El mapa político de la Argentina empieza a inclinarse a favor de Javier Milei antes de las elecciones parlamentarias de octubre, más allá del resultado de la votación local en la ciudad de Buenos Aires. Los únicos límites que pueden entorpecer esa tendencia son los errores de los propios libertarios. La vidriosa derrota en el Senado en el proyecto de ficha limpia puede ser uno de esos pecados propios que descuentan votos.
Milei y su reducido equipo de decisores no terminan de advertir el verdadero alcance de esos acercamientos en busca de acuerdos, alianzas, trueques y pactos que plantean en público y en privado distintos integrantes del “ancien régime”
Acostumbrado a celebrar los pasos cortos sin entrever el destino prolongado del camino, Milei y su reducido equipo de decisores no terminan de advertir el verdadero alcance de esos acercamientos en busca de acuerdos, alianzas, trueques y pactos que plantean en público y en privado distintos integrantes del “ancien régime”.
En la superficie hay por lo menos tres grandes grupos políticos frente a la primera elección con Milei como presidente.
El primer grupo es el propio oficialismo, precisamente por serlo, aunque raquítico en cantidad de dirigentes y legisladores. En octubre, los libertarios tienen la oportunidad de crecer por sí mismos si cumplen con su misión de ganar las elecciones de medio término, un objetivo habitualmente favorable para los gobiernos.
Hay un segundo grupo, el viejo kirchnerismo, que por decisión propia y por elección del mismo Milei, se define como la contracara del oficialismo. El fracaso de la votación de ficha limpia, entre las acusaciones cruzadas por esa frustración, es funcional al propósito de ese choque en blanco y negro. “Kirchnerismo o libertad”, según la consigna que presentó el oficialismo y repitió segundos después de la derrota del proyecto para evitar que los delincuentes condenados sean candidatos. Del rigor y el estruendo de la pelea entre Cristina Kirchner y su principal hijo político, Axel Kicillof, pueden aparecer nuevos desprendimientos en el peronismo y también una posibilidad de reagrupamiento posterior. Hoy por hoy prevalece el debilitamiento por la eventual división del kirchnerismo en la misma provincia de Buenos Aires.
La elección porteña, planteada por Jorge Macri como un escenario propio para despegarse de un enfrentamiento directo en la elección con Macri, fue la oportunidad que Milei encontró para llevarse los votos que siempre pertenecieron al macrismo
En el tercer grupo deambulan, dispersos, sectores que ya tienen un acuerdo público o encubierto con Milei; otros que todavía lo buscan y, por fin, están quienes ya saben que será muy difícil una conciliación con el Presidente, pero desean un pacto de no agresión en sus distritos.
Más importante que esta clasificación primaria en tres grupos, son las verdaderas intenciones de los sectores que se acercan a Milei con el objetivo de cerrar un acuerdo electoral.
El propio grupo de decisión limitado a Karina Milei y Santiago Caputo dejó al descubierto las discusiones que los envuelven, entre otras cosas, por la decisión de estar solos o tender puentes para que crucen potenciales aliados.
Hay sectores que ya tomaron la decisión del tránsito a la incondicionalidad y creen que La Libertad Avanza será su nueva casa. Patricia Bullrich es el ejemplo más concreto, aunque su largo tránsito desde la izquierda peronista hasta los libertarios invite a revisar su criterio de firmeza en la pertenencia partidaria.
Mientras, entre los llamados radicales con peluca existen los que están decididos a jugar sus fichas por un cambio rotundo abandonando su partido de siempre.
Hay peligros silenciosos que limitan un triunfo de Milei en octubre; son las consecuencias no deseadas del necesario ajuste sobre la economía
Hay más. Existe un subgrupo que piensa en términos de proyección provincial. Por caso, el radical Rodrigo De Loredo, jefe del bloque de diputados, especula con un acuerdo ahora con Milei que lo instale como candidato a gobernador de Córdoba. Su socio y rival, el senador Luis Juez ya hizo explícito ese camino que De Loredo mantiene por ahora entre dientes.
En Santa Fe, Maximiliano Pullaro no cree en alianzas explícitas que sí se propone tener en Mendoza el también radical Alfredo Cornejo. Ambos coinciden en un punto: para 2027 aspiran a ser la variante prolija del presidente libertario.
Con esas mismas palabras presentó su choque contra Milei el expresidente Mauricio Macri cuando largó la cada vez más caliente batalla de la ciudad de Buenos Aires.
La elección porteña, planteada por Jorge Macri como un escenario propio para despegarse de un enfrentamiento directo en la elección con los libertarios, fue la oportunidad que Milei encontró para llevarse los votos que siempre pertenecieron al macrismo.
¿Esa pelea impedirá el ejercicio de pragmatismo que la estrategia libertaria tiene previsto realizar para ir hacia un acuerdo con el PRO para la elección en la provincia de Buenos Aires?
Acaba de agregarse otro incentivo para la desunión entre los libertarios y el PRO en territorio bonaerense. La eventual división del kirchnerismo puede alentar a ir a Milei y a los macristas cada uno por su lado. Sería un riesgo. Cristina y Kicillof pueden dividirse en la elección provincial y luego reunificarse para la pelea por las bancas nacionales.
En la maraña de ese y otros muchos detalles se esconden los obstáculos que Milei debe sortear para mantener la ventaja que el resto de la clase política le asigna para las próximas elecciones.
Hay otra cuestión que por ahora le sirve de esperanza al kirchnerismo y, también, a otras fracciones provinciales que no tendrán más remedio que defender sus posiciones contra Milei.
Esos peligros silenciosos, ajenos al ruido de las redes sociales y a la agenda monocorde de los comunicadores del oficialismo, están en las consecuencias no deseadas del necesario ajuste sobre la economía.
Las encuestas empiezan a registrar signos de cansancio motivadas en la dificultad para llegar a fin de mes con salarios bajos, en la restricción de consumos básicos y en la duración del tramo amargo. No son datos que auguren una derrota; son indicadores que recortan las posibilidades de un triunfo arrasador.
Milei tiene todavía la oportunidad de sembrar expectativas ahí donde empieza a tener deserciones de sus filas. Esos votantes que no ocultan el cansancio por el esfuerzo no encuentran todavía muchas más alternativas que las viejas propuestas. Los vacíos tienden a llenarse, más temprano que tarde. Milei está a tiempo de evitarlo.