ROMA.- La jugada urdida por un sector conservador que apuntaba a regresar a una Iglesia “institucional” y a poner orden a la “confusión” creada por los 12 años y 39 días del pontificado del papa Francisco, no funcionó.
Pietro Parolin, el gran favorito a ser elegido papa, finalmente terminó saliendo cardenal de un cónclave que terminó, como aquel de 2013, con la sorpresa del primer papa estadounidense, pero, a la vez, latinoamericano, peruano.
El flamante papa, León XIV, eligió un nombre que ya es un programa y que indica claramente que seguirá ese camino de darle prioridad a los últimos de Jorge Bergoglio, su antecesor. Fue León XIII (1878-1903) el papa que por primera vez en su encíclica Rerum Novarum, habló de los obreros, en plena Revolución Industrial, dando a luz la moderna doctrina social de la Iglesia.
“Si el obrero percibe un salario lo suficientemente amplio para sustentarse a sí mismo, a su mujer y a sus hijos, dado que sea prudente, se inclinará fácilmente al ahorro y hará lo que parece aconsejar la misma naturaleza: reducir gastos, al objeto de que quede algo con que ir constituyendo un pequeño patrimonio”, escribió León XIII. “Pues ya vimos que la cuestión que tratamos no puede tener una solución eficaz si no es dando por sentado y aceptado que el derecho de propiedad debe considerarse inviolable. Por ello, las leyes deben favorecer este derecho y proveer, en la medida de lo posible, a que la mayor parte de la masa obrera tenga algo en propiedad. Con ello se obtendrían notables ventajas, y en primer lugar, sin duda alguna, una más equitativa distribución de las riquezas, siguió, en una encíclica promulgada el 15 de mayo de 1891 y que resulta más que actual en el mundo de hoy.
“La violencia de las revoluciones civiles ha dividido a las naciones en dos clases de ciudadanos, abriendo un inmenso abismo entre una y otra. En un lado, la clase poderosa, por rica, que monopoliza la producción y el comercio, aprovechando en su propia comodidad y beneficio toda la potencia productiva de las riquezas, y goza de no poca influencia en la administración del Estado. En el otro, la multitud desamparada y débil, con el alma lacerada y dispuesta en todo momento al alboroto”, también indicó León XIII, en afirmaciones que no pueden no recordar esa lucha por los descartados, los últimos del papa Francisco, que se convirtió en la voz de los si voz. Y que, en un mundo que consideraba sumido en una “tercera guerra mundial en pedazos”, nunca se cansó de llamar a la paz, contra viento y marea.
Paz, justamente, fue la primera palabra pronunciada este jueves por su sucesor estadounidense, que no recordó a su Chicago natal, sino que recordó a la gente de la diócesis peruana de Chiclayo.
Al margen de hablar de paz, León XIV, un papa en continuidad absoluta con Francisco, habló de Iglesia misionera, de diálogo, de justicia, de caridad, de humanidad. Y, además, de una Iglesia sinodal, la gran apuesta del papa Francisco, hostigada y jamás comprendida por sus detractores y por quienes quisieron dar marcha atrás respaldando la candidatura de su brazo derecho, Parolin, que si bien siempre fue leal a su jefe máximo, no ocultaba que no compartía varios de sus procesos de apertura de la Iglesia a la realidad concreta de hoy.
Más allá del ataque realizado en los primeros días del cónclave a Francisco -apenas fallecido días antes- por cardenales en que él, al principio, había confiado, que criticaron su reforma de la curia que hizo que ahora una mujer o un laico puedan ser prefectos –uno de ellos fue el cardenal Beniamino Stella, estratega de la campaña de Parolin-, en el cónclave primó ese deseo de caminar juntos y de avanzar con una Iglesia inclusiva y menos jerárquica de Francisco.
En los últimos días, las congregaciones habían pedido un nuevo papa “pastor”, “profético”, “cercano a las heridas de hoy”. Un perfil muy distinto al del gran favorito, que jamás tuvo experiencia pastoral al frente de una diócesis.
Prevost, según expertos, contó con el respaldo de los cardenales norteamericanos y latinoamericanos progresistas y, probablemente de la mayoría de los 23 asiáticos, que después de haber votado en el primer escrutinio al otro gran favorito, el cardenal filipino Luis Antonio Tagle, al ver que también Prevost tenía un paquete de votos consistente en la primera votación, en las siguientes, optaron por él.
En una entrevista que concedió a LA NACION después del mediodía, tras la segunda fumata negra, el cardenal Sean O’Malley, arzobispo emérito de Boston, donde se hizo famoso por su lucha en contra de los abusos sexuales en el clero, y “papable” en el cónclave de 2013, pero que no pudo votar esta vez porque cumplió 80, adelantó que Prevost podía llegar a ser la sorpresa.
“Yo creo que todo es posible. El hecho de que ya hemos tenido papas de Alemania, Polonia, Argentina, todo es posible. No se puede descartar un papa de los Estados Unidos. Es verdad que en el mundo de hoy es más difícil que sea estadounidense, pero no imposible”, dijo a LA NACION, al ser consultado sobre si podía llegar a romperse el tabú del papa norteamericano.
O’Malley, que participó de las reuniones pre-cónclave, como todos los cardenales de más de 80 años, también hizo entender que la mayoría apuntaba a seguir el camino iniciado por el exarzobispo de Buenos Aires.
Destacó la internacionalización del colegio de cardenales electores -de 70 países, de todos los continentes-, que logró Francisco, que dio lugar a “perspectivas nuevas y distintas”. “En el pasado fuimos muy eurocéntricos, pero esa Iglesia quedó en el pasado”, dijo O’Malley, que es presidente de la Pontificia Comisión de Tutela de Menores que creó Francisco.
O’Malley, afable capuchino de hábito marrón y barba blanca, dejó entender que la gran mayoría de los cardenales no quería dar marcha atrás.
“Todos se dan cuenta de la importancia del papado y esto quedó claro con la respuesta internacional que hemos visto a la muerte del papa Francisco. El funeral demostró la importancia del ministerio petrino, que va más allá de la Iglesia en un mundo donde hoy hace faltan liderazgos y hay tanta polarización. La voz profética del Santo Padre es fundamental porque puede llevar el mensaje evangélico a todo el mundo, de ayuda a los últimos, de paz, de justicia y es un servicio a la humanidad. Y sobre todo el papa Francisco, con su personalidad y deseo de cercanía tuvo un impacto fuera de la Iglesia que fue enorme. Y creo que los cardenales quieren que eso siga con el próximo papa”, anticipó. Y no se equivocó.