Visualiza la biblioteca de tus sueños: estanterías repletas de libros, páginas cargadas de historias, de conocimiento, de universos nuevos. Estás frente a ella, pero no puedes abrir ni un solo ejemplar por algún extraño artilugio. Los libros están en tus manos, pero no son para ti.
El Día del Libro se celebra en todo el mundo para fomentar la lectura. Podemos aprovechar la efeméride para incrementar nuestra colección con los descuentos editoriales, hacer un regalo literario o recordar que, en el Perú, aún hay más de un millón de personas, especialmente mujeres rurales, para quienes los libros siguen siendo objetos extraños e inaccesibles, porque no pueden leerlos.
Según la medición del Ministerio de Cultura en 2022, el gasto anual en material de lectura con fines de recreación y cultura en zonas rurales fue de 73 soles, mostrando una reducción respecto al año anterior. En estas zonas, más del 12% de las personas mayores de 15 años no saben leer ni escribir.
Regiones como Huánuco, Apurímac y Cajamarca registran más del 10% de su población en edad de trabajar en condición de analfabetismo. Esta problemática se acentúa en las mujeres, quienes dependen de otros para realizar tareas básicas, sienten vergüenza y creen no tener voz debido a esta situación. Muchas de ellas poseen saberes valiosos, son líderes y cabezas de familia, pero no acceden a una educación que les permita mejorar sus condiciones de vida y ejercer plenamente sus derechos.
El analfabetismo no es solo una barrera individual y de género; es una forma de exclusión estructural que divide a las personas entre quienes pueden leer y quienes no. Y no se trata únicamente del privilegio de leer libros, sino de la urgente necesidad de comprender un prospecto de medicamentos, una receta, el carnet de vacunación, las tareas escolares de un hijo, un contrato de compra-venta, una señal de alerta en la carretera o la cédula de votación.
Los libros y la información que generan aprendizajes no están solo en bibliotecas o librerías: interactuamos permanentemente, y cada vez más, en un contexto alfabetizado. Leer no es únicamente una actividad académica o literaria; es una herramienta cotidiana, un acto de libertad, una llave que abre puertas que, de otro modo, permanecerían cerradas.
En Dispurse trabajamos para llevar esta herramienta a quienes más lo necesitan. Lo hacemos en alianza con actores con presencia en los territorios, utilizando materiales y herramientas tecnológicas apropiadas (como la app FOCUS) y, sobre todo, con una propuesta flexible y adaptable a la realidad y las necesidades de las personas adultas.
En países donde el derecho a la educación sigue siendo vulnerado, aprender a leer en la adultez es un acto de valentía, pero también de dignidad y justicia. Por eso, este Día del Libro, les invito a preguntarnos: ¿podemos hacer algo para que más personas accedan a este derecho? ¿Cómo podemos contribuir, desde nuestras instituciones, empresas, gobiernos y comunidades, a que nadie se quede fuera del mundo de la lectura?
Nuestra experiencia alfabetizando en varias regiones del Perú demuestra que no se necesitan grandes recursos para transformar esta realidad. A veces, basta con voluntad, un espacio seguro, una persona que enseñe con paciencia, una comunidad que apueste por sus miembros, autoridades que hagan la diferencia.
Hagamos que los libros puedan leerse sin esfuerzo ni artilugios. La lectura no debe ser un privilegio: es un derecho que debemos garantizar para todos y todas.