Reem Al-Hajajreh perdió casi todo cuando decidió comprometerse con la lucha por la paz entre israelíes y palestinos. Cuatro años después de fundar la organización pacifista Women of the Sun (Mujeres del Sol), esta mujer palestina y musulmana que vive hacinada en un campo de refugiados de 16.000 personas en Cisjordania ya no tiene a su marido, ni a muchos de sus familiares, ni a varios de sus amigos de toda la vida, que la abandonaron por su compromiso político. Organismos oficiales de la Autoridad Palestina, que tiene control administrativo en partes de Cisjordania, acusan a su organización de querer normalizar la ocupación israelí y traicionar la causa palestina.
Pero ella sabe que la transgresión más flagrante es otra. “En el fondo, el crimen más grande que he cometido es tener, como mujer, un discurso político, y que quiera luchar por la paz y los derechos de las mujeres,” dice Reem, en una entrevista con este diario en Buenos Aires.
Su opción por la paz no nació de un cambio ideológico respecto del conflicto árabe-israelí. Dice que los israelíes son plenamente responsables de la situación de opresión que vive su pueblo. Dice que en los últimos 17 años Gaza fue una cárcel a cielo abierto y señala que durante los últimos 30 años los israelíes se han alejado paulatinamente de todos los compromisos adoptados en los llamados Acuerdos de Oslo para la paz en la región.
Cuando se le pregunta por la negativa palestina a aceptar las ofertas de paz israelí del año 2000, en el marco de los acuerdo de Camp David, y la de 2008, bajo el liderazgo del premier israelí Ehud Olmert, responde: “Cada uno tiene su discurso. Cada uno cree que es libre de pecados y le echa la culpa al otro”.
Al mismo tiempo, considera inaceptable que en Palestina los chicos mueran y las madres reciban una palmada en la espalda con la promesa de que sus hijos irán al cielo. “Yo tenía un rechazo absoluto contra los israelíes por lo vivido en persona. Pero empecé a pensar distinto. ¿Por qué tenemos que ser tratados como ofrendas inútiles? Ya hemos tenido suficiente tiempo de ver a dónde nos está llevando esto”.
Reem sostiene que los Acuerdos de Oslo fueron negociados en la década del 90 entre las autoridades de la región, entre “poderosos”, y no entre los pueblos. Su camino pasa por construir una senda de paz entre los pueblos, agrega.
Mujeres del Sol tiene hoy una organización hermana en Israel, Women Wage Peace (Mujeres Activan por la Paz), que nació en 2014, durante la tercera guerra entre Israel y Gaza. Ambas organizaciones firmaron un documento conjunto denominado Mother’s Call (el llamado de las madres), que consensuaron tras un diálogo de nueve meses y que hoy define sus objetivos comunes.
El Centro Ana Frank Argentina invitó a Reem y a dos representantes de Mujeres Activan por la Paz (WWP), Angela Scharf y Hyam Tannous, a visitar la Argentina y Uruguay. A principios de mes se reunieron aquí con políticos y organizaciones de derechos humanos, y en Uruguay fueron recibidas por el presidente, Yamandú Orsi.
Reconocimiento
En WWP y Mujeres del Sol participan mujeres palestinas y mujeres israelíes, judías y árabes, musulmanas y cristianas. Su trabajo conjunto ya obtuvo un importante reconocimiento internacional.
Reem Al-Hajajreh fue elegida en 2024 como Mujer del Año por la revista norteamericana Time. Las dos organizaciones han sido propuestas por una casa de estudios holandesa para el Premio Nobel de la Paz en 2024 y nuevamente en 2025. Ambas organizaciones recibieron el premio Hillary Rodham Clinton de la Universidad Georgetown, en Washington DC. Mujeres del Sol también obtuvo el premio Albies Justicia para los Sobrevivientes de la Fundación Clooney.
Angela Scharf, judía, nació en Viena y es de origen polaco. Estuvo casada con un diplomático francés, cuyo trabajo la llevó a vivir en Corea del Sur, Alemania y Bélgica. Estudió Ciencias Políticas y se especializó en Medio Oriente en la Universidad de Jerusalén; hoy lidera los equipos de relaciones exteriores de WWP.
Hyam Tannous es árabe, cristiana e israelí. Estudió Psicología y Educación. Lo hizo para comprender su propia complejidad como mujer árabe e israelí. Comenzó su carrera como orientadora educativa y se convirtió en supervisora de orientadores. Durante 20 años fue responsable de 400 orientadores profesionales, tanto judíos como árabes. Primera mujer no judía en ocupar ese cargo en Israel, capacitó a cientos de consejeros y dirigió un comité de no violencia en las escuelas judías y árabes del norte del país.
Tannous recuerda que, de niña, ayudaba en los servicios del Shabat a un rabino de Haifa, su ciudad. Su padre era un admirador del pueblo judío, por su historia ligada al conocimiento y a la cultura. Esa admiración viró luego de la Guerra de los Seis Días, en 1967, cuando Israel conquistó grandes extensiones de territorio árabe, cuenta.
Habla perfecto hebreo, árabe e inglés. Hoy Tannous forma parte de la comisión directiva de WWP y trabaja a tiempo completo en la organización. “Hoy mi país esta en guerra contra mi pueblo –dice–. Y yo me desgarro cada día. Esa es mi vida cotidiana. Estoy aquí como mujer de un pueblo que sufre y de un país que también sufre y ya no me puedo callar. Elegí ser un puente. Elegí no huir de la complejidad. Sin puentes nos vamos a hundir todos. No hay otro camino. Somos judíos y árabes y compartimos un mismo dolor”.
En esta guerra, que comenzó el 7 de octubre de 2023, ambas organizaciones perdieron compañeras de ruta. Una de las fundadoras de WWP, Vivian Silver, fue asesinada por Hamas el mismo 7 de octubre dentro de su hogar en su kibbutz. Nadia, una integrante palestina de Women of the Sun, perdió la vida en los bombardeos en Gaza, así como decenas de otras mujeres que colaboraban con la organización.
La masacre de Hamas fue un momento bisagra para estas organizaciones. Pasaron largas semanas en las que el trauma era tal que impedía la vuelta al trabajo. Fue Reem quién planteó renovar el compromiso, pese a las cifras de muertos que se acumulaban en Gaza y pese a que ella también había perdido a amigas israelíes el 7 de octubre. “Muy al principio no pudimos oponernos a la guerra”, cuenta Scharf a este diario. “Pero cuando vimos que las cifras de muertos crecían y que la guerra parecía tener fines políticos para Netanyahu, dijimos basta. Y recomenzó nuestro activismo pidiendo el fin de la guerra”.
El reconocido intelectual americano-israelí Yossi Klein Halevi, quién escribió prolíficamente sobre la relación palestino-israelí, dice que estas dos organizaciones aportan un rasgo distintivo y único al trabajo por la paz en la región. “Estas organizaciones de mujeres traen una voz menos estridente a la mesa de discusión que la que normalmente se escucha en la izquierda israelí. Ponen el énfasis en el encuentro persona a persona, esa es la base y el corazón de su trabajo por la paz”, dice Klein Halevi en conversación telefónica
Un mirada distinta
Esta mirada es compartida por otros referentes del movimiento pacifista, que destacan el aporte de una mirada distinta y más abarcativa a la mesa de negociación. “Tienen una gran capacidad para resolver problemas entre personas, y abordan no solo cuestiones políticas sino también de educación, de salud y de convivencia”, dice Maoz Inon, un israelí cuyos padres fueron asesinados por Hamas el 7 de octubre y que, junto al palestino Aziz Abu Sarah, se ha convertido en un embajador internacional de la lucha por la paz en la región.
Tienen, en suma, todo aquello que llevó a que las Naciones Unidas adoptara, en el año 2000, la resolución 1325, que recomienda la participación de mujeres en temas de seguridad, paz, prevención de conflictos, resolución y reconstrucción. “Está probado que cuando las mujeres participan de las negociaciones, las chances de éxito crecen enormemente,” dice Maoz Inon. “Me alienta saber que están en Buenos Aires. Necesitamos a la comunidad internacional como un jugador activo en apoyar a la sociedad civil israelí en el cambio del discurso, para comenzar a hablar de reconciliación y dejar atrás el belicismo”.
Tal vez el problema mayor es hablar en forma creíble de paz cuando la guerra en Gaza lleva más de 650 días y ya es la más larga en la historia contemporánea del Estado de Israel. Y no solo no parece estar cerca de su fin, sino que el premier israelí, Benjamin Netanyahu, anunció recientemente la intención de tomar Gaza City y profundizar las hostilidades hasta tanto se concrete el elusivo objetivo de terminar con Hamas y liberar a los rehenes israelíes. Hasta aquí, esta guerra ya ha causado casi la mitad del total de las víctimas del conflicto palestino-israelí en 100 años de historia, y la situacion humanitaria en Gaza es de una fragilidad creciente.
A Angela Scharf, mujer israelí y judía, no se le escapa esta realidad, pero recuerda que la historia enseña que de las guerras más cruentas e impensables también surgió la paz. Ofrece como ejemplo la Guerra de Iom Kippur entre Israel y una coalición de países liderados por Egipto en 1973. Seis años después de esa guerra, Israel y Egipto firmaron la paz y 46 años más tarde el acuerdo se ha sostenido de forma ininterrumpida.
El proyecto Realign for Palestine, impulsado por intelectuales palestinos desde el Atlantic Council en Washington, reconoce que hablar de paz en el contexto actual puede parecer comprensiblemente naif. “Es mucho más fácil tomar un lado del conflicto y repetir slogans y datos y mantener el dialogo estancado”, dicen. “Demasiados lideres de la región se aprovechan de esa situación, evitando las negociaciones y alargando el impasse”.
Presión concreta
Sin embargo, consideran que en la actualidad una mayoría de la gente en la región elegiría la paz si la creyera posible. “Apoyarían un acuerdo creíble que ofrezca la liberación de Palestina, seguridad real para Israel y políticas públicas concretas que apoyen estos objetivos.”
Angela Scharf considera que el trabajo que realizan no es solo simbólico o de presión al gobierno a través de sus marchas y de las voces de madres que priorizan las vidas de sus hijos por sobre las estrategias militares. Sus encuentros con líderes mundiales, como el presidente francés Emmanuel Macron, junto a los de otros activistas –como el de Maoz Inon con el Papa–, ayudan a forjar un discurso internacional que cambia las perspectivas y presiona a los distintos actores de la región para encaminarlos hacia una solución negociada. “Cuando Macron nos invitó a Paris y organizó una cumbre para discutir Medio Oriente, nos invitó porque quiere incluir las voces de la sociedad civil en las negociaciones”, explica Angela.
Con su pañuelo celeste al cuello, símbolo de su organización y de su lucha, aclara que en términos políticos se manifiestan neutrales respecto del tipo de solución que se aplique al conflicto. “La paz puede ser a través de la constitución de un Estado, o dos, o de una confederación”, dice. “Si es aceptado por ambas partes, para nosotras está bien.”
Pero no son neutrales cuando se habla de algunos de los actores políticos de la región. Está claro que Hamas no entra en ningún escenario de acuerdo político. Pero también tienen una posición de rechazo férreo a Netanyahu, a quién le imputan no haber luchado por el retorno de los rehenes y no buscar el fin de la guerra con la intención presunta de salvar su carrera política.
Sospechan que el premier continúa las hostilidades para evitar una fractura en su coalición política que obligue a llamar a elecciones. Esto, según las encuestas, terminaría con su liderazgo, que ha perdido consenso en Israel. “Cada vez más israelíes están avergonzados por las acciones de su gobierno,” dice Tannous, la mujer árabe-israelí. “Ya gran parte de la sociedad israelí está en favor de terminar la guerra en Gaza”.
Una encuesta reciente del Canal 12 de Israel reveló que el 75% de los israelíes estaría de acuerdo en terminar la guerra en Gaza a cambio de la devolución de los 50 rehenes que aún quedan en manos de Hamás.
Tannous cierra la charla recordando el motivo de su lucha. “La solución va a llegar por el fuego que tenemos las madres. Desde nuestros corazones desgarrados. No estamos dispuestas a renunciar. No estamos dispuestas a seguir yendo a reconocer el cuerpo muerto de nuestros hijos”