Cada día, personas de todas las edades incluyen gaseosas en su rutina, ya sea durante una comida, en una pausa de trabajo o como acompañamiento en actividades sociales. Y este acto toma relevancia a partir de un estudio reciente que reveló que este consumo habitual, incluso limitado a una sola lata diaria, se asocia con un aumento en el riesgo de padecer enfermedades hepáticas de origen metabólico.
La investigación, desarrollada durante diez años en Reino Unido y presentada esta semana en Berlín, siguió a más de 100.000 adultos sin antecedentes de problemas hepáticos para analizar el impacto de las bebidas azucaradas y edulcoradas sobre la salud del hígado.
La investigación analizó la evolución de 123.788 adultos que no presentaban enfermedades hepáticas al inicio del estudio. Los participantes registraron sus consumos diarios mediante cuestionarios dietéticos. De acuerdo Euronews, tras una década de seguimiento, los investigadores detectaron más de mil casos nuevos de enfermedad asociada a la disfunción metabólica del hígado (MASLD, por sus siglas en inglés) y contabilizaron más de cien muertes vinculadas a patologías hepáticas.
Según los autores, el estudio corroboró que consumir bebidas azucaradas incrementa el riesgo de MASLD en un 50%, mientras que las bebidas edulcoradas artificialmente lo elevan hasta un 60%. Además, estas últimas muestran una fuerte asociación con el aumento de fallecimientos por complicaciones del hígado. Ambas conclusiones rompen una creencia común entre los consumidores.
“Las bebidas azucaradas estuvieron bajo escrutinio durante mucho tiempo, mientras que sus alternativas dietéticas a menudo se consideran la opción más saludable. Sin embargo, ambas son ampliamente consumidas y sus efectos en la salud hepática no se entendieron bien”, afirmó Lihe Liu, investigador responsable del trabajo, según Euronews.
MASLD —anteriormente denominada enfermedad del hígado graso no alcohólico— se caracteriza por el exceso de lípidos en el hígado, lo que puede generar inflamación, dolor abdominal, fatiga y pérdida de apetito. Esta patología se reconoce como un factor notable en el desarrollo de problemas cardiovasculares, diabetes tipo dos y fallos renales.
De acuerdo con un análisis global citado en Euronews, la prevalencia de MASLD alcanza al 38% de la población mundial, cifra que se incrementó en un 50% durante los últimos 20 años. El aumento coincide con hábitos de consumo en los que productos como refrescos, jugos procesados y bebidas con edulcorantes adquieren protagonismo en la dieta cotidiana.
Los mecanismos por los cuales estos productos afectan al hígado difieren, aunque los efectos son igualmente nocivos. Según explicó el investigador Liu, las bebidas con alto contenido de azúcar provocan incrementos bruscos en los niveles de glucosa y de insulina, estimulan el aumento de peso corporal y contribuyen a elevar la concentración de ácido úrico en sangre. Todo esto facilita la acumulación de grasa en las células hepáticas.
Por otro lado, las alternativas endulzadas alteran la salud del hígado debido a la modificación de la flora bacteriana intestinal, la alteración de la señal de saciedad, la estimulación de deseos de alimentos dulces y la posible activación de la secreción de insulina, sostuvo Liu.
El estudio enfatiza que incluso una cantidad considerada baja —una lata por día— resulta suficiente para observar efectos adversos. “Nuestro trabajo muestra que las edulcoradas en realidad están vinculadas a un mayor riesgo de MASLD, incluso en niveles de consumo modestos como una sola lata por día», manifestó Liu.
“Estos hallazgos desafían la percepción común de que estas bebidas son inofensivas y destacan la necesidad de reconsiderar su papel en la dieta y la salud hepática, especialmente a medida que MASLD emerge como una preocupación global de salud”, agregó el especialista.
La investigación sugiere una serie de medidas basadas en evidencia para reducir el riesgo de enfermedad del hígado. Entre ellas destaca la elección de agua en lugar de refrescos azucarados o edulcorados, el mantenimiento de un peso adecuado, la realización de actividad física de forma periódica y la adopción de un esquema de alimentación variado y saludable.
“El agua sigue siendo la mejor opción, ya que elimina la carga metabólica y previene la acumulación de grasa en el hígado, al tiempo que hidrata el cuerpo”, concluyó Liu, de acuerdo con el reporte de Euronews.
Estos resultados refuerzan la preocupación de la comunidad médica sobre el impacto que determinadas bebidas pueden tener en la salud de la población, más allá del aporte de calorías o de la presencia de azúcar.
A pesar de la popularidad de los refrescos sin azúcar o bajos en calorías, las pruebas apuntan a que su consumo habitual representa un riesgo significativo y acumulativo para el hígado.
El consenso de los expertos, según la revisión global de estudios en 2025, es que la difusión de información clara y la promoción de alternativas saludables resultan fundamentales para enfrentar el avance de una patología cuya incidencia no deja de crecer.