Misterio y acusaciones cruzadas por el ingreso a la Argentina como turista del vicepresidente iraní

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A fines de febrero pasado, el consulado argentino en Teherán recibió a Shahram Dabiri, un médico sesentón de aspecto afable que llegó a obtener su visa de turista para viajar a Buenos Aires.

El funcionario argentino que lo atendió, uno de los pocos diplomáticos asentados en Irán (el jefe de la delegación es el diplomático de carrera Mariano Jordán, por aquellos días de licencia), revisó su pasaporte, dio cuenta de la ausencia de custodios (Dabiri llegó en soledad a la cita), y de su trabajo en el Hospital de la ciudad persa de Tabriz, entidad que confirmó que, efectivamente, el solicitante trabajaba allí. Sin nada que objetar, y luego de consultas de rigor con el servicio de inteligencia, el consulado argentino le entregó su visa, pero Dabiri había mentido: se trataba del vicepresidente de Asuntos Parlamentarios de Irán, quien con el aval de Buenos Aires y algunos cambios en su aspecto personal se salió con la suya y paseó durante 14 días dentro o en aguas del territorio nacional, sin que nadie se enterase. Así ocurrió hasta que su propia esposa, Sholeh Emami –que también obtuvo la visa y fue partícipe del viaje–, lo publicó en las redes sociales, hecho que lo condenó a ser expulsado de su cargo, el sábado, por el régimen de los ayatolás. La esposa de Dabiri, farmacéutica, declaró trabajar en el mismo hospital que su marido.

Nada sospechoso, según evaluaron las autoridades argentinas, a pesar de que los viajeros provenían de Irán, país acusado por la justicia argentina por su responsabilidad en los atentados terroristas a la embajada de Israel, en marzo de 1992, y la AMIA, en julio de 1994, que dejaron sumados más de un centenar de muertos y decenas de heridos.

Las sucesivas derrotas del Presidente

Más allá de que se trataba de un cargo menor –ser enlace con el parlamento en un régimen teocrático no conlleva altas responsabilidades ejecutivas–, la facilidad con la que Dabiri y su esposa ingresaron a territorio nacional para recorrer el sur argentino y participar de un crucero que llegó a la Antártida motivó la queja de la oposición en el parlamento. Los diputados Miguel Ángel Pichetto (Encuentro Federal), Florencia Carignano (Unión por la Patria) y Maximiliano Ferraro (CC-ARI) se hicieron eco de la publicación original, en el diario Clarín, y reclamaron al Poder Ejecutivo este martes que diera explicaciones.

Dabiri junto al Hotel Plaza Canning, en el Gran Buenos Aires

Mientras fuentes oficiales con conocimiento de lo ocurrido sostuvieron a LA NACION que en Irán fueron “embaucados” por Dabiri, y que todos los papeles que recibieron estaban en orden –los funcionarios iraníes no reciben visa para ingresar al país, los ciudadanos de a pie sí–. Ni Migraciones, que depende del Ministerio del Interior; ni la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE), que encabeza Sergio Neiffert, emitieron hasta el momento su versión de lo ocurrido.

Por lo bajo, desde la Casa Rosada afirmaron que “Dabiri no es una persona buscada ni tiene problemas con la Justicia argentina”. Aclararon, además, que “su ingreso al país fue autorizado mediante una visa consular emitida por el Consulado de Teherán”. Agregaron, por si hacía falta, que “en todos los casos relacionados con personas de esta nacionalidad se verifica previamente con la SIDE, la cual no presentó objeción alguna para su ingreso al territorio nacional”. Una sentencia que, según conocedores del mundo de los servicios comentaron a este diario, intenta justificar errores en el paso de Dabiri, quien con sólo falsear parcialmente su identidad omitiendo datos en una declaración pudo ingresar sin problemas al país.

Shahram Dabiri era un confidente del presidente

Por las dudas, desde Balcarce 50 también informaron que “el Ministerio de Relaciones Exteriores, Comercio Internacional y Culto de Argentina es el encargado de otorgar visas para ingresar al país mediante sus representaciones consulares en el extranjero”, finalizaron las fuentes oficiales.

Por la razón que fuera, el régimen iraní no perdonó la escapada del médico, que según su perfil en Wikipedia es también dirigente del futbol iraní. “En un país en el que las presiones económicas sobre el pueblo son altas y los necesitados son numerosos, los costosos viajes de los funcionarios, incluso a expensas personales, no son defendibles ni justificables”, afirmaron desde las oficinas del presidente Masoud Pezeshkian, al comunicar sobre la destitución del ya exenlace del Poder Ejecutivo iraní con el parlamento. Según el sitio web de la BBC de Londres, la foto de Dabiri y su esposa posando frente al barco MV Plancius, con destino a la Antártida, circuló ampliamente a través de las redes sociales, causó indignación en Irán (atravesada por una grave crisis económica) y marcó el final de la carrera del médico que fingió no ser funcionario iraní, sólo para conocer llegar hasta el continente blanco.

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