¿Malezas resistentes o errores de manejo?: los técnicos respondieron todo para no fallar con el control

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La sala estaba llena. Sin butacas disponibles, muchos técnicos, productores y contratistas permanecían de pie al fondo o se sentaban en el piso para escuchar a los cinco especialistas convocados para analizar uno de los desafíos más urgentes del sector: la resistencia de las malezas gramíneas. Los disertantes coincidieron en un punto central: la resistencia existe, pero muchas veces el fracaso en el control se debe más a errores de manejo que a la falta de productos eficaces. Monitorear, conocer la biología de cada especie, elegir el momento justo y planificar a largo plazo se volvió más importante que nunca.

Eso fue lo que ocurrió en el panel “Resistencias de Malezas Gramíneas: un problema que exige nuevas estrategias. De la situación regional a la acción integrada”, donde disertaron Ramón Gigón, especialista en manejo integrado de malezas, Mauro Mortarini, director de Ojo del Salado Agroconsultora, Eduardo Cortés, consultor privado, Andrés Rampoldi, especialista del INTA Concepción del Uruguay, y Nicolás Bongiorni, gerente Técnico Herbicidas LATAM de Syngenta.

“La resistencia está, la hemos confirmado con mucho trabajo, pero también hay un problema de momento de aplicación y de elección del producto”, afirmó Mortarini. Destacó que “el tercer ítem más mencionado por los técnicos como causa de falla es justamente el uso del herbicida incorrecto”. El uso sin estrategia, según el experto, genera presión de selección, acelera los procesos evolutivos y conduce a resistencias que luego son muy difíciles —y costosas— de revertir.

Andrés Rampoldi

El primer paso, insistió, es reconocer la maleza y monitorear a campo. “Muchas veces fallamos porque no sabemos qué maleza tenemos”, planteó Mortarini. La identificación errónea de especies, o directamente el desconocimiento, impide elegir el modo de acción adecuado, tanto en preemergencia como en posemergencia.

En la misma línea, Gigón remarcó la importancia del “timing” y alertó: “Hay que estar encima de los lotes, hacer el reconocimiento a tiempo y aplicar en el justo tamaño. Si no, los productos nuevos no van a servir, o van a aparecer nuevas tolerancias y resistencias”.

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Los errores más frecuentes, coincidieron, están relacionados con el tamaño de la maleza al momento de aplicar, el tipo de biotipo presente y la elección del principio activo. «Echinochloa colona muestra una resistencia media a baja, entonces, cuando se aplica el herbicida en tamaños pequeños, puede funcionar. Pero crus-galli tiene una resistencia de media a alta», explicó Mortarini, y detalló que “si nos pasamos de los tres o cuatro macollos, la eficacia de control comienza a bajar”.

Habla Mauro Mortarini, director de Ojo del Salado Agroconsultora

La complejidad del problema se multiplica en zonas como Entre Ríos, donde los biotipos varían de norte a sur. “Del centro hacia el sur predomina colona, aunque también aparece crus-galli”, indicó Rampoldi. Además, alertó sobre una ventana de emergencia cada vez más extensa: “Estamos viendo emergencias de Echinochloa ya en agosto. Incluso hay registros de nacimientos dentro de cultivos de trigo».

Esto implica que las malezas conviven con los cultivos durante toda la campaña y muchas veces emergen por detrás de las estrategias de control más comunes, lo que complica las decisiones agronómicas.

Resaltaron que conocer la biología de cada biotipo es clave. “Detectamos que los biotipos de colona llegan a floración entre los 45 y 50 días, pero los de crus-galli pueden tardar hasta 80 días”, remarcó Mortarini. “Ambas son malezas C4, adaptadas a condiciones extremas, a inundaciones, a estrés térmico. No les afecta nada”. Esa plasticidad las hace extremadamente competitivas, sobre todo en suelos con manejo deficiente o con menor cobertura.

Los especialistas también advirtieron sobre el mal uso de las tecnologías disponibles. “Con la revolución de la soja Enlist, como tenemos que usar glufosinato y 2,4D, no le damos importancia al uso de preemergentes, y cuando nacen las gramíneas dentro de la soja Enlist y tengo el glufosinato, las voy a querer controlar con eso, y ahí empiezo a ver fallas importantísimas”, señaló Mortarini. En ese sentido resaltó la falta de rotación de ingredientes activos, sumada a la repetición de cultivos de verano y la tendencia a ahorrar aplicaciones, lo que potencia la aparición de resistencias múltiples.

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Rampoldi, por su parte, llamó la atención sobre la triple resistencia que ya se observa en muchas zonas. “Tenemos resistencia a ALS, al glifosato y ahora también a graminicidas. Este problema está aumentando considerablemente”, advirtió. Y agregó: “Empezamos a tener situaciones en las que se va perdiendo el control”. La consecuencia es clara: se reduce el arsenal disponible y aumentan los costos de control, muchas veces con menor eficacia.

La presión de selección, remarcaron, está muy ligada a los errores de planificación. “Si la maleza nace en febrero y el productor la deja crecer, cuando aplica en junio ya tiene una planta grande y necesita una bomba de doble golpe”, graficó Gigón. En esos casos, dijo, se aplica glifosato y cletodim, pero “nos terminan quemando el cletodim”. La recomendación que dieron es combinar productos, aplicar en tamaños chicos e incorporar preemergentes. También se destacó la importancia de pensar el manejo más allá de una campaña puntual, y de formar equipos técnicos capacitados para implementar esquemas integrados.

Eduardo Cortés

El raigrás en cultivos invernales también fue tema de alerta. “Ya estamos comenzando a ver pérdida de sensibilidad a herbicidas que veníamos usando”, dijo Rampoldi. Para Bongiorni, parte del problema es que “hay una falencia en algunos estudios previos, porque no se hizo con el tamaño o la distribución correcta, y se está asociando resistencia en lugares donde tal vez no la hay”.

Bongiorni puso cifras al crecimiento del problema. “Este es el mercado de uno de los principales graminicidas, que ha pasado de casi 25 millones de litros. Vimos una tendencia de crecimiento considerable del cletodim”, dijo.

También destacó la aparición de mutaciones genéticas en el campo. “Ya estamos pudiendo secuenciar, y mediante esa secuenciación estamos detectando que hay siete posiciones genéticas que confieren resistencia a las ACCasa”, dijo.

En base a esa información, señaló, se están desarrollando nuevas moléculas. “En lugar de partir de una molécula para ver dónde encaja, se parte del problema observado, se monitorea, se identifica cuál es el camino de la presión de selección, y en función de eso se crean modelos que permiten desarrollar moléculas capaces de acoplarse y ofrecer una solución versátil”, expresó.

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