Marcela Roitman. La arquitecta cordobesa que reinterpreta objetos rituales para la celebración del Shabat

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La arquitecta Marcela Roitman pasó de los megaproyectos en Nueva York a un micro emprendimiento que incluye manos artesanas de todo el país. Entre el punto de partida y el de esta escala pasaron muchos años y mudanzas. Pero, sobre todo, un giro personal profundo que la llevó a diseñar objetos rituales para la celebración de Shabat. Orpnimi, que en hebreo significa luz interior, condensa una exploración espiritual que se traduce en copas, candelabros, mantos, platos y mates de alpaca, que homenajean a los gauchos judíos.

“En este proyecto conviven, se entrelazan y se enriquecen mis identidades judía y argentina”, señala Roitman, graduada en la Universidad Nacional de Córdoba, magíster en Diseño Arquitectónico por la Universidad de Columbia y arquitecta del estudio de Rafael Viñoly, en Nueva York, entre el 2002 y 2005.

Cuando era chica, Marcela inclinaba su mesita para transformarla en un tablero de dibujo. En la casa de su Córdoba natal empezó esta pasión que luego llevó a Nueva York y hoy está asentada en Buenos Aires, donde instaló su estudio. En abril de este año sus piezas de judaica estuvieron expuestas en las mesas del restaurante de Narda Lepes, que dedicó una semana a la comida típica de la celebración de Pesaj (Pascua judía). Y en septiembre viajará a París, donde exhibirá sus obras en Paris Design Week Factory, la semana de diseño impulsada por la feria Maison&Objet.

“Cada objeto surge de mi propia necesidad, de la mesa que armamos en familia para celebrar los ritos. Disfruto mucho los viernes a la noche el Shabat, que anticipa tiempo en familia, pausa y encuentros”, señala Roitman. “Estudié Cábala y me movió muchas cosas. Siempre fui observante y cercana a lo religioso. Pero estudiar me corrió a otro lugar más profundo. Volví al dibujo, mi gran refugio introspectivo. Orpnimi salió espontáneamente”, asegura Roitman, ex docente de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la UBA.

Los mates de su colección homenajean a los gauchos judíos

Durante un año mapeó el circuito de artesanos de todo el país para contactar orfebres, expertos en telares e hilanderas de randas. En Salta, se tallan las copas de alpaca; en una cooperativa tucumana se traman los textiles tejidos y, en Buenos Aires, las servilletas y mantos de lino. Además, en Córdoba se bañan en plata los candelabros, que también funcionan como floreros.

“Busco que cada pieza sea un objeto valioso en todas sus etapas, hasta llegar a las casas, a los rituales de cada uno, y así seguir su historia. Orpnimi nace de un deseo que se proyecta en sus piezas: compartir sentido, acompañar mesas donde se alimentan cuerpo, alma y espíritu”, dice Roitman. Y agrega que esta conexión personal forma parte de una oportunidad: la de ser y hacer la magia de Shabat.

La Cábala o Kabbalah es una sabiduría espiritual ancestral que tiene más de 4000 años de antigüedad. En su camino exploratorio, Roitman descubrió que el sentido de sus piezas rituales “atraviesa el calendario, cada año somos diferentes y se plantean otros desafíos. Esta línea de tiempo es una manera de apropiarme de mi proceso personal. Es mi manera de entender los rituales, materializarlos y compartirlos con una estética que se corre de lo tradicional para representar la vida actual”, subraya.

Así, diseña candelabros con siete escalones, uno por cada día de la semana y, en el último, la luz de la vela. “La llegada de la pausa es la búsqueda de la luz, que no es poco en estos tiempos de vértigo. Me conmueve ese tiempo detenido que te invita a mirar la realidad que estuviste cocreando durante esos siete días”, señala.

En tanto, las copas Cactus simbolizan la expansión de nuestras vasijas internas. Por eso hay una pequeña e invertida y otra más grande, lista para llenarse de vino. Son de alpaca martillada con soldaduras de plata. También las copas Cascabel, simples y lúdicas, que evocan la alegría de convocar a todos a la mesa. Al moverlas se escucha el sonido de una campana: “Un llamado delicado a reunirse, reconectar y celebrar lo que nos une”, dice.

La arquitecta que investigó la profundidad conceptual de los ritos encontró cómo se condicionan las piezas desde lo formal y lo material. Por eso, los mantos para el pan trenzado (jalot) están elaborados en lino azul, teñidos con un pigmento ancestral y estampados con un canto de paz.

En cuanto a los mates de alpaca que reinterpretan el estilo colonial, Roitman explica que asumen “un homenaje a los gauchos judíos, que me conmueven desde siempre. Son un guiño en honor a quienes llegaron a la Argentina hace más de cien años, buscando una tierra libre”, apunta. Los lanzó el pasado 9 de julio, repasando el derrotero de los inmigrantes judíos que desembarcaron desde Rusia.

“Escaparon de pogroms. Eran zapateros o vendedores ambulantes y se convirtieron en gauchos avezados. La región pampeana fue para ellos una tierra prometida. Por eso, mi homenaje a esta patria grande, abierta y generosa, que los recibió. Y también a ellos por su apertura, su tenacidad, su lucha y la construcción de este tejido entrelazado, que es parte de la identidad de los judíos argentinos”, destaca. La colección de mates, entonces, está inspirada en aquellos gauchos que no sabían arar, “pero aprendieron con gratitud a trabajar esta tierra fértil que los abrazó. Tomaban mate con el agua del samovar traído de Rusia, acompañado con leicaj (torta de miel que se sirve en la mesa del Año Nuevo Judío)”, agrega.

Marcela Roitman

De la experiencia en el estudio de Rafael Viñoly (1944-2023), el icónico arquitecto uruguayo que construyó su carrera en los Estados Unidos, se trajo una gran capacidad para trabajar en equipo y a toda velocidad. El autor del Aeropuerto de Carrasco y el Puente de la Laguna Garzón, entre otros, “era muy divertido y muy exigente”, recuerda Roitman, que participó en distintas presentaciones a concursos internacionales: estadios, bancos, complejos olímpicos y hospitales, entre otros. “Si seguía no volvía más. Y quería volver”, dice. Así, instaló su estudio en Buenos Aires, armó una familia porteña y, al mismo tiempo, viaja seguido a visitar a su familia en Córdoba: “Llevo una vida cordobesa”, apunta.

De diseñar a gran escala en Nueva York a las piezas de microarquitectura que hoy la reconectaron con su identidad y le habilitaron un camino exploratorio hacia sus propias raíces: Marcela Roitman talla su pasión proyectual con objetos rituales que acompañan gestos de transformación.

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