Octubre de 2024: básicamente, ayer nomás. “Siempre uno busca los objetivos máximos. En los últimos años me tocó salir campeón varias veces. El fútbol argentino es muy difícil. Hay cosas para mejorar, como lo técnico, táctico y la cabeza de los chicos. El que dice que se gana fácil, se miente solo. Lo que más me interesa es que el equipo juegue bien. No pienso en el descenso, esto es partido a partido. Esto es San Lorenzo”, advierte Miguel Ángel Russo, en la presentación como entrenador del Ciclón, convertido en un polvorín.
Otro polvorín: más ameno que el de la actualidad, más allá de que por esos días se gritaba el “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Lo de ahora es más serio, entre la licencia por un supuesto acto indecoroso de Marcelo Moretti, el presidente, un club casi acéfalo y pila de meses de atrasos salariales. Miguelo hizo lo que hizo siempre: unió al grupo en la adversidad. Como lo logró con su vida, uno de los imprescindibles del fútbol argentino.
Se emociona seguido. De lágrima fácil, dicen algunos. A los 69 años, con varias heridas sobre su cuerpo, el fútbol le da vida. Está a dos partidos de salir campeón, una palabra que conoce de memoria. Lo consigue con una versión renovada del San Lorenzo de los milagros, después del 1-1 con Argentinos (¡le empataron en el minuto 95!) y la mejor serie por penales del año. Se abraza con uno, con otro. Se sienta en el banco de suplentes. Solo. Para admirar su obra.
El fútbol es esto: nada del que le gusta a la gente. El fútbol de la emoción, de la unidad, del uno para todos. “En un partido, en el fútbol no sufro más, me divierto. Lo disfruto, lo disfruté toda la vida. Si no, me quedo en mi casa…”, grafica. Iker Muniain y diez valientes más, la mayoría sin nombre: un canto a la solidaridad.
Miguelo Russo se quedó sentado casi 10 minutos en soledad tras la clasificación de San Lorenzo en La Paternal: ¿en qué estaba pesando?
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Camina con mucho cuidado, habla despacio, sabe que la salud es lo primero. Pero sin el fútbol (los dramas del fútbol), es un saco vacío. Lo debe pensar ahora, en este instante, mientras ensaya en el pizarrón el choque de este domingo con Platense, el imaginario juego de los cuidados extremos. Aseguran que no cobró ni un sueldo durante 2025 y que está desgastado de tanto conflicto interno. Sin embargo, todos los días se levanta con una sonrisa, listo para entrenar.
“Fue una semana dura, pasaron un montón de cosas que uno no quería. El otro día nos tocó no entrenarnos pero los jugadores puertas adentro, se entrenaron. Separamos el vestuario para adentro de todo lo que hay en el club. El grupo está bien”, relata. ¿Existe la buena fortuna en el fútbol? Evidentemente, Miguelo la ayuda.
“Para que te cuide un ángel, tenés que hacer las cosas bien. Estamos convencidos de lo que hacemos. Hay un grupo unido y fuerte y la gente va a estar siempre. Estamos convencidos de que podemos”, suscribe el hombre.
Amado por Rosario Central (lo dejó hace unos meses, luego de ganarle otra vez a Newell’s y consagrarse en la Copa de la Liga), adorado por Estudiantes, querido por Vélez y Boca, admirado por Lanús.
A Miguelo, sin vueltas, lo quieren casi todos. La enfermedad que lo persigue no le baja la guardia: cuando descansa, se recupera, toma fuerzas y vuelve a empezar. En destinos como el Ciclón, en los que ya había estado. Eso tiene un doble valor.
El plantel de San Lorenzo, según sitios especializados, es de apenas 39 millones de dólares. Se respalda en el vasco que quería jugar en el Monumental y se enamoró del Nuevo Gasómetro, en un colombiano como Johan Romaña, guapo y consistente, jóvenes de la casa y valores sin brillo con hambre de gloria.
Y no te asustes si me río como un loco. pic.twitter.com/NNihhJwp6J
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De excelente relación con el ahora castigado Juan Román Riquelme, Boca no estaba en sus planes cuando aterrizó en el Ciclón, calmó las aguas y motivó a un equipo sin nombre hasta las instancias decisivas del torneo Apertura. Tiene contrato hasta fines de año.
“El problema más grande en el fútbol es cuando mentís. Si no mentís hay una forma de llegar a un entendimiento. La mayoría de los equipos tienen problemas de dinero, tiene que haber diálogo y cumplir. Si vos cumplís es mucho más simple todo”, suscribe, esta vez sin su amplia sonrisa habitual.
Claudio Ubeda es su escudero. El cuerpo técnico todo lo cuida, lo protege. Los jugadores, en el vestuario de la Paternal, lo miman. Nunca había escuchado esta canción: “Que de la mano, de Miguel Russo, todos la vuelta vamos a dar…”. Las vueltas del fútbol y de la vida.
Hace unos meses, cuando paró la máquina y extrañaba las mañanas de pelotas al sol, reflexionaba: “Soy solidario, es la única manera, no hay otra. A mí me toca lucharla en forma privada, no me gusta todo el ruido. Mi cabeza dispara atrás de una pelota. El deseo es vivir todos los días que Dios te da en la vida, vivir plenamente. Que los míos, todos los que quiero, tengan salud y estén bien. Mi enfermedad requiere siempre atención, no la podés descuidar”.
Fue diagnosticado con cáncer de próstata en 2017. Resultó detectado mientras dirigía a Millonarios de Colombia, lo que lo obligó a enfocarse en su salud. Tiempo después, volvió a dirigir, con breves intervalos con los tiempos lógicos del tratamiento.
Está hecho a la medida de Estudiantes, una escuela que excede el marco de una táctica. Los verdaderos valores, educación y sentimiento. Contaba, tiempo atrás: “Mi médico es el que más contento está. Mientras mi médico esté contento conmigo, que es el que ve los estudios a fondo y todo lo que hay que hacer… Necesitás estar, más allá de lo informado, observado permanentemente para prevenir cualquier cosa. Estoy contento, tranquilo”.
Fue a boxes y se metió en un lío: el San Lorenzo de los dramas existenciales. Lo reconvirtió en el San Lorenzo de los milagros, con el estilo de toda su vida. El de abrirle bien grande los ojos a la adversidad.