Michael Barenboim, el hijo del gran genio argentino, vuelve al Colón: “Todos creemos en el poder de la música”

admin

A fines del siglo XVIII, Johann Wolfgang von Goethe —padre de la lengua alemana, autor del Fausto y otros poemas célebres—, escribió inspirado en la poesía medieval de un místico persa llamado Hafez la última de sus grandes obras líricas: la colección del West-Östlicher Divan, un canto de alabanza a la espiritualidad de Oriente que pasó a la historia como símbolo del entendimiento entre culturas. Dos siglos más tarde —en la ciudad de Weimar, capital cultural de Europa, ícono del Clasicismo alemán y del legado de Goethe—, Daniel Barenboim junto con el intelectual palestino Edward Said fundaron la West-Eastern Divan Orchestra (conocida aquí también como la Orquesta del Diván), un proyecto humanista excepcional que busca crear las condiciones de una convivencia pacífica entre jóvenes de Medio Oriente a través de la música.

Ahora, un ensamble de cámara de la Orquesta del Diván dirigido por el violinista Michael Barenboim -hijo del genial director argentino- llega al país para inaugurar el exclusivo ciclo de Grandes Intérpretes con un concierto el lunes 2 de junio en el Teatro Colón.

Michael —nacido en París como hijo menor del matrimonio de Daniel Barenboim con la pianista rusa Elena Bashkirova hace 40 años— es concertino de la orquesta y fundador del Ensamble del Diván. Con su esposa, Natalia Pegarkova, formada en Moscú, constituyen tanto en el arte como en la vida un perfecto dúo romántico de piano y violín. Heredero de una estirpe musical destacada mundialmente, Michael continúa no solo con la vocación artística de padres y abuelos, sino también con el activo compromiso político con que el genio argentino desarrolló su legendaria carrera. No en vano es el continuador de aquello que el padre —alma mater de esta iniciativa que hasta fue propuesta como candidata al Premio Nobel de la Paz—, considera “su legado, su responsabilidad más importante”.

En un encuentro virtual entre Buenos Aires, Berlín y Haifa, LA NACION dialogó con el líder del conjunto, Michael Barenboim y dos destacados músicos representantes de ambas caras en el conflicto judío-árabe: el violinista palestino Hisham Khoury y el cellista judío Isak Nuri.

-Michael, ¿ha cambiado algo en este cuarto de siglo respecto del propósito del Diván y su ejemplo?

-Michael Barenboim: Veinticinco años es mucho tiempo. Mi primer concierto con [la Orquesta del] Diván fue allá por el 2000, en Weimar. Desde entonces han cambiado muchas cosas. La primera fue el fallecimiento del cofundador Edward Said, de quien no es necesario explicar su importancia. A partir de 2002 y hasta 2009, el trabajo con base en España, cerca de Sevilla, que modificó nuestra dinámica de trabajo, ensayos y preparación de giras. Más tarde, durante cinco años consecutivos, sumamos una presencia regular en Buenos Aires. Y en términos orquestales, en 2015, la creación de la Academia en Berlín que ahora es nuestra sede [la Barenboim-Said-Akademie de la cual Michael es profesor y fue decano hasta 2024], fundada con la idea de implementar esta idea de Oriente y Occidente en el plano de la educación universitaria, que brinde a los músicos jóvenes que vienen de Medio Oriente una mejor chance de ingresar a la Orquesta del Diván. Finalmente, en estos 25 años, en el plano político ha cambiado la situación entre Palestina e Israel, así como en toda la región.

-En la conformación inicial, cada atril era compartido por un árabe y un judío. ¿Cómo es la composición actual?

-M.B.: Alrededor del 30 por ciento de los integrantes son o fueron estudiantes de Academia que es el organismo que trabaja en la formación y cumple con el entrenamiento de los futuros instrumentistas de la orquesta. Actualmente no solo tenemos palestinos e israelíes. Fuimos incorporando músicos sirios, libaneses, jordanos, egipcios, iraníes, turcos, etc. Es decir que tenemos gente de los países vecinos que, si bien cambian en el número año a año, están todos representados.

Conflicto y bloqueo

-En el marco de la guerra en Gaza y el conflicto que empeora las condiciones en la región, ¿cómo se sienten iniciando una gira que lleva, además de la música, un mensaje de aceptación y convivencia?

-M.B.: Antes que nada, quiero cuestionar la caracterización de lo que está sucediendo en Gaza. ¿Hablar de una guerra? Hace meses que lo que existe allí es un bloqueo completo. En Gaza no hay agua, no hay comida, no hay combustible, no hay medicamentos. No hay nada. Es un bloqueo total que impide ingresar cualquier tipo de suministro al enclave. Ayer mismo fueron asesinadas unas 143 personas. En un solo día. Te podés imaginar cuántos están muriendo. No podemos hablar de una guerra; esto es claramente un genocidio. Y así lo consideran las Naciones Unidas y las organizaciones de Derechos Humanos. En cuanto al mensaje, nosotros venimos como un pequeño grupo de músicos integrantes de la orquesta. Representamos una suerte de miniatura del Diván en el repertorio de cámara, una práctica que hace mucho más visible la comunicación entre los músicos porque es una forma en la cual, si bien tocamos juntos, se muestra cada individualidad. Un ensamble es el modo más visible de presentar el ideal del Diván: individualidades que se comunican e interactúan colectivamente.

El West Eastern Divan Ensemble, con dirección de Michael Barenboim

-Hisham Khoury: Estoy de acuerdo con Michael respecto de lo que está sucediendo en Gaza. No es una guerra; es un genocidio. Creo que una guerra es algo que sucede entre fuerzas equiparables que en algún punto no están de acuerdo y entran en un conflicto armado. Aquí lo que vemos son acciones en contra de una población: bombardeos a hospitales, infraestructura, fuentes de aprovisionamiento de agua y electricidad. Un propósito que solo sirve a fines ideológicos, algo que se usa militarmente para sustentar una idea política. Coincido con Michael. Esto va más allá de una guerra. Para mí y para los ojos de mucha gente en el mundo que ve lo mismo. Es una idea más grande, es un genocidio.

-¿Y cuál es esa idea política?

-H.K.: La idea final de Israel: eliminar todo aquello que se llama Palestina, una identidad, una cultura.

Un encuentro

-¿Cómo se da esta práctica musical a la que cada uno llega con los argumentos de su propia comunidad respecto del conflicto?

-H.K.: Difícil. A veces representa un desafío grande. Pero nos une el objetivo común, que es la música. Aquí somos todos iguales. No importa de dónde venimos ni de dónde vienen los demás. Políticamente somos todos iguales y creo que ese es el mensaje que llevamos por el mundo.

-Isak Nuri: Yo fui el último en sumarme al Diván, así que hablo como el integrante más joven también en la orquesta. Aquí todos llegamos con un entendimiento compartido respecto de lo que son los hechos, lo que es la realidad. Y con esa realidad es que tenemos que poder mirarnos a los ojos, sin negar nada. Lo primero es ponernos de acuerdo respecto de la situación y de los hechos. Recién después podemos avanzar y enfocarnos en otras cosas, en la música que es nuestro objetivo común.

-¿Necesitan un cierto coraje para volver a sus países después del Diván?

-H.K.: ¡Para elegir la profesión del músico se necesita coraje! (risas). Fuera de broma, sí, porque uno dice cosas que la gente no quiere oír o expresa ideas para las cuales la mente no está abierta. Entonces, sí. Se precisa algo de coraje.

Michael Barenboim es heredero de una estirpe musical destacada en el mundo; al frente del West Eastern Divan Ensemble, continúa también con el activo compromiso político de su padre, Daniel Barenboim

-¿Existe en la región algún otro proyecto que emule la experiencia del Diván en cuanto a crear un espacio de integración genuina?

-I.N.: Si bien en una escala muy distinta, podría mencionar un coro mixto en Jerusalén donde sé que trabajan palestinos e israelíes juntos. Es algo difícil porque como los palestinos de Cisjordania no pueden entrar a Jerusalén, las condiciones para un proyecto así son muy diferentes. La magia del Diván consiste en que a Berlín se puede traer gente de todas partes. Luego, en la Academia vivimos juntos durante los cuatro años de la licenciatura, de modo que podemos hacer el proceso de una manera profunda. Al igual que en la orquesta, donde nos reunimos durante el tiempo de ensayos y luego salimos de gira con todo lo que se comparte allí. Es muy diferente convivir de manera tan estrecha durante los años de formación porque llegamos a conocernos y hacernos amigos de verdad, a conocer a fondo los antecedentes y las historias de los otros. Y eso es un proceso muy profundo.

-¿Se dan discusiones de orden político entre ustedes?

-H.K.: Estamos en el conjunto, pero cada uno con su punto de vista, sus perspectivas, relato y explicación de las cosas. Por supuesto que se dan los debates políticos. A veces son fuertes y chocamos, pero a la hora de la verdad, arriba del escenario, todos creemos en el poder de la música. Aún en el disenso y la oposición, cuando llega el momento de tocar juntos, encontramos lo que nos une. En la música nos encontramos todos.

El vínculo con la Argentina

-Michael, ¿hay algo que les recomiende tu padre al venir a la Argentina, su país y ciudad natal?

-M.B.: A él realmente le encanta viajar a Buenos Aires. Es la ciudad de su infancia, el lugar del que recuerda muchísimas cosas. Es conmovedor verlo hablar de la Argentina tan apasionadamente. Recuerdo qué emocionantes eran los conciertos en el Colón cuando él dirigía por la atmósfera fantástica que se vive en esa sala. La recepción tan emotiva y afectuosa. Ver esa conexión de mi padre con la gente era algo especial.

Una escena del recuerdo: Michael Barenboim, de 14 años, toca el violín junto con su padre, Daniel Barenboim, en piano, y Rodolfo Mederos en bandoneón

-¿Qué pueden comentar de la selección de Beethoven y Schubert?

-M.B.: Dos ejemplos de un Clasicismo tardío que al mismo tiempo crean un contraste entre sí. Lo estricto y dramático de Beethoven frente a lo dolce, lírico y sincero de Schubert.

-H.K.: Dos obras cumbres de la música de cámara, puntos culminantes en las trayectorias de ambos compositores.

-¿Tienen una impronta particular como conjunto?

-I.N.: El hecho de que todos venimos de la misma orquesta, de que nos formamos con Daniel Barenboim, que trabajamos este repertorio con él, que “habla” el idioma de la música con tanta fluidez y naturalidad. Buscamos una continuación de su forma de tocar estas obras maestras. Ya sea en los ciclos completos de las sinfonías de Beethoven o sus cuartetos de cámara, trabajando con él, adquirimos su toque.

-H.K.: Su impronta musical está arraigada en nosotros porque lo hemos observado largamente en su manera de construir las ideas musicales, en la forma de enmarcarlas y de entender ciertos aspectos de la dinámica, en cómo abordar y ejecutar las cosas. Creo que todos hemos incorporado su estilo, que ya lo llevamos en la sangre.

Para agendar

Ciclo Grandes Intérpretes. Concierto del Ensamble de la Orquesta West-Eastern Divan (Alemania), con dirección de Michael Barenboim. Programa: Cuarteto de cuerda nº 11 en fa menor op 95 de L.v. Beethoven y Octeto en fa Mayor D 803 op 166 de Franz Schubert. Función: lunes 2 de junio, a las 20. En el Teatro Colón (Libertad 621).

Deja un comentario

Next Post

La ley de Groucho Marx en la IA: tengo estos principios y, si no les gustan, tengo estos otros

¿Transformación sin precedentes o burbuja exagerada a punto de explotar? ¿Velocidades de adopción nunca vistas o proceso gradual de varios años? ¿Fin del antropocentrismo o trabajo humano para rato? Como en toda etapa de transición, la revolución de la Inteligencia Artificial Generativa (IAG) que estamos viviendo está sujeta a la […]
La ley de Groucho Marx en la IA: tengo estos principios y, si no les gustan, tengo estos otros

NOTICIAS RELACIONADAS

error: Content is protected !!