Milei les habla con el corazón de la macro y le contestan con el bolsillo

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Javier Milei y Mauricio Macri enfrentan juntos un desafío central para el cuadrante de centro derecha cuya oferta electoral acaba de quedar más corrido al borde y más lejos del centro. Los dos necesitan que La Libertad Avanza arrase en octubre. Uno para restaurar cierta gobernabilidad perdida. El otro, para recuperar oxígeno y no agotar las siete vidas políticas.

Lo que no pudo haciendo política legislativa, Milei deberá lograrlo haciendo política electoral: obtener un triunfo rotundo en las urnas que alinee a la oposición más dura aunque sea por un tiempo, el necesario para que Milei pase las reformas clave en la segunda parte de su mandato. En 2024, el desconcierto ante la voluntad de las urnas y el miedo al votante fue clave para ordenar a la oposición: el poder disciplina a la política.

El perokirchnerismo no se lleva bien con el gobierno en mano de los otros; a lo sumo, se llaman a cuarteles temporalmente, mientras dura el efecto del cachetazo electoral: ese recuerdo, que está olvidado, es el que Milei necesita revivir. La oposición dialoguista, en cambio, está acostumbrada al gobierno de los otros, pero se alinea más fácil cuando los votos la consagran sin vuelta. Es decir, la apoyan con ganas si perciben que votos y legitimidad políticamente correcta van de la mano.

En un año y nueve meses, Milei y Karina Milei ya aprendieron esas lecciones. En el post octubre, quieren aprovecharlas: será el segundo momento de confluencia del respeto y el poder que traen los votos con las chances de gobernabilidad. Milei se mostró eficaz ganando elecciones; en 2025, se exhibió mucho menos efectivo con la gobernabilidad que implica negociación. Por eso, para el mileísmo, octubre es la segunda oportunidad de volver a gozar de la legitimidad de origen: un recordatorio del triunfo electoral de 2023, y de la vigencia de ese apoyo popular. Con esa llave maestra, abre la puerta de la gobernabilidad en 2026. El Gobierno quiere aprovecharla antes de que empiece a escasear de vuelta.

La cadena nacional del viernes partió de esa premisa: renovar el principal contrato electoral que Milei tiene con sus votantes. A la imputación de crueldad, Milei sigue respondiendo con la “locura” política máxima que la gente premió con el voto: hacer campaña con la promesa del ajuste y gobernar cumpliendo esa promesa. La gestión anti déficit y anti inflación sigue siendo el escudo protector de Milei: una “locura” que le permite sostener el apoyo de la opinión pública. Y también, cree Milei, renovar la confianza en octubre y ganar la elección.

Para la oposición dura, hay un “milagro Milei” que los desconcierta: que la opinión pública lo siga percibiendo como “anti casta”, y mantenga un apoyo considerable. ¿Cómo conciliar esa percepción popular con decisiones mileístas que el kirchnerismo anacrónico considera anti pueblo? Hay una respuesta posible que la oposición no ve: que Milei sostiene el gesto anti casta política más arquetípico, reducir el gasto público y consolidar el superávit. Terminar con la “adicción” al gasto, según sostuvo en el discurso en cadena.

“No vine acá a buscar atajos, sino a dar vuelta la página de nuestra decadente historia. Mi tarea no es parecer bueno, es hacer el bien, incluso si el costo es que digan que soy cruel”: Milei fue explícito el viernes. Para la política argentina, el gran gesto disruptor de lo conocido es Milei y su relación con el gasto público: su decisión de reducirlo al máximo, aún en año electoral y a pesar de los riesgos históricos que premiaron lo contrario en las urnas.

La cadena nacional plantó la bandera de su ficha electoral ganadora: la conexión causal entre control de la emisión y cantidad de dinero, baja de la inflación y superávit. Pero también expuso la ausencia de otra cadena causal: la que lleva de la macro ordenada al crecimiento económico, la suba del salario y el alza del consumo transversal en la sociedad. Ahí es donde la oposición clava su propio estandarte: la imputación de una desconexión “cruel” entre el ajuste y la gente. Milei apela al corazón de la macro y le contestan con el bolsillo: versión libertaria del desconcierto alfonsinista del ministro de Economía Pugliese ante la frialdad de los mercados en aquel crítico 1989.

Desde 2016, Milei corrió el límite de lo posible en política: fue en base a su pedagogía pública en torno a la lógica detrás de la inflación. Ahora necesita hacer lo mismo pero con la segunda parte de la ecuación. Gobernar es hacer tres cosas: “gobernar es explicar, explicar, explicar”, decía Fernando Henrique Cardoso. En 2024, las encuestas de opinión pública mostraron que los argentinos estaban dispuestos a hacer un sacrificio en pos de una esperanza futura de retorno con beneficios. La preocupación estuvo centrada en la duración de esa paciencia social: la mayoría de las encuestas señalaban fines de 2024 como deadline. Hacia 2026, la pregunta es cómo extender ese plazo: Milei tiene el desafío político de encontrar una mejor explicación para la gente sobre los beneficios a obtener y el momento de percibirlos.

El fin de semana, CAME, la cámara que representa a la mediana empresa, divulgó datos de consumo que inquietan. En julio, año contra año, “las ventas minoristas pymes” cayeron un 2 por ciento a precios constantes. Para el Gobierno, y en año electoral, la señal más alarmante es la caída en esta coyuntura: respecto de junio, las ventas minoristas bajaron un 5,7 por ciento. Según CAME, el parate del consumo en julio estuvo influido por “el endeudamiento de los hogares, el uso restringido del crédito y el aumento de los costos operativos”.

Sobre ese telón de fondo, una macro ordenada que por ahora impacta negativamente en el consumo, la oposición construye su alternativa, o al menos su posicionamiento crítico. El viernes, Milei se esforzó por conectar “el orden fiscal y monetario” con el “crecimiento económico genuino” y éste, con una mejora de “los ingresos de todos, de los privados, de los trabajadores del sector público, de los jubilados y las asignaciones sociales”. Sentó las bases para la segunda parte de la cadena causal: macro ordenada, superávit fiscal, derechos de propiedad, “ahorro que financia la inversión para el crecimiento”. Ahí está, incipiente, su nueva promesa electoral, el nuevo pacto con el que busca renovar la esperanza: “un proceso que poco a poco y sector por sector, está rindiendo frutos y que pronto trasladará sus beneficios a toda la economía”, prometió el viernes. Una promesa grande pero carente de una lógica clara.

En 2025, esa ausencia argumental, o presencia incipiente, de la conexión entre macro y crecimiento para todos y la falta de efectividad para hacer política clásica es la desventaja competitiva que exhibe el mileísmo. Está claro que un triunfo electoral rotundo tampoco le asegura la mayoría que necesitaría para convertir el Congreso en una escribanía: una utopía kirchnerista con la que sueñan los libertarios. Pero otra cosa también está clara: que si las urnas confirman su confianza en Milei, esa fortaleza le jugará a favor también en el Congreso. De ahí que Karina Milei esté dispuesta a sacrificar ministros clave como Luis Caputo o Federico Sturzenegger en las bancas del Congreso: todo para garantizar el tsunami electoral. La misma estrategia que llevó con Manuel Adorni en CABA.

Macri también necesita un triunfo rotundo de Milei, sobre todo en la Ciudad de Buenos Aires. Esa victoria es lo único que puede demostrar que el voto Pro no se fugó hacia otros rumbos luego de la alianza con los libertarios. Es decir, que triunfe Milei para demostrar que todavía entiende al votante Pro. La oposición interna de María Eugenia Vidal, y otros dirigentes centrales de Pro, plantean esa posibilidad: que la alianza LLA Pro deje huérfanos a votantes porteños que los castiguen votando a otras opciones. En octubre, el caudal libertario deberá crecer hasta tal punto que quede claro el aporte de Pro en esas urnas.

Macri también fue derrotado por la política. Su plan de gobernar el cuadrante de centro derecha que quedó conformado con el triunfo de Milei en las Paso 2023, no funcionó. Hay que volver a la postal que dejó aquella PASO, con Patricia Bullrich triunfante sobre Horacio Rodríguez Larreta, Cambiemos segundo y Milei victorioso sobre todo el arco político y Macri copándole el escenario a Patricia Bullrich en el búnker de Pro en Parque Norte, inaugurando su intención política de ampliarse hasta contener a Milei. Para Macri, era el modo de reconocimiento que esperaba: el “yo te lo dije” después de la derrota en las PASO, para poner sobre la mesa que acertaba cuando planteaba que había que sumar a Milei y no a Schiaretti en esa interna.

Desde entonces, su acercamiento a Milei apuntó a institucionalizar esa política de cuadrante, con Milei y él mismo como líderes de cada borde. “Ahora que tenemos el mandato”, insistió todo 2024 en su círculo íntimo: para Macri, el mandato de Milei era también un poco suyo. Pero la dupla gobernante, Milei y Karina Milei, no le dio cabida. Recién ante la necesidad electoral de este año, se acortó la distancia: quedó claro que la necesidad libertaria gobierna esa brecha, y no la ambición macrista.

Macri quedó atrapado en la justificación de ese alineamiento: compartir con el mileísmo un proyecto de país. Ese argumento presenta dos problemas. Por un lado, reduce el ideario macrista a un mapa económico que coincidiría en todos sus bordes con el mapa macroeconómico mileísta. Es un problema porque hoy ese mapa presenta puntos críticos: salario estancado, parate económico y consumo que no despega. En lugar de ofrecer un ideario con respuestas a esas demandas, el macrismo se pliega completamente a la argumentación oficialista. Tampoco le da lugar al ideario republicano clásico de la derecha Pro de institucionalidad, respeto en la lógica del intercambio ciudadano, la atención a necesidades sociales como el tema discapacidad y un rol para el Estado cuando sea necesario. Se lo señaló Vidal el fin de semana, en una entrevista en Radio Mitre. “​​Un Estado donde la obra pública no sea sinónimo de corrupción, porque hay obras que salvan vidas”.

Por otro lado, mientras Macri plantea un coincidencia con Milei en cuanto al proyecto de país, ofrece un flanco de extrema debilidad para un líder político que quiere seguir teniendo peso: su acompañamiento acrítico a Milei deja expuesta la ausencia de un proyecto de poder por parte de Macri. Lo tuvo después de la PASO. Lo puso en riesgo ante Milei desde la llegada al poder del libertario. En octubre, se pone a prueba su visión política.

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