Los investigadores no tenían dudas sobre la forma en que había ocurrido el triple crimen y suicidio en el barrio porteño de Villa Crespo, Todos los indicios y pruebas preliminares apuntaban a la responsabilidad de Laura Leguizamón, que mató a su esposo Adrián Seltzer y a sus hijos Ian e Ivo, de 15 y 12 años, respectivamente. Los peritajes confirmaron esa sospecha.
Los especialistas convocados por la Justicia para analizar la caligrafía de la cara encontrada en la cocina del departamento ubicado en el 6° A de Ravignani establecieron que ese texto fue escrito por Leguizamón entre la noche del 21 y la mañana del 22 de mayo cuando fueron hallados los cuerpos.
Para comparar escritos se utilizaron cuadernos de Ivo y Ian, otras libretas de la pareja y “formularios completados a mano en organismos públicos” en los que aparecía la letra manuscrita de Leguizamón, según consignó la agencia Noticias Argentinas.
Los peritajes ya había establecido que Bernardo Adrián Seltzer fue asesinado de tres puñaladas. Sus hijos adolescentes, Ian e Ivo, recibieron entre 10 y 12 cuchillazos cada uno. Tras el triple crimen, la sindicada homicida, Laura Leguizamón, esposa y madre de las víctimas, decidió quitarse la vida. Fue hallada en el baño del departamento, tenía heridas en la zona superior del pectoral, a la altura del corazón. También le descubrieron lesiones autoinfligidas en las muñecas. También se había clavado una uña en el cuello y en sus manos tenía cabellos.
Así lo determinaron los resultados de las autopsias hechas en la Morgue del Cuerpo Médico Forense del Poder Judicial de la Nación y que ya fueron entregadas al fiscal César Troncoso, funcionario a cargo de la investigación, según informaron a LA NACION calificadas fuentes policiales. En el caso interviene el juez nacional en lo criminal y correccional Luis Schelgel.
La homicida utilizó dos cuchillos que fueron secuestrados por personal de la Policía de la Ciudad designado para hacer los peritajes en la escena del múltiple crimen, el departamento 6 A del edificio situado en Aguirre 295, en Villa Crespo.
Un cuchillo de cocina con mango metálico se destacaba encima de las sábanas de la cama matrimonial, a 20 centímetros del cuerpo de Seltzer, dos heridas en la zona pectoral derecha y otra en la parte izquierda.
Fue una de las dos armas blancas halladas en la escena de la masacre. Tenía manchas hemáticas en el mango y en la hoja.
Ian e Ivo fueron apuñalados con un cuchillo de cocina con mango de madera. Esta arma blanca tenía mayor cantidad de restos de sangre. Fue encontrada del lado de la cama donde dormía la mujer.
El adolescente que fue asesinado en su habitación no solo tenía heridas de arma en la espalda, también en la nuca y en la cara. Su hermano fue apuñalado en la espalda y en el pecho.
El horror fue descubierto el 22 de mayo pasado a las 13.30, cuando la empleada doméstica que trabajaba para la familia Seltzer ingresó en el departamento y quedó presa del pánico al descubrir el cuerpo de uno de los adolescentes en la cocina.
Ahora, los peritos despejaron toda duda al analizar el texto encontrado en la cocina del departamento que fue escenario del horror. Si bien las letras son distintas y el texto simula ser una conversación entre los atacados y la atacante, muchos investigadores y profesionales de la salud habían sostenido que la hipótesis dominante es otra. Muchos de los investigadores del caso sostienen que al tener dos manchas de sangre en el centro, la carta habría sido escrita luego de los asesinatos, previo a la muerte final.
Si bien la frase principal es “Íbamos a la calle” se logran leer otras frases como: “Les arruinaba la vida”, “Con lo que iban a pasar, todo mal, muy perverso”, “Los amo” y “Lo siento”.
El fiscal César Troncoso, que trabaja en el caso con detectives de la División Homicidios de la Policía de la Ciudad, ya tomó testimonio al psiquiatra que le recetó los psicotrópicos e indagará en torno a su labor en este caso.
La presunción del fiscal y de los investigadores, basada en testimonios, es que Leguizamón habría discontinuado el tratamiento en los últimos dos meses. Eso podría haber acelerado su desequilibrio mental hasta un punto sin retorno.
Las pruebas e indicios recogidos hasta el momento dan sustento a la hipótesis de que Leguizamón, de 51 años, había sufrido hace poco menos de dos años un cuadro psiquiátrico agudo que, según confiaron a LA NACION personas del entorno de la familia, ella atribuyó a un pico de estrés. Un tratamiento consiguió estabilizarla, pero hace dos meses sufrió un nuevo episodio. A partir de ese momento, la mujer atravesó una crisis cuya manifestación cotidiana era la de una profunda depresión.
Esos voceros oficiosos dijeron que la voluntad de Leguizamón se había menguado a tal punto que permanecía la mayor parte del día en la cama, de la que solo se levantaba para compartir momentos con sus hijos. Debido a ese cuadro, Adrián Seltzer había decidido trabajar de forma remota –era consultor en una empresa dedicada al corretaje de granos– para estar en su casa, acompañarla y atenderla.
Habían puesto sus esperanzas en un tratamiento con un equipo interdisciplinario de psicólogos y psiquiatras del Hospital Italiano. Pero recién tendrían turno para la consulta en junio. Por eso, el fiscal Troncoso intenta determinar cuál era el verdadero estado de salud mental de la mujer, y si ese estado hacía presuponer un peligro que obligara a una atención urgente que, quizás, hubiese evitado la mayúscula tragedia.