Japón alcanzó un nuevo récord: 99.763 personas de 100 años o más, cifra que aumentó en 4.644 respecto al año anterior y que marca el 55º año consecutivo de crecimiento en el número de centenarios en el país.
La abrumadora mayoría son mujeres: 87.784 centenarias frente a 11.979 hombres, es decir, cerca del 88% del total. El promedio nacional es de 80,58 centenarios por cada 100.000 habitantes, aunque hay grandes diferencias regionales: la prefectura de Shimane tiene la mayor concentración, con 168,69 por cada 100.000 residentes.
La persona más longeva registrada en Japón es Shigeko Kagawa, de 114 años, quien trabajó durante décadas como obstetra y ginecóloga. La mujer mantuvo una vida con horarios regulares y alimentación moderada, aunque no hay declaraciones directas de ella sobre hábitos específicos como caminar o rutinas concretas.
Otros ejemplos de longevidad incluyen historias como la de Shitsui Hakoishi, de 108 años, reconocida por Guinness World Records como la barbera activa más longeva del mundo.
Estos datos muestran dos realidades: por un lado, un país que no deja de sumar personas que llegan a edades extraordinarias; por otro, una sociedad que enfrenta un rápido declive demográfico. En 2024, Japón registró una disminución histórica de población —más de 900.000 personas— debido a la combinación de un número récord de defunciones y nacimientos en mínimo histórico.
El Ejecutivo lo describió como una “emergencia silenciosa” y anunció medidas para apoyar a las familias.
Las investigaciones coinciden en que no existe una única razón para explicar por qué Japón concentra tantos centenarios. Se trata más bien de una combinación de factores que se repiten en estudios científicos y análisis demográficos.
Uno de ellos es la alimentación. La dieta japonesa tradicional —rica en pescado, soja, verduras, té verde y baja en grasas saturadas— fue vinculada con menores tasas de enfermedades cardiovasculares y ciertos tipos de cáncer, lo que favorece una mayor esperanza de vida.
Regiones como Okinawa, reconocidas como Blue Zone por su alta concentración de personas centenarias, fue ampliamente estudiada por sus hábitos alimentarios y culturales, que la ciencia asocia con una mayor longevidad.
Otro factor clave es el sistema de salud. Tras la posguerra, Japón experimentó una rápida expansión de la atención médica, con acceso universal y programas de prevención que redujeron de forma significativa la mortalidad por enfermedades antes letales. Las estadísticas muestran descensos históricos en muertes por enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer, lo que contribuyó a aumentar la esperanza de vida.
También influyen los estilos de vida y las redes sociales. Investigaciones sobre envejecimiento saludable destacan la importancia de la actividad física incorporada a la vida diaria —como caminar o realizar tareas cotidianas— y de contar con redes familiares y comunitarias sólidas que favorecen la integración social y la salud mental. Aunque estos aspectos son difíciles de medir, aparecen de manera consistente en las regiones con mayor proporción de personas longevas.
No obstante, la longevidad tiene un costo social y económico palpable. A medida que aumentan los centenarios y la franja de población mayor se amplía, Japón enfrenta presiones crecientes sobre pensiones, atención de larga duración y gastos sanitarios. La caída de la población activa complica además la financiación de esos servicios y la sostenibilidad fiscal a mediano plazo.
Por Danna Valeria Figueroa Rueda