MIAMI (Enviado especial).- El final del ciclo de Marcos Rojo en Boca ya no es una sospecha: es un hecho que se huele en el aire y que está cada vez más cerca de concretarse. En la puerta del hotel Hyatt Las Olas de Fort Lauderdale, donde el plantel permanece concentrado a la espera del vuelo de regreso a la Argentina, el clima es espeso. La bronca por la eliminación en el Mundial de Clubes todavía está caliente. Y el caso Rojo empeoró aún más el ambiente.
El zaguero tiene contrato hasta diciembre de este año, pero su relación con la dirigencia y el cuerpo técnico está completamente desgastada. Ese doble cortocircuito hace que su salida de Boca sea solo cuestión de tiempo. Rojo evalúa no presentarse el martes en Ezeiza, cuando arranque la pretemporada. En Boca, mientras tanto, buscan sacarle algún rédito económico a su salida anticipada. Y si el jugador no aparece, podrían intimarlo a que lo haga, no para forzarlo a quedarse, sino para que la desvinculación se resuelva de la manera más ordenada y prolija posible. Un conflicto que estalló ahora, pero que se venía gestando desde hace varios meses, en silencio.
Rojo llegó a este Mundial de Clubes con la certeza de que su etapa en Boca estaba terminada. De hecho, sorprendió que Russo lo incluyera en la lista de 35 convocados. Pero la decisión institucional fue que todos los futbolistas formaran parte del viaje. Además, Boca arrastraba dos bajas sensibles en su puesto: Ayrton Costa, que aún no había obtenido la visa para ingresar al país, y Marco Pellegrino, lesionado. En condiciones normales, tal vez lo lógico habría sido que Rojo se quedara en Buenos Aires. Porque ni él estaba enfocado en el torneo ni su presencia sumaba a la armonía del grupo. Pero finalmente viajó, y todo terminó de la peor manera.
La tensión se disparó antes del debut. Costa resolvió su tema con la visa y viajó a Miami a solo 72 horas del debut contra Benfica. Russo, sin dudarlo, lo puso de titular, a pesar de que no venía entrenándose con el resto. Para Rojo, esa fue una señal de ninguneo. Él había hecho casi toda la preparación como titular y no entendió por qué debía quedar relegado. Russo, sin embargo, apostó por el exIndependiente, uno de los puntos más altos del semestre. Desde ese momento, la convivencia se hizo insostenible.
Los primeros buenos resultados del equipo ayudaron a disimular el malestar. Pero el conflicto siguió creciendo dentro del grupo. El punto de quiebre llegó el sábado previo al partido con Auckland City. Con Costa lesionado, parecía que Rojo iba a recuperar su lugar. Pero ni siquiera salió al campo de entrenamiento en la Universidad de Barry. Mientras sus compañeros se preparaban para practicar, él se quedó solo en el gimnasio. Adujo una molestia física, pero la sensación general fue otra: que no estaba dispuesto a jugar, y que si no lo habían tenido en cuenta desde el principio, tampoco lo estaría en caso de emergencia. Además, no cayó bien que recibiera una tarjeta amarilla desde el banco en el partido contra Bayern Munich, por una protesta fuerte apenas comenzado el encuentro.
Russo, cansado de la situación, lo llevó igual al banco contra Auckland, no como un premio, sino casi como un castigo. Y optó por darle la chance a Marco Pellegrino, quien había llegado tocado desde Huracán. Tras la eliminación ante los neozelandeses, el equipo no pudo adelantar su vuelo de regreso y debió quedarse en el hotel hasta este jueves a la medianoche, sin entrenamientos y sin nada por hacer. Ahí, el clima se volvió aún más denso. En un principio, los jugadores tendrían libertad para elegir si regresaban con la delegación o se quedaban algunos días de vacaciones en Estados Unidos. Rojo estaba entre los que pensaban quedarse. Pero Russo cambió los planes: pidió que todos vuelvan a Buenos Aires y estén disponibles desde el martes.
El representante del futbolista, Kristien Bereit -el mismo que maneja las carreras de Sergio Romero y Ander Herrera- está en Miami, siguiendo de cerca la situación. En Boca van a fondo: si Rojo quiere irse, deberá sentarse a negociar. Todavía le quedan seis meses de vínculo, y si algún club está interesado en sumarlo, deberá pagar. Si no aparece una oferta formal, la única alternativa será que el defensor indemnice al club y consiga la libertad de acción.
La dirigencia, de todos modos, ya venía preparando su salida. El club invirtió más de tres millones de dólares en Pellegrino, sabiendo que Rojo tenía los días contados. Aunque reconocen su potencial dentro de la cancha, creen que su ciclo está cumplido. Ya no es alguien a quien los hinchas ni algunos compañeros vean como referente, y su sueldo no se justifica por la cantidad de partidos que puede jugar ni por su rendimiento reciente. Además, su relación con Juan Román Riquelme se fue enfriando con el tiempo, y ya no tiene vuelta atrás.
Rojo, que llegó a principios de 2021, jugó 118 partidos, hizo nueve goles y ganó tres títulos: la Copa Argentina 2021, la Copa de la Liga 2022 y el Campeonato de ese mismo año. Su historia con la camiseta azul y oro deja actuaciones destacadas, pero también lesiones, expulsiones clave y conflictos que nunca terminaron de cerrarse.
Ante esta situación, en Boca vuelven a acelerar por Leandro Paredes, con quien tienen charlas avanzadas pero todavía no está cerrado el acuerdo para que sea el primer refuerzo para la renovación.
Rojo tuvo todo para quedar en la memoria de los hinchas, y su llegada generó mucha expectativa. Pero su imagen se fue deteriorando con el tiempo. Al final, su paso por Boca se irá con más pena que gloria, sin dejar la huella que muchos esperaban.