Las analogías futboleras siempre aparecen cuando se trata de shows en estadios. Y aunque el Movistar Arena no sea una cancha de 11, el clima se prestaba a la comparación. Milo J salió anoche a la cancha con la revancha entre los dientes.
A las 21.01 las pantallas mostraron un video que refería a aquella fallida presentación en Espacio Memoria y Derechos Humanos ex-ESMA, a mediados de febrero último, cuando el cantante quiso presentar su último álbum, esa especie de coda extended llamada 166 (Deluxe) Retirada que representa un bis de su segunda producción discográfica. Más allá de las cuestiones legales (hubo una cautelar de la justicia que impidió la presentación horas antes), la revancha para Milo J llegó meses después. Y seguirá llegando. Porque tiene por delante otras tres funciones. Este viernes 5 y luego el 16 y el 17 de junio.
Para el show de apertura de esta serie, el estadio estaba colmado de público. Las plateas estaban llenas de padres y niños; parecían un viejo Luna Park en temporada de vacaciones de invierno, con shows diarios en doble función. Y abajo, en el campo, sin sillas, adolescentes y jóvenes pusieron el cuerpo a la situación (sobre todo, las gargantas).
La producción de este show contempla un cuadrilátero central, que será el lugar que Milo elija para la mayor parte de su recital, con una pantalla superior, también de cuatro lados. La banda va atrás, en el escenario de formato convencional.
En la noche debut de la serie la performance solista de Milo pasó a un segundo plano en la mayor parte del show, porque, en realidad, él fue el gran líder de un momento coral de más de dos horas, con casi cuarenta canciones que despachó por bloques. El púbico aportó voces bien agudas, en contraste con el color abaritonado del protagonista (ese que seguirá bajando en su cuerda con el paso de los años). Juntos hicieron un dinámico contraste.
Todos cantaron de principio a fin cada verso de cada tema. Algunos poguearon. Raras costumbres de estos tiempos, los que en el campo hacían pogo no perdían oportunidad para sacudirse hasta con temas medio bajón, como “Vida de rock”, que es aquella que escribió con Duki y que dice: » Ella se fue y me dejó / No puede aguantar esta vida de rock».
Al rato, el anfitrión volvió al fallido show en Espacio Memoria, pero sin mencionar el hecho de manera directa: “No saben lo feo que es sacar un disco y tener que tocarlo primero fuera de tu país”, dijo recordando aquella situación, y en referencia a los shows que pocos días después dio en Chile y Perú.
Más tarde cambió el tono de su recital. Hizo un bloque de perfil folklórico, que está bien contemplado en sus canciones. “Tengo la necesidad de preguntar qué hubiese sido de nosotros”, entonaba con aire de zamba, mientras tantos chicos y chicas ahí abajo, o en plateas, dejaban su garganta en el recuerdo de un primer amor que ya no es (o que nunca fue).
También hubo visuales, bastante danza aérea y un primer invitado, Akim 88, que llegó para “No estoy”. Y hubo más a medida que las canciones salían sin pausa.
Además, Milo presentó recursos simples y efectivos. Aquella pantalla que coronaba el cuadrilátero bajó y lo dejó encerrado, “transmitiendo” desde adentro de esa caja. Minutos después, llegado el turno de “Ali oli” salió de su cabina, pero por arriba y sobrevoló el estadio colgado de un arnés. En cada pausa el público gritó “Milo Milo” y volvió a gritar con los primeros compases del tema siguiente, porque lo conocía de principio a fin. Fueron casi 40 que esa multitud coreo hasta saturar el sonido del estadio y hasta el final de una noche que terminó con “No hago trap”
El bloque estelar contó, entre otros, con el catalán Munic HB (para “No No”), Crtrap y Kelo (“Digan”) y Nicki Nicole (“Dispara”), que hizo que la noche de Milo J llegara a su clímax (más por la reacción de los fans que por la hechura de las canciones).
El bloque para “bajar un cambio”, luego de aquel estruendo que provocó junto a Nicki, trajo otros nombres, como el del rapero Cerounno, con quien compartió “La tortura”. Más tarde, acompañado por un coro de jóvenes y niños, Milo dio el bloque más inspirado y delicado, por canciones como “Sangre para derramar” y la simple y bella “M.A.I.”
El final fue bien potente, con la murga uruguaya Agarrate Catalina. Por supuesto no faltó “Negra murguera”, esa exquisitez del acervo musical de Bersuit Vergarabat, que reunió a Milo con la murga, en el ciclo FA!, de Mex Urtizberea.
Y si su periplo debía tener un cierre con algún guiño futbolero acaso esa bandera que tenía los mismos colores de Morón y se agitaba sobre el escenario, fuera la señal para que Milo se arrimara a la gran despedida de esa primera noche.