Más allá de los Cuadernos: las historias y las confesiones de los protagonistas del caso durante el juicio

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El desarrollo del juicio oral por los Cuadernos de las Coimas, el caso más extenso en materia de corrupción en la historia de los tribunales argentinos, volvió a poner bajo la luz pública viejas confesiones de empresarios, funcionarios, intermediarios y un chofer del exMinisterio de Planificación. Son todos testimonios que describen la dinámica y la organización de un sistema de coimas que se habría extendido durante los tres gobiernos kirchneristas, con Cristina y Néstor Kirchner al mando o al tanto de las maniobras.

Hasta aquí, como resultado de la lectura de la acusación fiscal ante los 87 imputados, se revisitaron conversaciones y anécdotas -algunas, personalísimas, que delinean los rasgos en el carácter de los protagonistas-; recuerdos y anotaciones que, en su núcleo, coinciden en la descripción de los hechos: las fechas, los lugares, los autos, los aprietes, los bolsos con dinero y los destinos. No se trata sólo de los cuadernos que reveló en su momento LA NACION, sino también de los testimonios de los protagonistas.

El departamento de los Kirchner en la esquina de Uruguay y Juncal, en el barrio de Recoleta

Una parte de los recorridos de la recaudación, al menos durante los primeros años, finalizaba en la quinta de Olivos o en el departamento de Cristina Kirchner en Recoleta, de acuerdo con las anotaciones del chofer Oscar Centeno y los relatos que se escucharon en estas primeras audiencias.

El día que murió Néstor Kirchner en el departamento de Juncal había 60 millones de dólares”, dijo en su declaración como arrepentido el exfuncionario Claudio Uberti, leída durante la última audiencia.

Uberti fue el titular durante años del órgano encargado del control de los peajes, cargo al que “debió renunciar” cuando explotó el caso de la valija de Antonini Wilson, en 2013.

“No lo vi -agregó respecto al dinero- pero lo sé por comentarios”. Se refería a comentarios que había recibido por parte de un secretario privado del exministro Julio de Vido, una pieza central en el rompecabezas ensamblado en la acusación fiscal.

“La primera vez que me acerqué al despacho presidencial, en diciembre de 2003, al rato salió De Vido puteando y me dijo: ‘el presidente no va a firmar los contratos ni en pedo, porque vos hiciste las cosas demasiado bien y no arreglaste la guita con la gente, no los va a firmar ni en pedo y te va a hacer cagar. Tenés que llamar a los empresarios y decirles que pongan, te van a llorar, pero vos deciles que pongan porque, si no, el presidente no va a firmar; si no, renunciá…viste cómo es ‘el Malo’”.

El relato de Uberti pone a De Vido como el receptor de los primeros montos, que no superaban los 200 mil pesos. “Luego se lo llevé personalmente al despacho presidencial, y se los entregaba en un maletín a las manos de Néstor Kirchner (…)”.

Luego, las entregas dejarían de ser en pesos. “Quiero aclarar que siempre que llevaba una recaudación [Néstor] me preguntaba si eran euros o dólares. En una ocasión le llevé paquetes de pesos y euros, agarró a patadas el paquete de los pesos y lo tiró por el despacho. Kirchner era un suplicio…”, recordaba Uberti.

Otra de sus anécdotas lo ubica en la casa de De Vido, en la calle Libertador y Ocampo. “Allí estaba Ferreyra [Gerardo, de Electroingeniería S.A]. De Vido me encomendó coordinar con Ferreyra, que este me iba a entregar algo para llevar a la quinta de Olivos. Era mucha plata, acordamos encontrarnos en el estacionamiento de Selquet. Allí me entregó una valija que dijo que contenía diez palos en euros. Ferreyra sacó la valija de su auto, un Fiat Mondeo [sic]. Esa valija la llevé para la Quinta de Olivos, entré por el túnel”, precisó.

El testimonio de los empresarios ocupó un lugar central en la acusación del fiscal Carlos Stornelli, durante la instrucción, y en la de la fiscal Fabiana León durante el juicio.

La reconstrucción de los hechos que hicieron los hombres de negocios tiende a presentarlos como rehenes de un mecanismo de presión que fue diseñado por De Vido y ejecutado por su mano derecha, Roberto Baratta, el secretario Nelson Lazarte o el financista Ernesto Clarens, que oficiaba de intermediario.

Roberto Baratta durante su detención, a pedido del fallecido juez Claudio Bonadio

“Las palabras fueron claras: De Vido me dijo ‘Si querés seguir trabajando tenés que pagar’”, contó en su confesión el empresario Juan Chediack, exdirector de la Cámara de la Construcción.

“Realmente me sentí amedrentado con esta situación, nunca me había pasado algo similar. Yo atiné a explicarle que veníamos de una crisis, la de 2001, pero me trató de llorón, me dijo que teníamos que entenderlo, que eso era así. Entendí el mensaje muy claramente y al tiempo empecé a llevarle algunas cantidades de dinero a su casa”.

“Siempre las entregas se las hice a él, a De Vido, en su casa, en su living, al lado de unos bonsái -siguió-, y si era en el Ministerio, me decía que dejara los paquetes de dinero en el baño”.

Juan José Chediack

En su declaración como arrepentido, leída también durante la última audiencia, Chediack relató que en 2004 el financista Clarens lo reunió junto a otros empresarios del rubro y les dijo que para trabajar había que pagar y llevarle el dinero a él, a un pasaje en el microcentro porteño. “Ahí yo nunca llevé nada, hasta que un día me llamó por teléfono y me dijo: ‘Vos tenés que venir por acá ¿o no entendés?’”.

A los pocos días, recibió un llamado del exsecretario de Obra Pública, José López. “ ‘Te aviso que el que te va a hablar soy yo, eh’, y me pasó con Clarens, que me dijo: ‘Escuchame, nene, te quiero el lunes con los 250 mil pesos, no seas el chivo expiatorio, no seas el primer pelotudo que hacemos cagar’.”

Los testimonios de los empresarios arrepentidos, como Carlos Wagner, los del chofer Centeno y los de exfuncionarios, como el propio López, coinciden en que el mecanismo de recaudación entró en pausa con la muerte de Néstor Kirchner, en 2010, pero que al tiempo fue reanudado. “En el invierno del año 2011 viene De Vido y me dice que teníamos que retomar la recaudación para la campaña de 2011”, explicó López.

Meses antes de recibir ese mensaje, el hombre de los bolsos contó que fue convocado por Cristina Kirchner a Olivos, quien, según su relato, le enseñó unos cuadernos donde Néstor Kirchner llevaba las anotaciones de sus reuniones. “Podés ser parte del problema o de la solución”, le dijo la entonces presidenta, como pidiéndole una explicación sobre lo que leía en ellos.

Otras épocas: la expresidenta junto al José López

“A Cristina le conté todo: que había un sistema de recaudación con las obras viales, le conté el mecanismo, que en el resto de los sectores del ministerio lo conocían, y que tampoco conocía el mecanismo del OCCOVI [Órgano de Control de las Concesiones Viales] hasta que se fue Uberti, y le aclaré que después de Uberti no se recaudó más en el OCCOVI. Creo que no me creyó”.

López remarcó que la reunión con Cristina terminó sin ningún instructivo claro, pero que luego llegaría aquel mensaje de De Vido. “Tu contacto es Baratta”, le dijo su jefe.

Nueva etapa

Tras la muerte del expresidente Kirchner, el mecanismo de sobornos ingresó en una nueva fase, con alteraciones en la frecuencia de cobros, cambios en los porcentajes y una reasignación de roles.

De Vido y las extorsiones permanecieron, según los relatos, aunque el exministro podría haber perdido algo de injerencia en la maniobra.

“A todos nos quedaba claro que José López ganó, a partir de la muerte de Néstor, más vuelo. Cristina comenzó a apoyarse en él. El triángulo empezaba a ser Cristina, López, Clarens. El mismo Julio De Vido se sentía desplazado por esto”, detalló Chediack.

Sin embargo, de acuerdo con los dichos del exsecretario López, De Vido fue, al menos al comienzo, un garante de continuidad en los sobornos.

“En función de lo que debían haber aportado durante los meses en los que no se recaudó, se había generado una suerte de pasivo y eso tuvo en cuenta De Vido para retomar la recaudación”, detalló su subordinado López, quien describió su relación con él como “más de competencia que de amistad”, una distancia que fue estimulada en su momento por el propio Néstor Kirchner. “[Él] evitaba que los de abajo se juntaran mucho, si podía, los hacía pelear”, confió López.

Tras la muerte de Nestor Kirchner, en 2010, el sistema de recaudación se habría detenido por unos meses

De acuerdo con las anotaciones de Centeno, su relato y el de los empresarios, el dinero ilegal se recaudaba en las sedes de las empresas o en lugares públicos, como hoteles o estacionamientos, y tenía como destino el Ministerio de Planificación, la quinta de Olivos, el departamento de Baratta, la Jefatura de Gabinete (en 2013), Santa Cruz o el departamento de los Kirchner.

“En una ocasión subí al departamento –relató el exfuncionario Uberti–. Allí había otras valijas en el palier y en su dormitorio había muchas otras más. En el departamento, en esa ocasión, no había nadie, pero por referencias de Daniel Muñoz [el secretario millonario de la familia Kirchner] esas valijas con dinero las iba a llevar a Santa Cruz. Eran tantas, alrededor de veinte valijas de distinto tamaño que Muñoz me dijo: ‘Después de esto voy a poner un negocio de valijas’.”

De Vido y Uberti, en una inauguración de 2006.

De acuerdo con su relato, uno de los más ricos en detalles, Cristina no se mantenía por completo ajena al sistema de recaudación en tiempos de Néstor. Uberti cuenta que, en pleno vuelo hacia Nueva York, en el año 2003, Néstor le pegó un cachetazo y le dijo: “Vos sos un pelotudo. Porque sos amigo del Negro Relats [un empresario hotelero, cercano a los Kirchner, fallecido en 2013] y Cristina está haciendo una construcción en Los Sauces y necesita plata blanca, decile a Relats que vaya a Calafate”, recordó Uberti, que siguió: “Así fue como nos reunimos con Néstor y Cristina Kirchner, Relats, su hija y yo. Allí arreglamos el alquiler de 105.000 dólares mensuales por el edificio pelado y ellos se hacían cargo del gerenciamiento”.

“Cristina luego me llamó y me dijo, en el gimnasio de ella en la casa de El Calafate, que esto que había hecho de poner plata en blanco era muy importante para su familia, que había sido un gran favor el que le había hecho. Quiero aclarar –agregaba Uberti en su declaración, leída este jueves por un secretario del TOF 7– que Cristina tenía un destrato y una forma terrible de interactuar con la gente, no te saludaba, insultaba a sus colaboradoras, especialmente a las mujeres. Néstor les pegaba a sus colaboradores. Encontrarte con ellos personalmente era terrible”.

Ese extracto fue leído este jueves por Efraín Grau, secretario letrado del Tribunal Oral 7. La imagen de la transmisión lo mostraba a unos pocos cuadros de la expresidenta Cristina Kirchner y su abogado, Carlos Beraldi.

Cuadernos, tercera audiencia

El martes se continuará con la lectura de las últimas dos declaraciones de los “imputados colaboradores” para dar paso luego a la valoración de la prueba y la acusación contra cada uno de los involucrados.

“En la causa se probó, con la certeza requerida en esta instancia procesal –dice la fiscal León-, que entre los años 2003 y 2015 funcionó una asociación ilícita que fue formada, esquematizada, y liderada por quienes ejercieron como máximos referentes del Poder Ejecutivo de la Nación, como así también organizada, en mayor medida, por representantes del ex Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios”.

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