
El celular nos acompaña hoy en todo momento, al punto que se convierte en un distractor durante nuestras comidas, revisando mensajes, viendo videos o leyendo algún artículo de nuestro interés. Un hábito que parece pequeño, pero que puede afectar nuestra salud.
Las implicaciones de esta costumbre son varias, desde afectaciones intestinales, hasta problemas de salud mental por la constante estimulación a la que exponemos a nuestro cerebro.
Por qué es un problema comer frente a pantallas
Expertos en nutrición y salud advierten que la costumbre de comer mirando el celular o la televisión afecta la conexión mente-estómago de forma significativa.
Diversos estudios, como el realizado por la Universidad de Bristol, señalan que quienes se distraen durante las comidas tienden a ingerir más cantidad de alimentos y presentan mayor dificultad para reconocer el punto de saciedad.

Según la dietista Juana María González, “al no prestar atención a la comida, obviamos esos avisos, que son más débiles que los del hambre, y es probable que comamos más”, dijo a La Vanguardia. La nutricionista Laura Jorge también añade que “esto ocurre porque no somos conscientes de lo que hacemos, el estómago y el cerebro dejan de estar conectados”.
Este patrón de desconexión entre los sistemas de regulación interna y los estímulos externos conduce, según investigaciones científicas, a la sobreingesta y al incremento de peso corporal. La atención dividida debilita la capacidad de percibir cuándo realmente se ha llegado a la saciedad, lo que a mediano y largo plazo incrementa el riesgo de sobrepeso y obesidad.
Cuáles son los efectos de comer viendo el celular
No prestar atención al alimento implica masticarlo de manera insuficiente. El proceso digestivo, que inicia en la boca y depende de la trituración correcta de los alimentos, se ve alterado cuando la mente está concentrada en la pantalla.
En palabras de la nutricionista Cristina Ríos, los alimentos “llegan al estómago menos triturados de lo que deberían”, lo cual incide en una digestión más lenta y ocasiona sensación de pesadez. A esto se suman molestias digestivas como hinchazón y gases, ya que masticar apurado y distraído hace que se trague más aire del habitual.

El Ministerio de Salud del Perú ratifica esta problemática, al destacar que la ingesta excesiva de aire se produce por una masticación inadecuada durante el consumo de alimentos acompañado por distracciones tecnológicas.
El asunto va más allá de las molestias puntuales: cuando el acto de comer se convierte en una actividad secundaria, también se producen alteraciones en el metabolismo. Estudios recientes revelan que la exposición a la luz azul de las pantallas durante las comidas afecta el sistema nervioso autónomo, reduciendo la eficiencia digestiva y la absorción de micronutrientes.
El metabolismo se ralentiza y el riesgo de comer en exceso aumenta, generando un círculo vicioso que impacta en la salud integral.
La relación entre saciedad y atención es más profunda de lo que parece. Una investigación de la Universidad del Sur de California encontró que el cerebro crea registros o “engramas de comida”, huellas que permiten recordar lo ingerido y experimentar plenitud.

Si la atención está fragmentada por la pantalla, esos recuerdos no se consolidan correctamente. La consecuencia inmediata es el llamado “olvido de la comida”: poco después de terminar de comer, la persona siente hambre porque el cerebro no tiene presente lo que se consumió.
La distracción durante las comidas perpetúa hábitos de “picoteo” constante y el consumo de productos ultraprocesados, lo que contribuye no solo al exceso de peso, sino al desarrollo de una relación malsana con la comida. Al no disfrutar y registrar adecuadamente los sabores y los momentos de alimentación, se pierde la posibilidad de construir una alimentación placentera y saludable.
