“No es solamente poner y sacar muebles, sino diseñar, combinar y hacer cosas a medida. Pero lo más desafiante, siempre, es que cada cliente y cada proyecto son diferentes”, desarrolla Sebastián Salazar, titular del estudio de interiorismo y de la tienda de muebles y objetos que llevan su apellido. Esta vivienda en Palermo fue su primera experiencia en una casa chorizo y, también, el escenario ideal para desplegar su estilo (“mezcla de retro, clásico y moderno”).
Desde la cima
La tarea fue de arriba hacia abajo, empezando por una especie de departamentito que corresponde a una ampliación en la terraza. Allí, el fundador de Salazar Casa dio en la tecla con el gusto y las exigencias de un cliente amante del vintage y de disfrutar a pleno cada rincón de su hogar.
La reforma del arquitecto Adrien Bosq y el interiorismo de Estudio Salazar definieron un concepto a medida para el último piso: cocina, estar, gimnasio y terraza con horno pizzero y jacuzzi. “Este sector no responde a una necesidad; más bien se ganó un espacio que no existía y que es puro disfrute. Suma otro point con una onda distinta, pero que va bien con el estilo de la casa», nos cuenta Sebastían Salazar.
Pensado como una unidad independiente, el último piso tiene su propia cocina.
Resultados, en obra
Tan buena fue la sinergia en el trabajo del último piso se decidió continuar con la ambientación de los dormitorios del primer piso y las áreas sociales y el jardín. Un trabajo progresivo, personalizado, respetuoso de la mística del PH porteño y con el sello inconfundible de las “casas vividas”.
La gran reforma la hizo una pareja alemana que vendió la casa con todos los muebles. Nuestra intervención se volcó por lo ecléctico: restaurar lo viejo, cambiar revestimientos y sumar elementos nuevos
Sebastián Salazar, responsable del interiorismo
Muy cerca, llegamos a la cocina. Respetando el diseño del amoblamiento existente y con el mismo mármol, la nueva isla se incorporó como si siempre hubiera estado aquí.
Cuarto con vista
Con un coqueto balcón que mira al jardín, el cuarto principal se diseñó como la suite de un hotel, provisto incluso de un minibar para preparar el primer espresso del día.
Incorporado la suite, el escritorio se hizo con un mueble moderno que contrasta con el ‘Bergère’ retapizado en pana azul. «Una casa chorizo con jardín y pileta en pleno Palermo es algo único y, como tal, un desafío. Busqué salvar todolo posible para retener la esencia, activada con espíritu actual… Y clásico, porque tiene que durar”, resume Salazar.
“Hicimos una mezcla europea, con vintage, clásico y canchero. Ese mix, que es el PH bien porteño, es más o menos mi estilo también, lo que trato de hacer en mis decoraciones“.
Un cuarto de huéspedes no tiene por qué ser impersonal. A este se le dio carácter con la pared cabecera pintada de verde, engamada con el respaldo y con la ropa de cama.