Monseñor Marcelo Colombo, presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, se refirió a “la complicidad de tantos sectores políticos y sociales” en la promoción del juego online, nefasto promotor de la ludopatía en niños y adolescentes. Lo hizo en la apertura de un plenario de obispos en el que también abogó por “la amistad social” y “la participación sin exclusiones”.
La Iglesia ha alzado la voz en torno del tema del juego en reiteradas ocasiones, atenta a las nefastas consecuencias de este mal en avance y por el que reclama la aprobación del proyecto de regulación que aguarda en la Cámara de Senadores. Ya nos hemos ocupado desde este espacio de denunciar que son muchos los actores que solo buscan trabar la sanción. Los intereses en juego son exorbitantes.
La Pastoral Social del Episcopado por su parte, hizo llegar una misiva a Victoria Villarruel, en su carácter de vicepresidenta de la Nación, para que impulse el proyecto, pues “estamos poniendo un casino en la mano de los niños”. El crecimiento de la actividad parece desmadrado. El Ministerio de Educación porteño ya bloqueó el acceso a más de 1000 sitios de apuestas ilegales y juegos online en coordinación con la Agencia Gubernamental de Control y el Ente Regulador de Juego para prevenir la ludopatía. Pero no basta.
En las reuniones de comisiones que están teniendo lugar en la Cámara alta, se analizan y debaten los pormenores de una ley que ya está llegando tarde. En el ámbito deportivo, por ejemplo, pensar en prohibir la publicidad genera innumerables resistencias, empezando por la Asociación del Fútbol Argentino, cuyos dirigentes parecen moverse al compás de las monedas. Contraponiendo argumentos, se habla incluso de que los clubes quedarían desfinanciados y con ello la obra que realizan en el campo social, como si pudieran medirse con tanta precisión ambos efectos.
No está demás plantear el paralelismo entre el cigarrillo y el juego en estas instancias que transitamos. Fueron años de confrontación y cuestionamientos a las nuevas reglas hasta lograr que se instalaran en beneficio de la salud. Hoy las celebramos. Quienes peinan canas aún recuerdan cuántas publicidades de cigarrillos asociaban la buena vida con la adicción al tabaco, por ejemplo. Hoy son además de comerciales, ejércitos de influencers, deportistas y camisetas de clubes, entre otros, los que salen a cazar víctimas.
Así como se demostró que el cigarrillo afectaba severamente la salud, desde 1980 la ludopatía es reconocida como enfermedad por la Organización. Mundial de la Salud (OMS) desde 1980. Por lo tanto, su prevención y tratamiento son de interés público.
Los obispos han levantado la voz en nombre de quienes no la tienen. En su tarea pastoral son testigos privilegiados y directos de los estragos que la adicción al juego realiza en innumerables familias. Y es una sociedad en su conjunto la que se enfrenta a este creciente flagelo y que clama por la sanción de la ley que regule de una buena vez las prácticas que lo fomentan en beneficio de unos pocos que se niegan a ver afectados sus negocios.
