*Por Nat Rutherford, teórico político
¿Sos vanidoso?
Si creés que no, probablemente deberías pensarlo de nuevo.
La vanidad es uno de los vicios modernos más evidentes.
Criticamos a la gente que piensa demasiado de sí misma, a quienes se preocupan demasiado por su apariencia y por lo que otras personas piensan de ellas.
Pero a la mayoría de nosotros nos importa lo que los demás piensan de nosotros, no solo en términos de nuestra apariencia física.
La vanidad no es solo una preocupación estética, sino de cómo nos vemos ante otras personas.
Es un “¿qué piensa el mundo de mí?”.
Para Jean-Jacques Rousseau, el filósofo suizo del siglo XVIII, sólo llegamos a convertimos realmente en humanos modernos cuando nos volvimos vanidosos.
Fue así que obtuvimos nuestra autoestima: producto únicamente del valor que los demás depositan en nosotros.
Dos amores
Rousseau distinguió entre dos conceptos de amor propio.
L’amour de soi (“amor a sí mismo”), el deseo natural de preocuparse por su propia supervivencia y l’amour propre (“amor propio”), la necesidad desesperada de brillar a los ojos de otras personas.
O, en otras palabras, la vanidad.
Desde este punto de vista, la vanidad era producto de una vida en sociedad.
A medida que las sociedades se desarrollaron, en algún momento entre los cazadores-recolectores y la Ilustración, dice Rousseau, los humanos se volvieron capaces de vivir solo a partir de la opinión de los demás.
“A fuerza de verse, llegaron a no poder prescindir de hacerlo”, dijo Rousseau, en su “Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres”.
El proceso fue similar al que vemos cuando los niños se convierten en adultos.
Al pasar por la adolescencia, de repente se dan cuenta de que tienen una posición o estatus particular dentro de la sociedad.
Y eso es cierto para la humanidad en general.
A medida que socializábamos, empezamos a preocuparnos cada vez más por cómo nos percibían los demás.
Los seres humanos se fueron volviendo más y más vanidosos e incapaces de autoevaluarse de manera independiente.
A Rousseau le desesperaba que todo el mundo se la pasara fijándose en los demás y deseando que se fijaran en ellos.
El que cantaba o bailaba mejor, el más guapo, el más fuerte, el más hábil o el más elocuente llegaba a ser el más apreciado.
Hasta que llegamos a valorar más la opinión que la gente tenía de nosotros, que la habilidad o la virtud en nosotros mismos.
El filósofo observó que no es tu elocuencia, tu belleza o tu fuerza lo que te importa: es que los demás te vean como elocuente, hermoso y fuerte.
En contraste
Creás una imagen de vos mismo que querés que los demás vean, y tu autoestima está determinada por cómo otras personas responden a tu máscara.
Hasta que finalmente la máscara reemplazó a la cara que había debajo.
Pero el amigo ocasional de Rousseau, el filósofo escocés Adam Smith, veía las cosas de manera un poco diferente.
Smith pensaba que Rousseau probablemente tenía razón en que la vanidad era la característica principal de los humanos modernos, pero también creía que era necesaria y la fuente de nuestra redención.
En “La teoría de los sentimientos morales“, Smith preguntó: “¿Qué objetivo tienen los afanes y agitaciones de este mundo?”.
Y respondió que era “ser observados, atendidos, considerados con simpatía, complacencia y aprobación”.
“Es la vanidad, no la comodidad o el placer lo que nos interesa”.
Para Rousseau, el amor propio es una característica ineludible del ser humano moderno.
También es la fuente de la desigualdad social.
En sociedades donde la apariencia es más importante que la realidad, parecer virtuoso reemplaza a ser virtuoso, como nuestra principal motivación.
Y así, perseguimos la riqueza y el poder para parecer importantes.
Pero Smith pensaba que este supuesto vicio era la fuente de nuestra sociabilidad y nuestra moralidad.
Somos vanidosos, y la sociedad nos hace serlo, pero es nuestra vanidad la que realmente permite que la sociedad funcione.
Nos importa lo que otras personas piensen de nosotros y, por lo tanto, ajustamos nuestro comportamiento en consecuencia.
Queremos ser vistos como responsables, por lo que nos comportamos de manera responsable.
Queremos ser vistos como generosos y por eso damos generosamente.
Queremos ser vistos como amables y por eso actuamos con amabilidad.
Rousseau pensaba que la vanidad nos lleva a preocuparnos por el estatus más que por la moralidad.
Hace que nos preocupemos por la máscara y no por la cara que hay debajo. Su vanidad nos deja a todos viviendo en un salón de espejos.
En contraste, para Smith no puede haber ninguna sociedad sin la máscara, porque la máscara es lo que hace posible la interacción social moral.
Ser alabados y dignos de serlo
Verte a vos mismo a través de los ojos de los demás es someterte al juicio de la humanidad, según la visión del filósofo escocés.
Es nuestra vanidad la que nos hace responsables ante otras personas.
Pero la vanidad, para Smith, no es simplemente una máscara.
“¿Qué mayor felicidad hay que la de ser amado y saber que lo merecemos? ¿Qué mayor desgracia que la de ser odiado y saber que lo merecemos?”, sostiene.
“El ser humano desea naturalmente no sólo ser amado sino ser amable, es decir, ser aquello que es el objeto natural y propio del amor.
“Naturalmente teme no sólo ser odiado sino ser odiable, es decir, ser un objeto natural y apropiado para el odio.
“No sólo desea la alabanza, sino el ser loable, o ser un objetivo natural y adecuado para el encomio, aunque en la práctica nadie lo alabe.
“No sólo le espanta el reproche sino el ser reprochable, o ser un objetivo natural y adecuado para el reproche, aunque en la práctica nadie le reproche nada”.
Queremos no sólo ser alabados sino ser dignos de serlo.
Y así, nuestra vanidad nos obliga a ganarnos el elogio de los demás: necesitamos merecer nuestro estatus social.
A diferencia de Rousseau, Smith no pensaba que la vanidad fuera el resultado o la causa de la corrupción moral, porque no puede haber moral ni sociedad sin vanidad.
Entonces, ¿sos vanidoso?
Ojalá que sí, porque ser social, y por lo tanto, ser humano es ser vanidoso.
O como dijo el novelista Kurt Vonnegut: “Somos lo que pretendemos ser, por lo que debemos tener cuidado con lo que pretendemos ser”.
*Este artículo es una adaptación del video “You’re so vain but here’s why that’s a good thing” de BBC Reel.