Marisol Otero: su dramática infancia, el sueño que le está cumpliendo a su mamá con Alzheimer y su vuelta a Mamma Mia!

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Hace 27 años, Marisol Otero debutó como protagonista del musical La bella y la bestia y desde entonces no paró. Hizo otros musicales, grabó discos (aquí y en Estados Unidos) y hasta filmó una película, Convaleciente, en la que premonitoriamente (ya se entenderá por qué) encarnó a una mujer que debía cuidar a su madre con Alzheimer. Pero si hubo otro rol que compitió en importancia con el de su debut teatral de 1998, ese fue el de Donna en Mamma Mia!, el musical con canciones de ABBA que subió al escenario del Teatro Opera en 2012. A pesar de que era muy joven para interpretar a una madre soltera que acompaña al altar a su hija, su talento actoral y su voz privilegiada hicieron magia y el público y la crítica se rindieron ante su composición.

Ahora, 12 años después de ese otro gran momento de su carrera, fue convocada para reemplazar a Florencia Peña y retomar el personaje de Donna en la puesta que Ricky Pashkus estrenó hace ya tres temporadas y que fue suceso –cronológicamente- en Carlos Paz, Buenos Aires y Mar del Plata. Esta vez, la segunda versión local del éxito mundial (visto ya por 75 millones de espectadores desde su estreno en Londres, en 1999) llega al Auditorio de Belgrano con la misma alegría de siempre pero con parte de su elenco renovado. Además de Marisol, se incorporan Carna Crivelli (si, el Carna de Showmatch), Flavia Pereda, Bruno Coccia, Guadalupe Devoto y Manuela Perín, entre otros.

Marisol Otero vuelve a protagonizar Mamma Mía!

-¿Cómo se siente volver a protagonizar un musical que estrenaste hace 13 años?

-Es raro, pero raro lindo. Me da mucho entusiasmo y alegría, porque la música de ABBA es como medicina para el alma, por eso trasciende las épocas y los tiempos. La música de ABBA genera alegría y me ha acompañado en muchos momentos de mi vida. Cuando me tocó protagonizar por primera vez el musical y cantar esas canciones fue maravilloso conectar sobre un escenario con mi propia alegría, y la alegría con la que se iba la gente me daba más alegría. Entonces, cuando me lo volvieron a ofrecer, dije: “¡guau!, en un momento del mundo donde pasan tantas cosas, poder estar haciendo una obra de teatro que transmita alegría es como una bendición». Además, la historia que cuenta Mamma Mia! es muy divertida. La obra tiene sus momentos emotivos, pero es una comedia y eso hoy es lo mejor que me puede pasar. Así que estoy muy contenta.

Marisol Otero y Florencia Peña

-¿Cómo abordás hoy a Donna? ¿De la misma manera que antes?

-Es algo hermoso lo que me está pasando al respecto, porque ahora estoy abordando a Donna siendo mamá [fue madre de Valentín, a finales de 2014). En ese momento no lo era. Entonces me pasan otras cosas por el cuerpo, por la sangre. Es otra la seguridad. Creo que todo lo que me ocurrió a lo largo de estos años hace que hoy sea una Donna mucho más poderosa que la de aquel entonces. Antes imaginaba lo que debía ser el amor de una madre, ahora lo conozco en persona. Por eso hoy en mi Donna hay una certeza desde el corazón y una verdad diferente.

-¿Qué cambios encontrás entre aquella versión de 2012 y la actual?

-Un montón de cambios. Primero, esta versión es mucho más bailada y la coreografía, que es de Vero Pecollo, es totalmente distinta. Pensá que yo seguí repitiendo la vieja coreografía por años, porque cuando bajó Mamma Mia!, en 2012, me siguieron contratando para hacer un show llamado Donna y Las Dínamos y la coreografía se mantuvo igualita. Ese show lo hice hasta hace dos semanas. Y ahora tengo que cantar las mismas canciones de siempre pero con otros movimientos. A veces, te juro, siento que el cerebro me va a estallar. Mi temor es que en medio de una de las coreografías nuevas se me crucen pasos de alguna vieja. ¡Sería un horror! (risas). Otro cambio, obviamente, es el elenco. Y el director Ricky Pashkus, quien junto a Lili Popovich le imponen al espectáculo otra impronta, una muy diferente a la de 2012, que dirigió el repositor norteamericano Robert McQueen.

-¿Por qué creés que Mamma Mia! sigue tan vigente, a 26 años de su estreno mundial? ¿Sólo por la música de ABBA?

-Uno de los motivos por los que sigue tan vigente, yo diría que más que nunca, es porque resalta el empoderamiento de la mujer, a través de su personaje principal, Donna. Resalta que, pese a todo, ella puede sola. A pesar de ser madre soltera, ella supera la situación y termina en Grecia armando un hotel para sobrevivir y sostener a su hija. Eso quedó en claro en su estreno, pero ahora es más evidente. En todo este tiempo las mujeres hemos ganado terreno y aprendido a valorarnos. Donna ya no es una excepción, de alguna manera todas somos Donna y nos ganamos el respeto.

-¿Llegaste a ver a Florencia Peña en la nueva versión del musical? ¿Qué te pareció y qué diferencias encontraste entre su interpretación y la tuya?

-Sí, sí, la vi en Mar del Plata. Y su interpretación, tanto como la mía, me hacen reflexionar sobre el arte de la actuación, donde todos somos únicos e irrepetibles. Flor transitó el personaje desde un lugar más cómico, por eso me hizo reír un montón. Pero además me conmovió, porque –más allá de ser una gran comediante- logró encontrarle a Donna cosas completamente distintas a las que yo había conseguido. Admiré, por ejemplo, cuando en la mitad de su interpretación de “Todo al ganador” la gente la aplaudía. Mi versión de Donna, por indicación del director norteamericano, era más bien dramática. Ahora estamos trabajando para que sea algo intermedio. De a poco mi Donna se está ablandando y los momentos con sus amigas serán de un disfrute total. Y está bien que así sea, ella pudo haber tenido una etapa de la vida muy dura por ser madre soltera, pero tiene que aprender a soltar y a doblegar un poco su espíritu de lucha.

-¿Es verdad que ella sugirió que te volvieran a convocar para la obra?

-Sí, Flor es hermosa. Yo estaba de vacaciones junto a mi familia y de golpe me llama Ricky Pashkus y me dice: “Flor se va a Pretty Woman y dice que la única persona que podría ser Donna y continuar con Mamma Mia! adelante sos vos». Y a mí me dio una alegría tan inmensa, no sólo por la posibilidad de volver a protagonizar Mamma Mia! sino por esa cosa de la compañera que piensa en el otro, en el acompañarse entre mujeres, en la no competencia y en el poder compartir un proyecto entre dos mujeres. Realmente me emocionó mucho el gesto de Flor.

-Con ella y Alejandro Paker (que continúa formando parte del elenco de Mamma Mia!) hicieron hace 24 años Grease. ¿Qué recuerdos tenés de aquella experiencia?

-Yo tenía 23 años y después de una temporada en Buenos Aires nos tocó hacer una gira. Éramos como unos adolescentes en viaje de egresados. En la obra justamente interpretábamos a unos adolescentes en su último año de secundaria. Parece que eso se nos pegó porque después de las funciones vivíamos de fiesta en fiesta. Fue un momento compartido de mucha alegría que me ayudó a sobrellevar la enfermedad de mi padre y su posterior fallecimiento.

Los dolores de la infancia

-Aunque mucho no se habla de la madre de Donna en la obra, no parece haber sido muy empática. ¿Cómo fue la relación con tu mamá a lo largo de la vida?

-Mi mamá siempre quiso ser artista, pero se lo frustraron de chica. No la dejaron. Entonces, cuando yo empecé a querer cantar, ella fue la que me apoyó, una de las pocas personas que lo hizo. Mi papá no quería, él quería que fuera monja. Por eso yo me siento identificada con Donna, porque ella debe luchar contra los mandatos familiares para ser ella misma. La mamá de Donna era ortodoxa-católica, y por eso cuando ella queda embarazada la echa de la casa. Eso hace que viva parte de su vida con mucha culpa. En mi caso, toda esa carga la viví a través de mi papá, que era muy religioso. Él me decía: “Todas las cantantes son prostitutas y drogadictas, por eso tenés que ser monja”. Tal vez su pensamiento tan estructurado se debía a que trabajaba de noche en un hotel y tenía contacto con el mundo artístico y veía cosas y quería preservarme de todo aquello, pero… Gracias a mi mamá, que cerró la boca, logré tomar lecciones de canto sin que él lo supiera. A los 13 años trabajaba en una fábrica de plantillas y con el dinero que ganaba me pagaba el colectivo hasta la Casa de la Cultura de Ramos Mejía para tomar clases. Durante dos años no supo nada, todo fue a escondidas de él. Era muy estricto, de cinturón y chancleta en mano por cualquier cosa, y nos hacía rezar un rosario junto a él todos los días. Así que fue una infancia muy difícil, muy dura.

-¿Te castigaba mucho?

-Y… digamos que también murió un hermano de dos años, ahogado en la pileta de la casa. Yo tenía 13 y fue un momento terrible. Éramos nueve hermanos y quedamos ocho. Todo el dolor que eso significó en mi vida, más el papá estricto que me tocó, hicieron que… Por eso digo siempre que la música me salvó. Yo fui la primera en estudiar música y en abrirle la puerta al resto. Mi papá recién se enteró que cantaba a los 15, cuando mi mamá lo llevó engañado a una muestra en la Casa de la Cultura. Cuando salí al escenario pensé: “Hoy me mata”. Y como no se quedó hasta el final, preví lo peor, pero no, se había ido a comprar flores para la casa. Supongo que así hizo las paces conmigo y aceptó mi vocación. Muchos años después, justo el día del estreno de La bella y la bestia, tuvo un gesto muy generoso que lo redimió. No me dijo nada para que yo pudiera disfrutar del debut, pero mientras yo subía al escenario del teatro Opera él ingresaba a un quirófano para ser operado de cáncer.

Volviendo a tu mamá, ¿cómo es hoy el vínculo con ella? ¿Más maternal que filial?

–Y sí. Ahora se invirtieron los roles. Hace cinco años mi mamá empezó a sufrir los primeros síntomas de Alzheimer, justo cuando me tocó filmar la película Convaleciente, en la que interpreté a una hija que debía cuidar a su madre con esa enfermedad. Hasta ahí no me había dado cuenta, me enteré durante el rodaje. Fue algo tremendo y premonitorio. Supongo que no ayudó el haber perdido un hijo y tener un esposo tan estricto y haber renunciado a sus sueños y haber sido sólo mamá. Si para mí haber perdido a un hermano fue una tragedia, imaginate lo que habrá sido para ella. Todo eso afecta la personalidad y al final, lamentablemente, se paga un costo. Creo que estas enfermedades tienen que ver con los traumas y con lo que no se pudo soportar ni sanar. Llega un momento en el que el dolor sumado año tras año es tan grande que, bueno, la mente necesita olvidar. De mi mamá aprendí, fundamentalmente, a saber qué es lo que no quiero repetir. A través de un montón de años de terapia, claro.

-Recientemente vi un video que subiste a las redes, donde la invitás a bailar. ¿La música sigue siendo un punto de contacto entre ustedes?

-Hoy tenemos un vínculo de mucho amor, precisamente gracias a la música. Mirá cómo la música será un punto de contacto que hace dos años empecé a buscarle un grupo de canto para cumplirle su sueño frustrado, el de ser cantante. Hasta ahí la había llevado a todos los recitales que se te ocurran y le había presentado personalmente a Palito Ortega, Sandro y Abel Pintos, sus cantantes favoritos. Pero quedaba lo del canto como asignatura pendiente. Cada vez que le decía: animate, empezá a cantar, ella me respondía: “No, ahora no, ya es tarde”. Pero cuando empezó con lo del Alzheimer es como que bajó la guardia, ahí me puse a la búsqueda de un grupo de canto para que se incorporara. Pero no encontré ninguno para su edad ni para su condición. ¿Entonces qué hice? Volví a la Casa de la Cultura de Ramos Mejía, el primer lugar que me dio la posibilidad de cantar (y del que ella vive cerca), y yo misma abrí un curso para gente mayor, gratuito. Hoy tengo 40 mujeres y un hombre como alumnos, y entre ellos mi mamá, la única con Alzheimer. Todos los lunes hacemos canto y movimiento, ejercicios de respiración, de meditación y también bailamos. Todo esto a mi mamá la transporta a un lugar de felicidad absoluta y es una más en el grupo a pesar de su condición.

-¿En qué estado se encuentra su condición? ¿Te reconoce?

-Ya está en un momento bastante complicado. Me reconoce, pero no sabe cuál de los hijos soy. Ella vive sola, en la casa familiar de Isidro Casanova, pero siempre asistida por alguien. Yo sé cómo termina esto porque aprendí mucho de la enfermedad cuando tuve que investigar para filmar Convaleciente. Sé que en un momento vamos a tener que pedir mayor contención o directamente internarla. Lo importante en estos casos es la aceptación, si no aceptás el estado del otro, te vas a pelear con eso todo el tiempo. Y eso no te lleva a ningún lado. Eso no significa bajar los brazos y no hacer nada. Con mis hermanos, que también son artistas, ya decidimos que si el día de mañana debemos internarla, iremos y le llevaremos arte, a ella y a todos los que la rodeen. Y en algún punto, el día en que ya no hable más, creo que igual va a seguir escuchando esa música dentro de ella. Eso es lo que me da esperanza.

Familia de artistas

-¿Cómo es tener siete hermanos? ¿Se llevan todos bien?

-Siempre fuimos muy unidos, desde chicos, cuando en casa había problemas y no alcanzaba el dinero ni el afecto para todos. Pero ahora la enfermedad de mamá nos unió aún más. Nos organizamos entre todos para que esto no nos desborde, porque no sólo debemos convivir con la enfermedad de un ser amado, sino también lidiar con la burocracia, que es verdaderamente monstruosa. No sabés lo que son en un caso así los trámites para las autorizaciones de los medicamentos y los estudios médicos. Más los trámites con el abogado por los amparos y la mar en coche. El sistema, te aseguro, no ayuda en nada.

-Después de vos, tu hermana Florencia –con trayectoria en comedias musicales y ahora también en teatro dramático- es la más conocida de la familia. Tu hermano Santiago también trabajó en varios musicales. ¿Y el resto?

-Salvo mi hermana mayor, Mariela, que es profesora de Literatura, todos son músicos. Pero unos se dedican a la música más que otros. Por ejemplo, mi hermano Manuel tiene un negocio de artículos relacionados con el rock, pero también toca la batería y canta en una banda. Mi hermana Micaela toca el saxo, Nicolás canta conmigo en shows y también tiene su banda. Por último, Juan toca el violín y además es actor, pero trabajó mucho tiempo en una carnicería. Todos se la rebuscan como pueden, pero nunca abandonan la música. Yo fui quien los metió en este mundo. Yo fui la rebelde, la que se plantó ante mi papá y abrió el surco. Hasta entonces mi hermana mayor y yo sólo podíamos cantar y tocar la guitarra en la iglesia. Cuando empecé a estudiar canto los fui rescatando uno a uno, hasta meterlos a todos en distintas clases de música y en coros. Eso nos hacía muy bien, era nuestra realidad paralela en medio de tanto caos familiar. Entendí que el arte salvaba y quise salvarlos a todos.

-¿Nunca se les ocurrió presentarse como una suerte de familia Von Trapp local?

-La única vez que logré reunirlos a todos fue en mi disco Musicales on the rock. Participaron de la grabación y luego estuvieron en la presentación, arriba de un escenario. Después, por una cuestión de tiempos, se hizo difícil volver a tenerlos a todos juntos. Pero yo suelo tocar seguido con mi hermano Nicolás y mi hermana Micaela, y, asimismo, participaron de mi último disco, Homenaje al rock nacional. Por otro lado, ellos dos también tocan regularmente con Florencia. Y con Florencia ya cantamos varias veces juntas e hicimos un espectáculo: Oteros en cinta, cuando las dos estábamos embarazadas. A mí se me ocurrió un proyecto que podría incluirlos a todos, pero aún no dieron las fechas ni los horarios. Ya veremos.

-¿En qué instancia se encuentra tu carrera de cantante solista?

-Yo siempre fui cantante. Antes de empezar a hacer comedias musicales mi gran sueño era cantar en grandes escenarios los temas que me gustaban. A los 16 años era fanática de Gloria Estefan y cuando me tocaba lavar todos los platos de mi familia le ponía play al único casete que tenía de ella y cantaba encima de él todo el lado A y todo el lado B. Yo quería ser una gran cantante, yo quería ser como ella, interpretar temas bailables pero también baladas.

–La actuación te llegó después…

–Sí, a partir de la interpretación de las canciones y de los cursos de actuación que empecé a tomar. Ahí descubrí que también me gustaba la comedia musical. Pero mi sueño original, que aún me acompaña, es ser una gran cantante. Aún conservo un dibujo que hice a los 4 años, en el que aparecía con un micrófono en la mano enchufado a 220 (risas). Ahora, cada tanto, grabo un disco. Hace un par de semanas estrené en todas las plataformas el tema “Tierra”, un carnavalito que compuse junto a Silvina Moreno, que en breve conocerá otra versión: una más bien electrónica, registrada con los chicos de El Choque. Y luego está previsto el lanzamiento de “Toxi amor”, una canción sobre los amores tóxicos que grabé con Patricia Sosa.

-Por último, ¿qué balance hacés de estos 27 años de trayectoria?

-Creo que de a poco fui encontrando un caminito. Y hoy estoy muy orgullosa de todo lo que pude conseguir por mí misma a lo largo del recorrido. Porque, ¿de dónde vengo? Vengo del barro, de una infancia heavy junto a ocho hermanos. Haber podido trascender todos los “no” de mi viejo y hoy poder decir: “Sí, pude”, y aquí estoy protagonizando por segunda vez una obra tan hermosa como Mamma Mia! y generando alegría en la gente, no es poca cosa, ¿no?

Mamma Mia! Autores: Catherine Johnson (libro) y Benny Andersson y Björn Ulvaeus (música y letras). Dirección: Ricky Pashkus. Elenco: Marisol Otero, Alejandro Paker, Carna Crivelli, Lula Rosenthal, Flavia Pereda, Pablo Silvia, Manuela Perín, Bruno Coccia, Guadalupe Devoto, Mariano Tacaggni y otros. Auditorio de Belgrano (Virrey Loreto 2348). Funciones: de miércoles a sábado a las 20.30 y domingos a las 18.30

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