Esta semana se estrenó la octava película de la saga Misión: Imposible con Tom Cruise, dirigida por cuarta vez por Christopher McQuarrie, ya en su onceava colaboración como director, productor o guionista con la estrella hollywoodense. Misión: Imposible – La Sentencia Final supuestamente cierra el ciclo sobre las aventuras de Ethan Hunt (Cruise) y sus misiones no siempre aprobadas por sus superiores. La primera película, dirigida por Brian de Palma en 1996, ya se alejaba del concepto original de la serie. El último acto era una pelea a bordo de un helicóptero volando dentro del túnel que une Londres y París, una escena de acción completamente ajena al espíritu de la serie, de cuya creación en ese momento ya habían pasado 30 años, y que subrayaba la inteligencia del equipo por sobre tiroteos, persecuciones o combate mano a mano.
La serie rompió moldes con un estilo narrativo elegante, una estructura argumental sofisticada y un uso innovador del suspenso y la tecnología
Misión: Imposible fue creada por Bruce Geller, productor y guionista de Hollywood, que imaginó una serie donde el ingenio, el disfraz y la estrategia tuvieran más protagonismo que los disparos y las explosiones. Ambientada en plena Guerra Fría, la serie bebía de las tensiones del momento, aunque sin anclarse en la política partidaria. La IMF (Impossible Missions Force) no respondía a una institución específica como la CIA, sino que era un grupo privado que operaba en la sombra, negada oficialmente por cualquier gobierno, lo que otorgaba a sus misiones un carácter internacional y ambiguo.
La serie rompió moldes con un estilo narrativo elegante, una estructura argumental sofisticada y un uso innovador del suspenso y la tecnología. A lo largo de su vida –y sus múltiples encarnaciones– Misión: Imposible se mantuvo fiel a una premisa básica: un equipo secreto recibe misiones imposibles que deben llevar a cabo sin reconocimiento oficial y sin margen de error. Geller estaba influenciado por el espíritu de la época. El Satánico Dr. No, la primera película de James Bond con Sean Connery estrenada en 1962, abrió la compuerta para que la moda de espías copara las pantallas grandes y chicas. Series como El Agente de C.I.P.O.L., Yo, Espía y la inglesa Los Vengadores fueron hijas dilectas del agente 007 y, por oposición, de Misión: Imposible. Geller propuso que su serie de espías no tuviese humor ni ninguna escena para sonreír. El creador quería que el atractivo fuera el guion, no los actores. A diferencia de la mayoría de las series de la época, no se centraba en los conflictos personales de los protagonistas. Apenas se conocía su historia o vida privada. No era una serie de vínculos o relaciones entre personajes. La misión ocupaba el 100 % del episodio, aunque cada tanto se emitía alguno donde uno de los miembros se veía envuelto en un problema y el grupo salía a rescatarlo. Pero fuera de esas pocas excepciones el foco estaba puesto en la misión: cómo planificarla, ejecutarla y escapar sin dejar rastro. De hecho, en los episodios abundan las miradas silenciosas, secas, donde cada uno sabe lo que tiene que hacer previa planificación. Hasta cuando la misión es exitosa sobre el final de cada capítulo, los miembros del IMF no se saludan ni se felicitan. Generalmente sin emitir palabra se suben a un auto y se van. Nada de palmadas en la espalda, frases celebratorias o siquiera sonrisas.
Hay un sonido que los fanáticos del espionaje identifican al instante: una cinta comienza a girar en una grabadora portátil, una voz en off de un personaje que nunca se vio en toda la serie, describe una misión ultrasecreta, y finalmente –tras cinco segundos–la cinta se autodestruye
En cada episodio de la serie, el jefe del equipo recibía una grabación con instrucciones para una nueva misión. Esta estructura episódica, aunque repetitiva en forma, ofrecía una inmensa variedad de escenarios, desde dictaduras ficticias hasta operaciones mafiosas en Estados Unidos, pasando por sabotajes industriales, fraudes financieros y rescates de rehenes. Cuando el equipo viajaba al extranjero, generalmente a algún país inventado tras la Cortina de Hierro, el equipo de arte jugueteaba con los carteles, escrito en un idioma creíble creado para la serie. Así la palabra “gas”, por ejemplo se transformó en “gäz”, o “police” era “poliz”.
Hay un sonido que los fanáticos del espionaje identifican al instante: una cinta comienza a girar en una grabadora portátil, una voz en off de un personaje que nunca se vio en toda la serie, describe una misión ultrasecreta, y finalmente –tras cinco segundos–la cinta se autodestruye. Esa fórmula, simple pero poderosa, se convirtió en el ritual fundacional de Misión: Imposible. La “cold open” (la apertura fría), como se denomina en la jerga televisiva a la primera escena, usualmente antes de los créditos, lo tenía al líder del grupo entrando a lugares cotidianos, a veces charlando en clave con un aparente transeúnte inocente y recibiendo el grabador y el sobre con las fotos de los villanos de la semana.
El uso de tecnología también fue pionero: dispositivos de grabación ocultos, micrófonos miniatura, disfraces hiperrealistas y explosivos programados. Todo ello anticipó elementos que luego serían clásicos en el cine de espías, en especial las diferentes máscaras que usaban los miembros del grupo. Utilizando diversos trucos de cámara, los directores de los episodios siempre buscaban la originalidad cuando uno de los personajes se ponía la máscara para transformarse en otra persona, o tomaba la base en el cuello para sacársela. Espejos, dobles, cambios fuera de campo fueron el arsenal para derrochar creatividad en esas escenas.
La música de Lalo Schiffrin
Quizás el tema de Misión: Imposible sea uno de los más reconocidos de la historia de la cultura pop. Compuestos por el argentino Lalo Schiffrin, el tema principal y The Plot, el segundo más conocido, eran de ritmo ágil y montaje rítmico. Su combinación de jazz, percusión sincopada y arreglos orquestales modernos lo transformó en un clásico, imitado y parodiado cientos de veces. El tema fue tan icónico que incluso inspiró remixes y regrabaciones en las versiones cinematográficas hasta el día de hoy acompañando la secuencia de créditos, originalmente empezando por un fósforo que se enciende y una línea que recorre con un montaje rápido escenas del episodio que se está por ver. Otra de las revoluciones que provocó la serie fue esa: la secuencia de créditos era única en cada episodio y había que montarla de cero cada semana.
En entrevistas posteriores, Lalo Schifrin explicó: “Quise componer algo que no fuera predecible. El compás 5/4 fue una decisión deliberada: los espías no caminan al ritmo de los demás”. El compositor también reveló que buscó conscientemente evitar clichés del género: “No quería que sonara como otra serie policial más. Quería algo que capturara el misterio, la tensión, pero también el estilo y la inteligencia del equipo IMF”.
Misión: Imposible se emitió en la cadena CBS entre 1966 y 1973, con un total de 7 temporadas y 171 episodios. Era una coproducción de Paramount con Desilu, la productora creada por la pareja más famosa de la televisión en ese momento: Lucille Ball y Desi Arnaz Jr.
Quizás por el cambio en el gusto del público y quizás por la agotada creatividad de la serie, Misión: Imposible no vio una octava temporada y fue cancelada en 1973. Pasarían 15 años para que Peter Graves escuchara de nuevo el “Buen día, Sr. Phelps”
La primera temporada presentó como líder del equipo a Dan Briggs, interpretado por Steven Hill. Lo acompañaban Martin Landau y Barbara Bain, esposos en la vida real, Greg Morris y Peter Lupus, un fisicoculturista que venía de hacer películas italianas de fantasía clásica como Hércules y los tiranos de Babilonia (1964) y Goliath y la Conquista de Damasco (1965).
Landau, quien treinta años después ganaría el Oscar por su papel como Bela Lugosi en Ed Wood de Tim Burton, venía del prestigioso Actor’s Studio neoyorquino. De hecho, fue compañero de Steve McQueen, los únicos dos de quinientos en ser aceptados en su año. Hill también había estudiado ahí, y lo tenía de compañero a Marlon Brando cuando la institución abrió sus puertas en 1947.
Pero Hill duró apenas un año, no por motivos actorales, sino religiosos. El actor era un practicante ortodoxo del judaísmo, lo que le impedía, entre otras cosas, trabajar hasta tarde los viernes. Para la segunda temporada, Hill fue reemplazado por Peter Graves, quien en el rol de Jim Phelps se estableció como el líder indiscutido del grupo hasta la cancelación de la serie.
Martin Landau y Barbara Bain fueron parte fundamental del éxito inicial de Misión: Imposible. Las segunda y tercera temporada son consideradas las mejores, donde los intérpretes aportaban calidad actoral en varios roles, aun dentro del mismos episodio. Sin embargo, su salida después de la tercera temporada no fue voluntaria ni amistosa. La pareja estaba descontenta con las condiciones contractuales impuestas por Desilu y Paramount. Landau, quien nunca firmó un contrato exclusivo, lo que le permitía renegociar su salario año tras año, exigía un aumento y mayor participación creativa. Bain también buscaba mejores condiciones económicas y mayor respeto profesional, sobre todo luego de ganar tres premios Emmy consecutivos. El estudio se negó y decidió no renovar los contratos. Landau declaró: “Nos hicieron sentir reemplazables. Pero yo no iba a comprometer mi integridad por un cheque menor”. Bain fue más directa: “Éramos parte esencial del show, pero nos trataron como si fuéramos descartables”.
La salida de ambos impactó en la dinámica del equipo y en el público. El reemplazo de Landau para la temporada cuatro lo encontraron en otra serie producida por Desilu y filmada en los estudios adyacentes: Leonard Nimoy, Spock en Star Trek. Para la quinta temporada se sumaron dos actores más, Sam Elliott y Leslie Ann Warren, en 1970. Y en la sexta entró Linda Day George para acompañar a los que habían estado desde el comienzo: Peter Graves, Greg Morris y Peter Lupus.
Hacia principios de los años setenta, la serie empezó a reflejar los cambios sociales y políticos de Estados Unidos. Los trajes entallados y los peinados de peluquería dieron paso un look más informal, como las poleras y los jeans. En sintonía con el movimiento feminista de la época, Lesie Ann Warren se negó a usar corpiño en las grabaciones, algo que provocó que el vestuario hiciera malabares para que no se vea nada bajo riesgo de censura.
En plena guerra de Vietnam y la crítica al intervencionismo estadounidense, algo que la serie trataba siendo los protagonistas un grupo de norteamericanos que realizaban misiones clandestinas en el extranjero, los guiones abandonaron progresivamente las tramas ambientadas en países ficticios bajo dictaduras para enfocarse en problemas domésticos: mafias, corrupción gubernamental, chantajes políticos y fraudes financieros. Así surgió una nueva organización nacional delictiva llamada El Sindicato, nombre que se vería de nuevo en la película Misión: Imposible – Nación secreta, en 2015.
Este giro temático respondía tanto a la coyuntura local, como las protestas estudiantiles, el flower power y la creciente desconfianza en las instituciones, como a razones de presupuesto: filmar en escenarios urbanos estadounidenses resultaba más barato que simular suelo extranjero.
Quizás por el cambio en el gusto del público y quizás por la agotada creatividad de la serie, Misión: Imposible no vio una octava temporada y fue cancelada en 1973. Pasarían 15 años para que Peter Graves escuchara de nuevo el “Buen día, Sr. Phelps”.
En 1988 una huelga de guionistas en Hollywood que duró 150 días paralizó la industria. Los canales sin material nuevo para producir recurrieron a diversos artilugios para ocupar la pantalla. A Paramount se le ocurrió reflotar la serie. Tomó 13 guiones originales y haciendo base en Australia grabó una nueva Misión: Imposible con Peter Graves volviendo a ser Jim Phelps. Lalo Schiffrin reversionó su icónico tema con sintetizador, guitarra eléctrica y bajo. Esta continuación de la serie original se dio el gusto en un episodio en traer de vuelta a Greg Morris, como un prisionero injustamente encarcelado en el extranjero. Como parte del nuevo equipo se sumó su hijo Phil, también en la ficción. Para el final de la primera temporada y por un cambio en las actrices, por primera vez en la historia de la serie moría un miembro de la IMF, Casey Randall, interpretada por Terry Markwell. La reemplazó la reconocida Jane Badler, Diana en la serie V – Invasión Extraterrestre. La nueva Misión: Imposible aprovechaba la incipiente tecnología digital para sus misiones y Jim recibía la misión en un mini Laser Disc. A pesar de estar filmada en Australia, con diversos paisajes coloridos que agrandaban los valores de producción, el renacimiento duró solo dos temporadas. Fueron Tom Cruise y su socia Paula Wagner los que unos años después, a principios de los noventa, se asociaron con Paramount para producir la primera película (para ciertos países la segunda) de Misión: Imposible. Trajeron de nuevo un concepto sólido y atractivo, que a décadas de su aparición en formato televisivo sigue interesando al público, aunque quede cada vez menos de lo que el creador Bruce Geller solía decir a su gente: “No hay que explicar nada”.