Milei fue a La Rural y se sintió un gran campeón

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A diferencia de sus predecesores –que se prodigaban en continuos actos, inauguraciones, videítos con vecinos y timbrazos–, el presidente Javier Milei prefiere salir del frasco, en el que suele permanecer por propia voluntad la mayor parte del tiempo –fundamentalmente, la residencia de Olivos y otro poco en la Casa Rosada–, solo por tres razones: bajar línea en periódicas conversaciones/monólogos que mantiene con sus periodistas amigos (ayer lo volvió a hacer con Gabriel Anello y Marcelo Polino, desde el estudio móvil de Radio Mitre en la Rural), para viajar al exterior a recoger premios y hacer relaciones públicas (no acostumbra visitar las provincias) y para ser protagonista excluyente de one shots llamativos (apariciones más institucionales, en las escalinatas del Congreso al asumir el poder y desde la Casa Histórica de Tucumán, para la firma del Pacto de Mayo; o más informales, con formato de shows “bolicheros”, como fue la presentación de uno de sus libros hace más de un año en el Luna Park, o en la semana que pasó, como rockstar en el cierre de La Derecha Fest).

Que Milei no se prodigue tanto en la vidriera pública no impide que, sin limitaciones horarias pero sin exponer el cuerpo, se expida continuamente por medio de sus redes sociales al repostear ponderaciones y datos positivos de su gestión, tanto como escrachando con malos modos toda crítica a ella.

“Milei a veces pareciera desear emular al Carlos Menem de [Leonardo] Sbaraglia pero su naturaleza lo direcciona al de Relatos salvajes, atravesado por la ira”, escribía ayer en Perfil Jorge Fontevecchia, al contrastar la miniserie sobre el expresidente y uno de los episodios de la película de Damián Szifron estrenada en 2014, que tiene a ese mismo actor como protagonista.

Es que rara vez el presidente riojano perdía la calma y sus armas predilectas eran la seducción y la simpatía. Por el contrario, lo que lo hizo famoso a Milei como panelista televisivo, y en parte después lo ayudó a ganar las elecciones, es su fácil irritabilidad. Lentamente, Milei va tomando discreta distancia de la efusividad inicial sin retaceos que profesaba hacia la gestión menemista (1989-1999). Ahora solo rescata su primer gobierno y, cada vez que puede, eleva el número de reformas estructurales que actualmente lleva adelante en comparación con las que hizo Menem.

“Somos reformistas extremos”, aseveró en La Derecha Fest, “el evento más antizurdo del mundo”, tal como fue promocionado. Y ahí sí no tuvo reparos para viajar hasta Córdoba (como lo había hecho a Chaco para participar de la inauguración del megatemplo Portal del Cielo semanas atrás). En redes sociales circuló la imagen de un estadio repleto con 120.000 personas esperando la palabra presidencial, pero que en verdad era de un show de Taylor Swift, en 2023. Según sus propios organizadores, en Córdoba La Derecha Fest (que ya anuncia otra edición porteña para el 16 de octubre) reunió a 3000 espectadores (en el video de cinco horas, ya que contó con varios expositores, se ven varias sillas vacías, a pesar de que el salón del hotel donde se realizó estuvo casi siempre en penumbras).

El Milei introvertido, que se prodiga acotadamente en el plano presencial, podría en ese plano asemejarse un poco a un presidente que él mismo ha colocado en sus antípodas ideológicas: Hipólito Yrigoyen.

Retoma también lo que fue bastante habitual a la hora de exponerse de los presidentes argentinos hasta la llegada de Menem: apariciones puntuales y restringidas para suscitar mayor atención a la hora de los anuncios de importancia por cadena nacional.

Es lo que sucedió ayer con su discurso en la inauguración de la Exposición Rural de Palermo. Esa tribuna ignorada por los cuatro gobiernos kirchneristas y que maltrató a Raúl Alfonsín (que se la devolvió con fuerza a quienes lo abucheaban), ayer se cansó de aplaudir durante los cuarenta minutos que habló Milei, especialmente su anuncio más esperado: algunas nuevas bajas en las “nefastas y siniestras retenciones”, tal como las caracterizó.

La Rural es un test exigente al que no se anima cualquier político porque es difícil volver de una silbatina compacta de esa tribuna. Conscientes de que pisaban territorio amigo, Javier y Karina Milei entraron a la pista central acaso queriendo representar un remozado símbolo de poder en el actual gobierno. Parados, en la caja de una camioneta, se hicieron acompañar por el ministro de Economía y se abrazaron los tres, como en aquella imagen de hace un tiempo con otro Caputo (Santiago, el alicaído asesor). Ayer Milei confirmó que Santiago sigue en el “triángulo de hierro” ahora también con Guillermo Francos y él supervisando desde arriba. Sus peores recuerdos fueron, una vez más, para la ausente vicepresidenta.

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