y las habilidades sociales, interfiriendo con la vida diaria de quienes la padecen (Imagen Ilustrativa Infobae)

Inicialmente, los resultados del estudio publicado en Alzheimer’s Research and Therapy mostraron que el 71% de los participantes de un programa de cambios intensivos de hábitos de estilo de vida estabilizó o mejoró su rendimiento cognitivo en pruebas estándar de cognición. En contraste, ninguno de los integrantes del grupo de control (que no introdujo cambios de comportamiento en su vida cotidiana) experimentó mejoras y un 68% presentó deterioro.

Según la investigación, aunque no todos los integrantes del grupo de intervención —compuesto por 26 personas— experimentaron beneficios, algunos obtuvieron mejores resultados en tres de cuatro pruebas estandarizadas.

El 46% presentó avances en una prueba diseñada para evaluar memoria, juicio, resolución de problemas y habilidades para realizar tareas cotidianas, además de actividades recreativas y cuidado personal. Ornish también señaló que el 37,5% de los participantes no evidenció deterioro cognitivo durante las 40 semanas del estudio. Así, más del 83% de los pacientes mejoró o mantuvo su función cognitiva a lo largo del programa de cinco meses.

El Alzheimer comienza una década antes de manifestar sus primeros síntomas visibles (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los nuevos hallazgos reflejan lo que otras investigaciones han asegurado sobre las intervenciones en el estilo de vida ante el Alzheimer, como el estudio US POINTER, el ensayo clínico que examina cómo un estilo de vida saludable puede mejorar la salud cerebral.

Con el objetivo de prevenir el deterioro cognitivo en adultos mayores con factores de riesgo, el estudio US POINTER (US Study to Protect Brain Health Through Lifestyle Intervention to Reduce Risk) se implementó como un ensayo clínico aleatorizado y multicéntrico en Estados Unidos durante dos años. Según JAMA, la investigación reclutó a más de 2.000 participantes de entre 60 y 79 años, cognitivamente sanos pero con conductas sedentarias, alimentación subóptima y otros factores asociados al riesgo de declive cognitivo, como edad, antecedentes familiares, elevado riesgo cardiometabólico, sexo masculino y pertenencia a determinados grupos étnicos y raciales.

Los participantes se distribuyeron aleatoriamente en dos ramas: una con intervención autoguiada y otra con intervención estructurada. Ambos enfoques se basaron en cinco componentes: ejercicio físico, dieta, actividades de estimulación cognitiva, vínculo social y vigilancia de la salud vascular, pero la intensidad y el acompañamiento variaron en cada caso.

En el grupo autoguiado, la intervención incluyó solo seis contactos, educación sobre ejercicio, nutrición y salud, además de reuniones grupales y consultas clínicas extras. El grupo estructurado, en cambio, contó con un plan más intensivo formado por 38 encuentros grupales, 26 seguimientos telefónicos sobre la dieta, siete sesiones de coaching en salud, cuatro controles clínicos y soporte adicional según requerimiento. Parte de la rutina semanal consistió en cuatro entrenamientos aeróbicos de alta intensidad, dos sesiones dedicadas a fuerza, dos a estiramiento y equilibrio, seguimiento de la dieta MIND y realización de ejercicios cognitivos computarizados al menos tres veces por semana.

El programa de prevención propuesto por Ornish promueve comer bien, moverse más, estresarse menos y amar más (Imagen Ilustrativa Infobae)

Pasados los dos años, ambos grupos mostraron avances en el puntaje compuesto para memoria, agilidad mental y función ejecutiva. El grupo estructurado presentó una mejora de 0,243 desviaciones estándar, mientras que el autoguiado avanzó 0,213 desviaciones estándar. La diferencia adicional fue estadísticamente significativa (P=.008), aunque modesta en términos clínicos: 0,029 desviaciones estándar, lo que supone un beneficio relativo cercano al 14%.

La tendencia positiva se reflejó en subgrupos predefinidos, incluyendo diferentes franjas etarias, sexo, portadores o no del gen APOEε4 y personas con riesgo cardiovascular. El grado de compromiso fue alto: menos del 4% desistió y un 89% completó todas las evaluaciones a lo largo de los 24 meses.

En América Latina, la neuropsicóloga Lucía Crivelli lidera investigaciones sobre intervenciones multidominio enfocadas en la prevención del deterioro cognitivo, adaptando y validando protocolos como el US POINTER según las características socioculturales regionales. Su línea de investigación se centra en determinar la eficacia de intervenciones relacionadas con la actividad física, la alimentación, la estimulación cognitiva y la salud vascular en diferentes poblaciones fuera de Estados Unidos y Europa.

Por caso, un informe de la revista The Lancet planteó que el 45% de los casos de demencia podrían evitarse si se identifican y controlan los factores de riesgo a lo largo de la vida.

Controlar factores de riesgo a lo largo de la vida podría evitar el 45% de los casos de demencia, señaló The Lancet- (Imagen Ilustrativa Infobae)

Los cuatro pilares del doctor Ornish

Según el doctor Ornish, los cambios de estilo de vida, a los que él llama “comer bien, moverse más, estresarse menos y amar más”, ya demostraron ser efectivos en casos de enfermedad coronaria según un ensayo. Los cuatro pilares son los siguientes:

  • Comer bien. Una forma de alimentación basada en plantas, rica en frutas, verduras, cereales integrales y legumbres, y naturalmente baja en grasas, carbohidratos refinados y azúcar.
  • Moverse más. Treinta minutos diarios de actividad cardiovascular moderada y entrenamiento de fuerza se asocian con una mayor vitalidad y al mismo tiempo reducen la ansiedad y la depresión.
  • Menos estrés. Técnicas como la meditación, el estiramiento, la respiración y la imaginación permiten a las personas relajarse, liberar el estrés y reaccionar de formas más saludables.
  • Amar más. Las personas con fuertes redes de apoyo psicosocial tienen más probabilidades de tener una mejor calidad de vida a lo largo de períodos de vida más prolongados.

Durante la intervención de Ornish, un grupo de participantes siguió una dieta vegana estricta, realizó ejercicio diario, prácticas de reducción de estrés y participó en sesiones grupales de apoyo guiadas por terapeutas. Además, el programa incluyó meditación, respiración, yoga y la promoción de un sueño reparador.

La actividad física es vital para la prevención del deterioro cognitivo (Imagen Ilustrativa Infobae)

Todos los miembros recibieron suplementos como multivitamínico, omega 3 con curcumina, coenzima Q10, vitamina C y B12, magnesio, probiótico y hongo melena de león. Las personas del grupo de intervención que se esforzaron más por cambiar su estilo de vida experimentaron la mayor mejora en su cognición, confirmó Ornish.

Entre las indicaciones del doctor Ornish, se encuentra evitar el azúcar para un cerebro saludable.

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