“Nada es real”, cantaba John Lennon en “Strawberry Fields Forever”. Era 1967 y The Beatles estaban inmersos en su fase psicodélica, donde la realidad y la fantasía se entreveraban de una forma que solo podía darse en el mundo de la banda de rock más grande del mundo, llena de seres extraños que lograban insertarse en su entorno para llevarse una tajada de su éxito. Para peor, Brian Epstein, su histórico manager, había fallecido, dejándolos desamparados y a merced de un despilfarro que los llevó al borde de la ruina.
“Y entonces traje a Magic Alex y todo fue de mal en peor”, admitió John. Yannis Alexis Mardas, o “Magic Alex”, como lo bautizó Lennon, fue uno de esos excéntricos personajes que se ganó la confianza de los Fab Four a base de promesas de inventos irrealizables que les hizo perder mucho dinero y hasta puso en peligro la grabación de Let It Be.
De origen griego, llegó a Inglaterra en 1965 con apenas 23 años y trabó amistad con el artista John Dunbar, fundador de la galería Indica, un conocido espacio de la contracultura británica donde John y Yoko Ono se conocieron. Mardas se fue a vivir a su departamento mientras trabajaba como técnico de televisores. Sin embargo, él siempre creyó que estaba para más: “Soy un jardinero del rock y ahora me dedico a la electrónica. Quizás el año que viene haga películas o poemas. No tengo entrenamiento formal en ninguna de estas disciplinas, pero eso es irrelevante”, admitió en su momento.
De hecho, tras exhibir sus esculturas de luz kinética en Indica, llamó la atención del guitarrista de The Rolling Stones, Brian Jones, quien le pidió que diseñara las cajas de luces psicodélicas que el grupo utilizó en la gira europea de 1967, donde presentaron Their Satanic Majesties Request. Cuando Lennon lo conoció, quedó impresionado por un dispositivo que había diseñado al que llamó Nothing Box, que no era más que una pequeña caja de luces que se encendían y apagaban al azar y que, bajo los efectos del LSD, el beatle podía quedarse mirando durante horas.
Como bien señaló Dunbar años más tarde, Mardas “era muy astuto en la forma en que se vendía. Sabía lo suficiente como para entender cómo y hasta qué punto engañar a la gente”. John, que era un apasionado de la tecnología, se dejó llevar por las habladurías de Alex y lo convirtió en su “nuevo gurú”, como le hizo saber a todo el mundo. Como buen embaucador, era dueño de un carisma único, por lo que rápidamente conquistó al resto de la banda, que lo puso a cargo de Apple Electronics, la división de electrónica de la corporación beatle, que bajo la dirección de Mardas aspiraba a convertirse en un faro de innovación tecnológica, donde lo imposible se volvería realidad.
Hay diversos testimonios que dan cuenta de los inventos que Magic Alex había prometido construir, como un empapelado con parlantes, la pintura eléctrica, una pintura para autos que cambiaba de color al modificar la marcha, un plato volador, un campo de fuerza para proteger las casas de los Fab Four, una cámara de rayos X, un sol artificial que iba a ser utilizado en la inauguración de la Apple Boutique y hasta un sistema antipiratería para evitar que el público grabara las canciones de The Beatles de la radio. Sorprendentemente, una de sus ideas sí se materializó, aunque no fue gracias a él: el teléfono con identificador de llamada y que responde a la voz de su dueño.
De acuerdo con el ingeniero Geoff Emerick, Mardas fue el que los convenció de que los estudios de EMI no eran lo suficientemente buenos para ellos y que debían tener el propio en las oficinas de Apple, en el sótano ubicado en la calle Saville Row de Londres. Él les prometió que podría diseñar una consola de 72 pistas -a fines de los 60 las más modernas tenían ocho- y un campo de fuerza para insonorizar la batería. “Lo que nosotros les ofrecíamos en EMI, le dijo a The Beatles que él podía construírselo más pequeño y mejor”, recordó Emerick en sus memorias.
El 2 de enero de 1969 comenzaron los ensayos del proyecto Get Back (luego rebautizado Let It Be) en los estudios de filmación de Twickenham. Tras las tensiones que se generaron alrededor de ese espacio -que culminó con la renuncia temporal de George Harrison-, el cuarteto decidió continuar con la grabación del sucesor del Álbum Blanco en su propio estudio. Sin embargo, descubrieron que lo que había armado Magic Alex no servía de nada y George Martin tuvo que pedir a EMI el equipamiento necesario para continuar, ya que los Beatles no estaban dispuestos a grabar en otro lado.
“A pesar de su conocimiento técnico, olvidó hacer agujeros en la pared entre el estudio y la sala de control, por lo que había que pasar los cables a través de la puerta. Además, se filtraba un desagradable ruido que venía del aire acondicionado, por lo que había que apagarlo cada vez que queríamos grabar”, aseguró el productor en Anthology. Para Harrison, “fue el mayor desastre de todos los tiempos”.
Los inventos que Mardas desarrolló para Apple nunca vieron la luz porque su taller, misteriosamente, se prendió fuego. Cuando Allen Klein asumió el manejo de la compañía, su división fue cerrada y él terminó su vínculo con The Beatles. Se estima que generó pérdidas valuadas en 300.000 libras, que hoy representan alrededor de 6.5 millones.
“Si puedes construirlo, entonces nos gustaría tener uno. Siempre era ‘queremos uno’”, recuerda Paul McCartney en la biografía que escribió de él Barry Miles, Many Years from Now. Con sus alocadas ideas, Alexis había logrado ser aceptado en el círculo íntimo del cuarteto de Liverpool, que confiaba plenamente en sus ocurrencias. Fue uno de los que se subieron al autobús en el film Magical Mystery Tour, donde podría haber tenido su minuto de fama como protagonista de una escena en la que canta el spiritual “Joshua Fit the Battle of Jericho”, pero finalmente fue eliminada.
También fue uno de los pocos que acompañó a The Beatles en su viaje de meditación a la India con el Maharishi Mahesh Yogi en 1968. Él, celoso de la influencia que el fundador de la meditación trascendental estaba ejerciendo sobre Lennon, habría inventado el rumor de que se habría propasado con una alumna, lo que provocó la decepción de George y de John, que fueron los últimos en irse del monasterio ubicado en la ciudad de Rishikesh. Para canalizar su enojo, el segundo compuso “Sexy Sadie”.
Un año antes, Magic Alex ayudó a los Beatles a concretar uno de sus proyectos más extravagantes. Cansados del asedio de la prensa y de los fanáticos, intentaron comprar una isla en Grecia y Mardas, cuyo padre tenía contactos con el gobierno militar helénico, consiguió los permisos adecuados para lograrlo. Los cuatro imaginaban vivir en casas separadas, pero unidas a través de túneles, con un espacio común en el centro donde realizar sus actividades. Sin embargo, fueron a visitarla y, tras soportar un día de copioso mal tiempo, se arrepintieron.
Tras culminar su vínculo con los Beatles, poco se supo de él. En los 70, fundó empresas que desarrollaron dispositivos electrónicos destinados a la defensa y al uso militar y luego se dedicó a blindar autos para líderes de todo el mundo. Tuvo entre sus clientes al príncipe Juan Carlos de España, al último Sah de Irán, al rey de Jordania y al sultán de Omán. Aparentemente, sus productos no habrían sido de la mejor calidad. En 1997 regresó a Grecia, donde vivió hasta el final de sus días. El 13 de enero de 2017 murió a los 74 años de una neumonía.
Como señala el periodista Peter Doggett en su libro sobre la separación de The Beatles, You Never Give Me Your Money, Alexis Mardas fue uno de los personajes más denostados de la historia del grupo. En 2010, tras ganar una demanda por difamación a The New York Times, publicó un documento en el que contó su versión de la historia, en la que negó todo lo que a lo largo del tiempo se dijo de él, incluso afirmaciones que fueron ratificadas por diferentes testigos. Como sea, su irrupción en la vida del grupo más importante de la historia no deja de ser sorprendente; la prueba de que con los Fab Four todo era posible, hasta lo imposible.