MIAMI.– Daisy, Blueberry y Tinker, tres pingüinos patas negras del Seaquarium de Miami, caminaban con su andar característico fuera de su recinto y se toparon con una inusual multitud de público y varias docenas de personas en fila de espera.
Ese domingo era el último día del Seaquarium, el icónico oceanario del sur de Florida desde hace 70 años, y los vecinos de la ciudad se acercaron a mirar por última vez a esos queridos animales que les traían recuerdos de infancia: la marcha diaria de los pingüinos, los leones marinos haciendo sus piruetas y el espectáculo de delfines llamado “Flipper”, en honor a la serie de televisión que hizo famoso al acuario hace más de medio siglo.
“Es triste, como un ¡Hurra! final”, dijo Sue Chatlos, de 76 años, quien volvió ese día al parque por primera vez en 20 años junto a su esposo Mark y su hijo Jason, de 55. “Me dan ganas de llorar”, agregó.
Afuera del parque el panorama era otro: allí los manifestantes descorchaban botellas para celebrar el fin de lo que para ellos era crueldad contra los animales. El Seaquarium fue blanco de los defensores de los derechos animales desde hace años, sobre todo cuando allí vivía todavía la orca Lolita, también conocida como Tokitae o “la Toki”, que murió en 2023.
“Vengo protestando desde 1986”, expresó Susan Hargreaves, vecina del condado de Palm Beach, mientras levantaba una copa de champagne: “Hoy le clavamos un clavo más al cajón del negocio del encarcelamiento animal”.
Adentro, si bien muchos comentaban que extrañarán el parque, pocos parecían lamentar su cierre. “La visión de la sociedad sobre la vida marina cambió radicalmente”, apuntó Mark Chatlos. Antes, tener encerrados a enormes mamíferos y otros animales para que hagan shows en los parques temáticos era algo ampliamente aceptado. Hoy ya no.
Pero la familia Chatlos hizo hincapié en el paso del tiempo. Los Chatlos viven en Fort Lauderdale y Sue recordó que se sumaba a las visitas escolares de su hijo Jason al Seaquarium cuando era niño. Más tarde, empezó a llevar a sus nietos, que hoy también son adultos. Ese domingo, ella, su esposo y su hijo fueron las tres primeras personas en ingresar al oceanario en su último día.
Sue agradeció los esfuerzos del Seaquarium para educar a los visitantes sobre la importancia del conservacionismo. “Si no los ven de cerca, cara a cara, ¿las generaciones futuras estarán tan dispuestas a proteger a estos animales’”, se preguntó.
Desde 1955
El Seaquarium ocupa unas 14 hectáreas de terreno sobre la línea de frente del mar, con amplias vistas del horizonte de Miami, y es propiedad del condado de Miami-Dade en Virginia Key. Tras su apertura en 1955 –18 años antes de la apertura del parque temático SeaWorld en Orlando–, el Seaquarium se convirtió en una atracción turística obligada. Ahí se filmó la serie “Flipper” durante la década de 1960, al igual que partes de otros programas y películas.
Pero durante un tiempo el parque decayó. Los activistas por los derechos de los animales, incluyendo a Personas por el Trato Ético de los Animales, venían denunciando desde hace años el trato y las condiciones de la orca Lolita y otros animales. Y en 2022 el Departamento de Agricultura de Estados Unidos descubrió que nueve delfines eran subalimentados deliberadamente “para garantizar que después interactuaran con la entrega de comida por parte de los visitantes durante los espectáculos”. En cuanto a Lolita, meses antes de que muriera en cautiverio el Seaquarium había acordado liberarla al océano.
En 2024, aunque el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos aseguró que el Seaquarium había cumplido con la Ley Federal de Bienestar Animal, el Condado de Miami-Dade canceló el contrato de arrendamiento del predio, alegando “continuas infracciones, incluyendo el deterioro de los hábitats de los animales” y “falta de personal veterinario”.
Raquel Regalado, comisionada del condado cuyo distrito incluye el Seaquarium, consideró que era hora de hacer un cambio. Recordó haber visto actuar a Lolita cuando era niña y haber celebrado una fiesta de cumpleaños en el parque. “Cada vez que alguien venía de visita a la ciudad, lo llevabas ahí”, señaló la comisionada, y también mencionó que su hijo fue de campamento de verano ahí durante años.
“Pero el tema de los mamíferos marinos es triste”, agrega. Ahora que es adulta, lo ve y lo entiende: “Esa parte duele un poco”.
La empresa matriz del Seaquarium, The Dolphin Company, con sede en Cancún, México, en marzo se declaró en bancarrota. Ni The Dolphin Company ni el Seaquarium respondieron a las solicitudes de comentarios para esta nota. Lo que sí se sabe es que contrató a una consultoría veterinaria para lograr reubicar a los animales en los próximos meses.
Como parte del proceso de quiebra, un promotor inmobiliario de Miami ofreció alquilar el predio por 22,5 millones de dólares: la propuesta del Terra Group incluye la modernización de la infraestructura del lugar, la creación de un paseo público por la bahía y la construcción de un puerto deportivo, restaurantes y locales comerciales.
David Martin, CEO de la empresa, dijo en una entrevista que le gustaría incluir un acuario –sin mamíferos marinos– y otras ofertas educativas relacionadas con el conservacionismo. También pretende preservar la impactante cúpula geodésica dorada del Seaquarium, diseñada por el arquitecto futurista R. Buckminster Fuller.
“Es un patrimonio que evoca muchos recuerdos en muchas familias”, señaló Martin, y recordó que visitó por primera vez el Seaquarium a los 3 años. “Queremos hacer algo que rinda homenaje a ese patrimonio, pero que a la vez modernice el lugar”, indicó.
El domingo, las familias y los veteranos que fueron de visita por última vez, pagando 40 dólares por adulto y 20 más de estacionamiento, no parecían demasiado impactados por el evidente deterioro del oceanario: edificios desgastados, limitada oferta de atracciones, letreros sucios y descoloridos, y varias exhibiciones directamente cerradas.
“No lo veo tan venido abajo”, opinó Beth Weisman, de 67 años, de Aventura. Contó que trajo de visita a su hijo pequeño Andrew poco después de que la familia se mudara de Nueva York. Andrew hoy tiene 39 años y el domingo concurrió junto a su madre.
“Para mí está igual”, sentenció Andrew mientras miraba alrededor.