Martín D’Alessandro: “El sistema domesticó a Milei y él lo ha aceptado”

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En algunos dirigentes políticos los triunfos electorales provocan metamorfosis inesperadas. Carlos Menem no dudó en rasurarse las patillas y abandonar el estilo caudillesco que cultivó en campaña ni bien se calzó la banda presidencial en 1989. Quien se considera su émulo, Javier Milei, llegó al poder enfundado en el personaje de niño terrible, disruptivo y antisistema. El interrogante que se abre ahora, luego ganar las elecciones legislativas, es si el Presidente trocará este papel por el de líder político garante de gobernabilidad como le demandan los mercados, el gobierno de los Estados Unidos y los organismos de crédito.

El politólogo Martín D’Alessandro, presidente de Poder Ciudadano, ensaya una primera respuesta que, a priori, también suena disruptiva. Asevera que Milei, quien irrumpió en el escenario argentino decidido a embestir contra el sistema político imperante, finalmente terminó por acomodarse a él. “El sistema domesticó a Milei”, afirma en diálogo LA NACION.

“Parecía que Milei tenía la posibilidad de reconfigurar casi desde cero la estructura de la competencia del sistema político argentino. Así como a partir de la llegada del peronismo en el 46 todo se reconfiguró, los analistas seguíamos con atención si podía suceder algo similar con la llegada de Milei al poder en un contexto de fuerte descrédito del “orden político” prevalente. Eso, sin embargo, no ocurrió”, sostiene.

Para fundamentar que esta reconfiguración que prometía la llegada de Milei no ocurrió, D’Alessandro señala que una parte importante de su perfil, de su discurso y de su imagen ha cambiado y se ha amoldado al sistema. “Su elección en 2023 fue muy disruptiva, la más disruptiva de la historia argentina desde la elección de Perón en el 46. Esto por la base social que lo apoyó, que combinó apoyos peronistas y no peronistas, y por el momento de crisis imperante en el orden político. Pero el sistema lo domesticó a Milei y él lo ha aceptado. Aceptó no ocupar ese lugar de disrupción en la historia política de los últimos ochenta años, y se acomodó en el lugar del liderazgo del no peronismo. En este sentido, es más un reemplazante de Mauricio Macri que un nuevo Perón. Si se observa cómo está compuesta su base electoral y su lógica de alianzas, parece claro que Milei apunta hacia el liderazgo del no peronismo. Por lo tanto, no hay cambio en la estructura tradicional de competencia entre peronismo y no peronismo”.

-¿Observa también cambios en su discurso político?

-Sí, claramente. Hoy vemos a un Milei que empieza a darse cuenta de los límites que implica la gobernabilidad, la necesidad de negociación en el Congreso y la construcción de acuerdos políticos con los gobernadores. Ha habido un viraje en su discurso. Todavía hay dudas al respecto, pero un indicador importante, que es la agresión al periodismo y la oposición, si bien no terminó, bajó su intensidad. Sin embargo, hay que ver cómo se desarrolla todo en el futuro cercano, porque aunque algo en él se ha ido moderando, Milei tiene, en el fondo, un espíritu indomable e intolerante.

-¿Cree que se dejó domesticar porque entendió los límites que implica la gobernabilidad o porque se lo reclamaron el gobierno de los Estados Unidos, el FMI y los mercados?

-Es difícil saberlo, pero si es si es auténtico o no, no tiene importancia para el análisis político. Primero, porque es difícil saber lo que piensa Milei, porque no tiene, a diferencia de otros presidentes, un núcleo de personas dedicada a pensar la política y el rumbo del Gobierno más allá de la coyuntura inmediata. No sabemos quién o quiénes en el Gobierno están pensando en una estrategia de mediano y largo plazo para el país, qué tipo de desarrollo económico se pretende, con qué actores, con qué burguesía se va a hacer el desarrollo, quiénes van a ser los sectores perdedores, cómo se va a compensar a esos sectores, si es que habrá alguna compensación. Son todos interrogantes básicos sobre los que el Gobierno no da demasiados indicios. Hasta ahora, lo único que hemos visto es que, más allá de la desaceleración de la inflación, el Gobierno ha dado pocos resultados.

-¿Cuáles son los desafíos inmediatos de Milei?

-En el plano del ejercicio del gobierno, debe mostrar reformas que impacten positivamente en la vida del ciudadano de a pie. Logró, como dije, la desaceleración de la inflación, pero eso no es todo. Debe sentarse a conversar con los otros actores, con los otros partidos y con los gobernadores sobre las reformas que está prometiendo: laboral, previsional e impositiva. Son reformas muy complejas y es muy difícil que se puedan imponer de manera unilateral. Eso le va a exigir a Milei más diálogo e interacción con los actores políticos. Pero claro, al mismo tiempo el presidente se siente obligado a preservar el capital político que le permitió ganar elecciones hasta ahora, esto es, el de ser un referente “anticasta”, un reformador outsider. Entonces, desde mi punto de vista Milei debe transitar por un desfiladero angosto y difícil, porque no puede desatender su capital político y, por el otro lado, está obligado a mostrarse más negociador con “la casta” para llevar adelante las reformas que se propone para aspirar a la reelección. Entonces ahí tiene un dilema, que es un dilema de gestión, pero también es un dilema identitario.

-Hasta ahora el Presidente ha demostrado no ser proclive a entablar alianzas estables. Su estrategia de hacer política consiste, más bien, en fagocitar aquellas fuerzas políticas afines. Sus principales víctimas han sido Pro y la UCR. ¿Hasta qué punto este modelo de cooptación es sustentable en el tiempo?

-El modelo tradicional, que es el de armar coaliciones, sean parlamentarias o de gobierno, implica necesariamente hacer concesiones en términos de cargos en el Gobierno, pero también en el contenido de las políticas que se imparten. El problema del gobierno de Milei es que tiene un déficit importante de confianza: muchos de los actores políticos, legisladores, gobernadores, incluso el propio Mauricio Macri, le reprochan que no cumple con su palabra. Pareciera que eso no le importa tanto y apuesta a la fortaleza arrolladora de su sello, La Libertad Avanza, y de su figura de político invulnerable. Entonces, desde ese punto de vista, es entendible que elija ese modelo y no el otro, porque elige no ser buen pagador, y porque no tiene el capital de la confianza como para despertar expectativas de cumplimiento en el futuro. Entonces, es lógico que apele a una estrategia que es más del estilo de Trump. La desventaja de este modelo es que, cuando aparecen los problemas y las debilidades, el Gobierno está solo y nadie lo ayuda. Esto es lo que le sucedió a Milei en los dos meses previos a la elección. Hasta que apareció el gobierno de los Estados Unidos con los dólares del secretario del Tesoro, Scott Bessent. Recordemos que, hasta ese episodio, en el propio gobierno admitían que la gobernabilidad estaba muy complicada. Este episodio afortunado, pero también inesperado, desembocó en el triunfo electoral del oficialismo. La prudencia aconsejaría rodearse de aliados que permitan aprobar las reformas y tener una relación de confianza y estable con ellos, pero estamos frente a un gobierno que prefiere correr el riesgo de jugar solo, de jugar al fleje. Hasta ahora le ha dado resultados, pero es muy riesgoso.

-¿Cree que el peronismo, que está dividido y en crisis, con su principal líder, Cristina Kirchner, presa y sin expectativas electorales, puede desaparecer?

-No lo creo, pero sí que está en el peor momento de toda su historia. En primer lugar, porque está impedido de desarrollar las fortalezas históricas del peronismo, que son la renovación de su liderazgo, el control de gran parte del aparato estatal, el control del Senado y el gobierno en gran parte de las provincias. Sobre todo, hoy el peronismo exhibe grandes dificultades en términos de renovación dirigencial, un capital que le ha permitido históricamente conectarse con las nuevas demandas con una gran flexibilidad ideológica. Todos esos factores están en crisis y vemos a un peronismo anquilosado y desorientado. Mientras no logre resolver la renovación del liderazgo de Cristina, creo que va a seguir en la misma en la misma senda. Sin embargo, todavía cuenta con una gran ventaja: ser la oposición más nítida al gobierno de Milei.

-¿Y los espacios opositores que se ubican en el medio de la grieta, los partidos moderados, deben resignarse a ser fagocitados por la polarización?

-Yo creo que no. Lógicamente, la polarización, que está presente en la Argentina y en muchos otros países, tiende a obturar los matices. Vemos que aquí hay un voto tradicional no peronista que está aceptando al Gobierno, no tanto porque se haya convertido al anarcocapitalismo, sino porque hoy la expresión política que aparece más viable para derrotar al peronismo es Milei. Pero Milei no es solo eso: también es un liderazgo populista con pocas credenciales democráticas y republicanas. Y con poco para ofrecer a ese electorado, que es un electorado más exigente, que valora la democracia y las formas. El desafío de la oposición no populista es, entonces, ofrecer un diagnóstico serio de la situación del país, de la economía, de la política y también de la sociedad. Y tener la capacidad de cristalizarlo en una oferta electoral y de comunicarlo de una manera convincente. En estas elecciones legislativas hemos visto que este espacio estuvo fragmentado y a ninguna le fue bien. Ni siquiera a Provincias Unidas, que tenía seis gobernadores, de los cuales por lo menos la mitad son presidenciables. Este espacio no pudo convencer al electorado sobre su plan político para nuestro país. Para peor, todas las opciones de centro, que responden a un electorado que es relativamente homogéneo, compitieron divididos.

-¿Cree que deberían volver a instrumentarse las elecciones primarias?

-Sí, las PASO eran una buena herramienta, no perfecta, mejorable, pero eran un buen ordenador de la política. Lógicamente, al Gobierno le conviene que todo esté desordenado y, además, se empleó el peor argumento para eliminar las PASO, que fue el costo monetario que tienen. Pero la democracia y la calidad de la representación democrática es cara; que se gasta mucha plata en mejorar la calidad de la democracia no puede ser nunca un argumento .

-Usted hizo mención al salvataje del Tesoro de los Estados Unidos a nuestro país en un contexto económico financiero delicado. Milei dio muestras sobradas de que su alineamiento con Washington es irrestricto. ¿Esta decisión política es un condicionamiento o una oportunidad para la Argentina?

-Bueno, las dos cosas. Puede ser una oportunidad en el sentido que un acuerdo comercial con la principal potencia del mundo, aun declinante, puede implicar oportunidades para el desarrollo. Del otro lado, el riesgo está en que no sabemos cuál va a ser la estabilidad en el tiempo de esa voluntad de Estados Unidos. El presidente Trump ya está enfrentando una serie de problemas y tiene cosas que resolver en la elección del año que viene, sobre todo con el Congreso. Trump es muy inestable en sus decisiones, incluso geopolíticas. Estamos frente a una alianza que tiene su cuota de incertidumbre. Hay que evaluar bien qué oportunidades nos puede brindar ese alineamiento y no darlas por sentadas o que vayan a durar para siempre. Además, en política internacional las sobreactuaciones extremas, cuando se las analiza en perspectiva histórica, no han tenido en general buenos resultados.

-Usted es presidente de Poder Ciudadano y sigue de cerca la actuación del Gobierno en materia de corrupción. Actualmente hay dos investigaciones en curso, el presunto pago de coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) y la posible estafa en el caso LIBRA. ¿Qué actitud observa en el Gobierno?

-Hay algo que se quebró en la relación de Milei con la ciudadanía, que es su impronta de honestidad. Todavía no hay nada aprobado en la Justicia, pero usted mencionó dos casos resonantes que lo rozan de alguna manera y esto debería ser aclarado. La información que trascendió a través de la prensa es bastante preocupante, pero el Gobierno, en lugar de aclarar, embiste contra la prensa. Nos preocupan las agresiones a los periodistas, sobre todo porque pueden generar temor o censura previa en la prensa. En el momento en que eso ocurre, la democracia ya está lastimada. La libertad de expresión ya está afectada. Así lo advertimos ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos junto a FOPEA.

-En esta coyuntura tan particular del país y de mundo, usted y Gustavo Dufour compilaron un libro, Lecciones contra la incertidumbre política, que reúne ensayos de colegas politólogos en los últimos dos congresos nacionales de ciencia política. ¿Cuáles son las preocupaciones más importantes?

-En este momento la preocupación más importante de los académicos a nivel global es la erosión de la democracia. Las democracias ya no se quiebran con golpes de Estado de un día para el otro, sino que se van desgastando, se van lastimando de a poco. Los intelectuales y los académicos tienen la obligación de llamar la atención sobre eso, porque los ciudadanos no lo no lo perciben tanto. La erosión de la democracia es como como el colesterol. Es un peligro a la salud muy grande que no tiene, digamos, síntomas visibles: hoy es un decreto, mañana es una desobediencia al proceso de sanción de las leyes, al otro día es el desmantelamiento de algún organismo de contralor y la semana siguiente el incumplimiento a un fallo judicial. Son cuestiones que no generan grandes titulares en los medios de comunicación pero se van acumulando en las arterias del funcionamiento de la democracia sin darnos sin darnos cuenta. El peligro es que un día podemos despertarnos y descubrir que la democracia tuvo un infarto. Por eso creo que es una obligación primordial de los politólogos e intelectuales, aquí en la Argentina, hacer un diagnóstico preciso y desapasionado sobre cómo opera la erosión de la democracia en el país con la irrupción de este fenómeno que es La Libertad Avanza.

ANALISTA Y ESTUDIOSO DE LA POLÍTICA

PERFIL: Martín D’Alessandro

Martín D’Alessandro es licenciado en Ciencia Política, magíster en investigación en Ciencias Sociales y doctor en Ciencias Sociales (UBA).

Es presidente de la ONG Poder Ciudadano.

Profesor de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires, se ha desempeñado como profesor de grado y posgrado en la Universidad de San Andrés, Flacso, la Universidad Torcuato Di Tella y la Universidad Nacional de San Martín.

Es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) y del Instituto de Investigaciones “Gino Germani” de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

Acaba de compilar, junto con Gustavo Dufour, el libro Lecciones contra la incertidumbre política II. Análisis político para entender la realidad actual (Eudeba).

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