“La queja es un tema que nos atraviesa, porque nos hemos abrazado a ella, la hemos convertido en un hábito”. Tiene la palabra Mario Massaccesi, el periodista que logró que su cara y su voz sean masivas a partir de años de trabajo frente a las cámaras de noticieros. Pero además desde 2024 se puso al frente de la conducción de Cuestión de peso (eltrece), ya un clásico de las tardes televisivas. “El año que viene continuaremos, venimos muy bien con las mediciones de rating”, asevera.
Y, así como se ganó un lugar destacado en la comunicación en los medios, desde hace un largo tiempo está abocado a la divulgación de algunos temas que hacen a la interioridad del ser humano, a pensar y reflexionar en voz alta sobre aquellas cuestiones que, en muchos casos, suelen ser desoídas. En ese plano, ahora lo ocupa el lanzamiento de ¿Qué hacemos con las quejas?, material editado por Planeta, que escribió junto a la psicóloga Patricia Daleiro, su coequiper en estas lides.
Massaccesi recibe a LA NACION en su departamento de Barrio Norte, donde ninguna pieza de la ambientación está librada al azar. Un gran letrero sostiene la palabra “Love”, acaso una señal de aquello que, durante años, careció o estuvo mal entendido en su vida. La decoración navideña inunda el espacio: “Es el niño que ahora puede y se permite jugar”.

El periodista no es un gurú ni busca ponerse en ese lugar de dudosa validez, pero algunos traumas profundos de su vida, esos dolores insondables que lo acompañaron en buena parte de su infancia y juventud, seguramente fueron la motivación para salir del propio dolor y poder transmitir experiencia.
No oculta ni evita. Tampoco se regodea. Sobre todo, se dispone a conversar sin prejuicios ni pudores, mucho menos vergüenza.
-Venimos del tango, bello, melancólico y quejoso. Emulo el título de tu libro y te consulto, ¿qué hacemos con las quejas?
-El tango es una de las máximas expresiones de la queja, pero sucede que venimos de gente que sí tenía de qué quejarse.
-Desde ya, existe una queja que es válida.
-Hay dos tipos de quejas.
-A saber.
-Existe la “queja funcional” como recurso único y extraordinario que te permite satisfacer condiciones, modificar algo. Si María Corina Machado no se hubiese quejado, no hubiese generado una bisagra de esperanza para Venezuela.
-También existe la queja repetida como un mantra.
-Nosotros hablamos de la “queja inútil”, la que no te lleva a ningún lado y solo sirve para que uno se enrede.
-¿De qué te has quejado a través de tu vida?
-Tengo un déficit de queja, algo que tampoco es bueno. En el afán de no quejarme se esconden muchas cosas que tienen que ver con mi historia.
-¿Qué aparece allí?
-Por un lado, el haber tenido miedo en la infancia por las cosas que me pasaron y, por otra parte, el mandato materno de que todo el mundo me debía querer. ¿Cómo me voy a quejar si todo el mundo me tiene que querer? Cada vez que me quejo por algo, lo siento como un gran logro, aún cuando no logre el resultado buscado.
-El otro extremo es que todo de igual, donde no emerge ningún tipo de queja.
-Eso es vivir para agradar a los demás y ese es un mundo ameba, vacío. De todos modos, cuando la queja aparece, luego necesita acción para lograr la transformación.

Es media mañana, acaba de regresar del canal, luego de conducir el amanecer de TN junto a Paula Bernini. Una mesa regada con café, té y jugos y diversos tipos de sándwiches aguardan por la charla. Buen anfitrión. Descalzo, en remera y en posición buda sobre el sillón, rápidamente hace sentir al foráneo como un invitado esperado. Seductor.
“Ya no busco cambiar a nadie, mucho menos al mundo”, confiesa y agrega: “Viví muchos años pretendiendo agradar y modificar a los demás y me harté de los no resultados, eso me llevó a entender que con el único que me puedo enojar es conmigo, porque es al único al que puedo cambiar. Es un ejercicio de flexibilidad muy grande”.
Ideologías
“Estoy harto de encajar porque hasta los cuarenta y pico de años viví tratando de lograrlo y de conformar a los demás. No encajar en ningún molde es un acto de rebeldía amorosa”.
-Elegiste un trabajo que tiene que ver con la exposición, con la visibilidad, donde hay que “encajar” necesariamente. ¿Es una búsqueda de afecto desarrollarte en un medio que busca el agrado de las audiencias?
-Entendí que, cuando ya no te preocupa agradar, baja tu nivel de exigencia y sube tu nivel de disfrute. Por otra parte, sos más auténtico y, cuando eso sucede, llegás al otro mucho más fácilmente, sin esfuerzo, porque no se trata de un “deber ser” sino de “ser”. Coincido que nos imponen encajar en la pareja, en la familia, en el trabajo, pero hay pequeños actos de rebeldía que es la gran revolución interior.
-¿Cuál sería?
-Formar parte, pero al modo de cada uno.
-¿No te ceñís a ningún mandato?
-Desde ya no puedo hacer el noticiero en zunga, pero me permito no encajar en ningún pensamiento, ni “pro” ni “contra”, ni “clarinista”, kirchnerista o libertario. No he adoptado la palabra “grieta”, ese fue y es un acto de rebeldía. No me gusta usarla al aire, aunque puede ser que, alguna vez, se me haya escapado. Por decir en la revista Noticias que era un “militante de la no grieta”, pagué un precio muy alto, incluso internamente. Era el mal visto.
-¿En tu ámbito laboral?
-En el canal.
-¿Te lo dijeron?
-Me lo hicieron saber.
-¿Cómo?
-Te vas dando cuenta que, en algunos espacios, no estás, pero estoy convencido que la “grieta” no conduce a ningún lado. Hubo gente que invité a casa y que, antes de entrar, me aclaró: “Mirá que soy kirchnerista”.
-¿Cuál fue tu respuesta?
-“Yo soy de Clarín, pero a mi casa vas a entrar igual”.
-La “grieta”, paradójicamente, anula la diversidad de pensamiento.
-Es la división y la descalificación al otro. Yo, en cambio, siempre creo en la conversación.
-Conducís un noticiero y un formato como Cuestión de peso, sos autor de varios libros, ¿qué vislumbrás en torno a tu futuro? ¿Qué te falta? ¿Qué deseás?
-Me pasaron cosas que no tenía previstas. No estaba en mis planes escribir un libro y ya voy por el cuarto, tampoco imaginé que iba a estar arriba de un escenario y hace cinco años que estamos de gira.
Soltar para ser feliz es el nombre de la propuesta escénica que lleva adelante con presentaciones en gira junto a la psicóloga Patricia Daleiro, un intercambio donde, al estilo brechtiano, rompe con la cuarta pared y hace ingresar al público al universo de la reflexión compartida.
“Tampoco imaginé que iba a estar haciendo Cuestión de peso”, afirma, a pesar que podría pensarse que la conducción de formatos que van más allá de los espacios informativos podría ser una vocación y un destino buscado.
-¿No te imaginabas al frente de un programa como Cuestión de peso?
-No estaba en mis planes conducir. Quizás, siempre pensé en un programa de entrevistas, algo más ligado a lo informativo. Es un pequeño acto de rebeldía decir “sí” a eso que no estaba en mis planes. Lo que me planteo es qué me podría perder si no abro esas puertas que se me presentan. En cambio, tengo muy claro qué no hacer.
-¿Por ejemplo?
-No trabajaría con determinada gente y también rechacé estar en determinados espacios laborales, a pesar de que me significaba un alivio económico.
En los últimos tiempos le ofrecieron protagonizar un unipersonal teatral. Objetó la propuesta. En plan de confidencias, menciona el proyecto y solicita discreción. “No me veía ahí”. Cuando el cronista le plantea que sería un buen protagonista del material, un gesto de duda aparece en su rostro. Se interpela. La obra, que hace varios meses es un éxito en la Calle Corrientes, le calzaría como anillo al dedo. “Tengo una capacidad selectiva muy clara”, se reafirma.
Un futuro a su medida
Si sus elecciones laborales son claras, también lo fueron esas visualizaciones tempranas donde se planteó un camino posible en la vida: “Te voy a traer una cartulina”. Y muestra una gran lámina donde pegó diversas fotos, dibujó e inscribió frases.
Allí se ven a los periodistas Mónica Cahen D´Anvers y César Mascetti al frente de Telenoche, una foto de Santo Biasatti, el logo de Radio Rivadavia, se lee el deseo de tener una casa antigua blanca y con techos altos, conocer las pirámides de Egipto y la Torre Eiffel. “Todo lo que imaginé que necesitaba para mi vida, se cumplió”.
Su departamento es luminoso y prístino. Blanco de punta a punta y coloreado con arte y objetos. En aquella cartulina pegó una foto de Martín Palermo, dada su afición por Boca Juniors, y, volteretas del destino, algo sucedió al respecto: “Mi primera cobertura en el exterior para Canal 13 fue en Punta del Este, cuando él estuvo detenido”.

En 1998 plasmó esa suerte de croquis aspiracional: “Fue cuando decidí salir de una zona oscura en la que estaba y pedí ayuda. No era posible que estuviera en ese lugar. Me pregunté ´¿qué quiero que me pase en la vida?´, ´¿qué me haría feliz?´. No tenía nada de lo que plasmé en la cartulina, desde lo más profundo a lo más frívolo. Pensé en aquello espiritual que me haría bien y también en lo laboral».
-¿Qué edad tenías cuándo nació la cartulina?
-Había cumplido 33 años.
-Número de resonancias bíblicas.
-Fue un nuevo nacimiento. El primero es el biológico y el segundo se da cuando decidís qué querés que te pase y le ponés propósito a tu vida. Uno tiene que generar su propio nacimiento.
-Puede ser un acto doloroso.
-Nada me podía doler más que todo lo que ya me había pasado. Decidir cómo quería que sea mi vida fue mi tabla de salvación. Me salvaron los sueños, luego llegó la cartulina.
-Y la acción.
-Hay que trabajar mucho para lograrlo.
En el cartón desplegado también figura una foto de Almorzando con Mirtha Legrand, un lugar aspiracional para mucha gente del medio. Massaccesi fue invitado varias veces al ciclo. Incluso, allí fue donde confesó públicamente, por primera vez, algunos dolores demasiado profundos que marcaron su vida.
Oscuridades
Desde niño, y hasta entrada la adolescencia, Mario Massaccesi padeció situaciones aberrantes que lo ultrajaron. Hoy es el testimonio vivo de la posibilidad de sanación y resiliencia.
-¿Visualizás a aquel niño? ¿Lo pensás?
-La mejor manera de sanar es ir a rescatar el niño herido.
-¿Se puede sanar?
-Sanar del todo, depende de la herida y, como toda herida, si la abandonás o te descuidás, se puede volver a abrir. A veces sale la herida.
-Un trabajo cotidiano.
-En Cuestión de peso escucho testimonios similares al mío. Días atrás, una participante dijo: “Debido a mi abuso, me había enojado con Dios”. Con la historia de esa chica, en parte, se abrió mi herida, me sentí reflejado. Incluso al escuchar ese testimonio, me pregunté si yo no debía abrirme un poco más, de tener la facilidad de hablar mucho más sobre el tema. Soy reservado con esos temas, en primer lugar, porque fueron situaciones horrorosas y, además, porque no quiero que ese sea el tema, sino cómo hice para salir de ese lugar.
-¿Te abrirías más? ¿Contarías más?
-Si fuera necesario, y me hiciera mejor, ni lo dudaría. Lo que sucede es que no quiero que eso que me pasó sea el único tema. Además, tengo más historias de felicidad para contar que las de pena. No me interesa dar pena, soy hoy un tipo inmensamente feliz, optimista.
–¿Qué edad tenías cuando sucedieron esos hechos aberrantes?
-Ocho años y se prolongó hasta los diecisiete, cuando entré a la facultad.
-Mucho tiempo, estabas terminando la adolescencia.
-Casi adulto.
-Un adulto que no podía poner un freno.
-No. Lo pude hablar recién a los 33 años.
-¿Cómo fue?
-Se lo conté a mi amigo Daniel Colombo, que es coach [El coach Daniel Colombo falleció el jueves, pocas horas después de realizada la entrevista con Massaccesi]. Estábamos en su casa, durante una tarde de verano y le conté la historia. Me dijo: “No te podés quedar quieto, tenés que hacer algo”. A las dos semanas me propuso pagarme un taller de inside que yo no podía costearme. Me desafió: “Si abandonás, me devolvés la plata”. Lo hice. Fue transformador. Setenta personas juntas, levanté la mano y, por primera vez, lo pude contar públicamente y enfrentarme a la mirada de la gente. En el grupo había otro periodista, con quien nos prometimos confidencialidad eterna. La experiencia de este hombre era diez veces peor que la mía. Después de eso, llegó la cartulina.
-Hasta que llegó la posibilidad de aquel retiro y la actividad inside, entiendo que no habías hablado del tema con tu familia.
-Para nada, no lo había hablado con nadie.
-Tu familia, ¿no sabía o no quería saber?
-Mi familia no sabe y es, además, muy discreta. Siempre fueron muy discretos. Incluso, cuando la última vez fui al programa de Mirtha Legrand y ella me preguntó si me habían violado, llamé a mi casa y les alerté lo que iba a salir al aire y que se generaría revuelo. Sobre todo, hablé con mi hermana, que ocupó el lugar de madre. Me respondió: “Sabemos quién sos vos”.
-Tu hermana, ¿conocía las aberraciones de las que fuiste víctima?
-Nada. Y repito, mi familia es discreta y no invasiva.
-Es decir que, cuando alertaste a tu hermana sobre lo que pasaría en el programa de Mirtha Legrand, también la estabas anoticiando de una realidad acontecida en tu vida.
-Claro, me dijo: “Vamos a respetar tus tiempos, no necesitamos que nadie nos venga a contar nada”.
-¿Llorás mucho?
-En público hago un esfuerzo por no hacerlo, ya que creo que, en algunos periodistas, hay un exceso de llanto. No me pagan para ir a llorar, no voy a la tele a sanar. Llorar y sanar lo hago con el psicólogo.
Tándem
“Somos amigos desde hace muchos años y, ahora, nos tocó trabajar juntos. Fue un reacomodamiento relacional”. Mario Massaccesi se refiere a Paula Bernini, su compañera del noticiero del amanecer en TN. Se dijo que el vínculo no era el mejor y que, incluso al aire, habían acontecido algunos desplantes mutuos.
“Hemos viajado mucho como amigos y nos pasaron cosas increíbles, como la apertura de un avión en pleno vuelo, casi perdemos la vida. Tuvimos que aterrizar de emergencia en un campo y, en una cobertura periodística, nos amenazaron con un arma”.
-Se dijo que la relación entre ustedes no era la mejor.
-Ahora nos tenemos que adaptar a trabajar juntos en la conducción. Vengo con muchos años de hacerlo, tengo horas de vuelo, y ella es nueva en este rol, así que hay un desbalance, pero ella trae mucha frescura que, tal vez, no tengo.
-Entonces…
-Tenemos la relación de confianza para pelearnos y, al otro día, estar de nuevo juntos. Hay algo que no se pone en juego que es la amistad y la confianza, pero hay días en los que no nos ponemos de acuerdo y reproches como “mirá lo que dijiste”.
-¿Existen esas charlas?
-Todo el tiempo, nos hemos encerrado en un camarín y nos hemos dicho de todo.
Durante quince años fue la cara visible de Síntesis, el noticiero del cierre de programación de eltrece, al que dejó para pasar a conducir la histórica franja de TN que estuvo, durante muchos años, a cargo de Sergio Lapegüe y Roxy Vázquez. “Fue una patriada tomar esa posta”, asegura sin desestimar la responsabilidad.
“Estoy fascinado con levantarme a las cinco de la mañana”, reconoce, aunque, por las noches, es afecto de la vida social y de las salidas al teatro. “Dos o tres días a la semana me obligo a dormir bien”.

El periodista deja en claro que la contemplación y el pensamiento interior forman parte de sus rutinas, algo en sintonía con lo que propone el filósofo surcoreano Byung-Chul Han.
-Si tuvieras que agregarle una palabra a la cartulina, ¿cuál sería?
-Agradecimiento, gratitud y apreciabilidad sobre todo lo que me pasó en la vida.