Después de la charla con LA NACION y antes de la sesión de fotos en la redacción, Mónica de Russis pide unos minutos para resolver una situación que se dio en la sede de Amigos en el Camino, la asociación civil que se dedica a asistir a personas en situación de calle y que ella preside.
Un hombre con problemas de consumo y que suele estar en situación de calle acaba de ser internado con un cuadro de tuberculosis. “Van a pasar a buscar ropa. No te olvides de poner ojotas porque las va a necesitar mientras esté internado”, le dice a otra voluntaria de la ONG.
Hace 15 años que esta mujer de 60 años se ocupa de esta población en varios barrios de la ciudad de Buenos Aires. “Empecé a ver muchas personas que uno no relaciona con el estereotipo de la persona que vive en la calle, que es el roto, el linyera. Veo profesionales, gente preparada. Estamos ayudando a un estudiante de farmacia y a un técnico óptico”, revela.
Si bien considera que se trata de un grupo heterogéneo, De Russis encuentra un punto en común: “Lo que vemos en todas las historias es que se les rompió su red de contención primaria”.
−¿A cuántas personas asisten?
−A unas 1200 personas, pero la realidad es que son más. Todas las noches nos estamos quedando sin comida antes de terminar el recorrido. No estamos dando abasto para poder asistir a todos los que se acercan a pedirnos ayuda.
−Si le pido que me describa al universo al que asisten, ¿qué me diría?
−Es muy heterogéneo. Pero hay algo que tienen en común: la soledad. Más del 70% suelen ser hombres. Hay adultos mayores y muchas personas con problemas de salud mental. No hablo solamente del consumo de sustancias, sino personas con una patología psiquiátrica, como paranoia, esquizofrenia o depresión. En los abuelos vemos demencia senil. También hay una mínima población trans y no binaria.
−¿Ven niños?
−Antes veías mucho más, pero hoy no tanto. Ocasionalmente encontramos algunos, quizás más adolescentes. Sí vemos familias con menores, en general mujeres con chicos, pero no es lo habitual. A esa población la vemos durante el día. A veces se quedan en la calle una noche o dos, pero después vuelven a sus lugares. La mayoría de las mamás con niños está siempre muy atenta y asustada porque el Consejo del Menor y la Familia puede pasar y le puede quitar a los niños.
−¿Qué otras diferencias ve en el presente y en relación a hace 15 años, cuando comenzaron a trabajar en este tema?
−Estoy viendo a muchas personas que uno no relaciona con el estereotipo de quien queda en la calle, que es el roto, el linyera. Muchas veces, los mirás y pensás que son como vos o yo, profesionales, gente preparada. Estamos ayudando a un estudiante de farmacia y a un técnico óptico, por ejemplo. Es gente con formación que tuvo una vida, una familia, pero el vínculo se quebró. El otro día nos avisaron de un locutor que había quedado en la calle. Salimos a buscarlo pero no lo encontramos. Y a veces, por temas de consumo, te encontrás con chicos que vienen de una familia de trabajo, de clase media, y ves a las madres buscándolos por la calle, haciendo lo imposible para poder rescatarlos.
−El consumo es una de las principales razones por las que hay personas que terminan en la calle. ¿Cuáles son las otras?
−Lo común entre todas las historias es que se les rompió su red de contención primaria. Ya no está ese amigo que le daba un lugar para dormir ni el familiar que le abría la puerta y lo bancaba hasta que se pueda rearmar. No tienen más esa red. Otras situaciones que llevan a la calle, además del consumo, son los problemas de salud mental. Últimamente el tema de la depresión está muy presente. Te quedaste sin laburo, te separaste, no tenés un mango y tu amigo o tu familiar no te puede bancar. Y no conseguís laburo. Y la depresión aparece cuando quedás en la calle. Es difícil, sobre todo en los hombres.
−¿Por qué?
−Hay un mandato cultural que existe con respecto a que el varón es el sostén. Nosotros, en las recorridas, solemos sacar fotos y filmar, siempre con autorización. Hay muchos que te dicen: “Te pido por favor que no porque mi familia no sabe que yo estoy en calle y yo tengo vergüenza”. A muchos hombres les da vergüenza pedir ayuda.
−El lema de las ONG y del Gobierno porteño es que la calle no es un lugar para vivir y que están los centros de inclusión social para no pasar por estos padecimientos.
−Sí, claro. ¿Sabés qué es lo que pasa? En esos centros no hay vacantes. Los relevamientos oficiales no reflejan el número real de personas en situación de calle [el último relevamiento oficial contó en todo CABA 1236 personas durmiendo en la calle]. El censo popular, que hacemos las ONG, dio hace pocos días que solo en la Comuna 1 hay 1483 personas en situación de calle. Entonces, si sumamos las demás comunas, ¿de cuántas personas realmente estamos hablando? Es cierto que hay periodos del año donde sí hay vacantes en los centros de inclusión, pero, últimamente, cuando las organizaciones nos comunicamos con la Red de Atención para derivar a alguien, no obtenemos respuesta. O viene la camioneta del Gobierno porteño y nos dice que no hay vacantes. No es algo que me dijeron, es algo que viví yo.
−Se dice que parte de la población que está en calle viene de otras jurisdicciones, como la provincia de Buenos Aires. ¿Es verdad?
−Es verdad. También hay una población que va y viene, pero no es la mayoría. Y están los que vinieron de la provincia hace 10 años y ya son vecinos de la ciudad de Buenos Aires.
−¿En los distritos de la provincia de Buenos Aires no les ofrecen asistencia?
−El tema situación de calle es una problemática que se da en todo el país, sobre todo en las ciudades de mayor concentración. Nosotros tenemos bastante presencia en las redes sociales y, por ejemplo, la gente de provincia se comunica y nos pide ayuda. Te dicen que en la provincia de Buenos Aires no hay ni subsidio habitacional ni algo similar a la tarjeta de Ciudadanía Porteña para que puedan acceder a alimentos o a higiene personal. Yo les digo que se acerquen a una iglesia o al municipio, pero dicen que no les dan nada.
−¿Qué se necesita para que alguien deje de vivir en la calle?
−No alcanza con decir “un techo”. En este momento hay tres generaciones de personas en situación de calle, hay nietos de abuelos que fueron niños de la calle. Abordarlos a ellos es muy diferente que al abordaje que requiere alguien que llegó del interior buscando trabajo, no lo consiguió, se le acabaron los recursos y quedó en calle. Por eso el abordaje de esta problemática tiene que ser desde distintos lugares, desde distintas disciplinas y sostenido en el tiempo.
−¿Cómo es el día de una persona que vive en la calle?
−Hay personas que duermen de día porque si lo hacen de noche temen que les pase algo.
−¿A qué le tienen miedo?
−A sufrir violencia y también a que les roben sus cosas. Lo más valioso que tienen es el celular y las zapatillas. También le temen a que venga la cuadrilla del Ministerio de Espacio Público, que suele pasar de noche, y les retire sus cosas. No solamente las frazadas o el colchón, sino su mochila con los documentos, certificado de discapacidad, medicación, abrigos.
−¿Entonces hay quienes duermen de día y quienes lo hacen de noche?
−Exacto. Los ves en algún banco del subte, por ejemplo. Y a la tarde quizás empieza a buscar los recursos para poder comer. Algunos van a comedores, otros esperan a las ONG o a los grupos que recorren las calles con viandas de comida, ropa, abrigo, productos de higiene. Y muchos otros duermen de noche, en umbrales de locales o empresas, y acuerdan dejar todo prolijo para poder seguir en el lugar y que no los echen. A las 5 de la mañana, cuando los encargados de los edificios empiezan a limpiar las veredas, se levantan y dejan todo prolijo. No hay una sola estrategia, cada uno busca la suya.
−¿Cómo hacen para higienizarse?
−Hay lugares como iglesias que tienen duchas. El Gobierno de la Ciudad tiene el Dispositivo de Primer Acercamiento, que también tiene duchas. También hay canchas de fútbol donde les permiten bañarse. Algunos tienen un amigo o familiar que por ahí les permite ir a ducharse. Cada uno se va armando su red de apoyo.
−¿A qué riesgos se enfrenta una persona que vive en la calle?
−A todos los que te puedas imaginar. Se exponen a los riesgos comunes que corre cualquier ciudadano pero agudizados porque no tienen ningún lugar adonde repararse. Están en la calle expuestos las 24 horas. Además, tantos años o tiempo de estar mal alimentados, mal vestidos, mal dormidos, sin el apoyo emocional de alguien que te sostenga, genera la aparición de enfermedades.
−¿Cuáles son las enfermedades más frecuentes?
−Son típicas de la calle, como la tuberculosis, la sarna o la neumonía.
−El frío debe complejizar todavía más el panorama.
−Imaginate cómo impacta el frío en una persona que duerme en el cemento, sobre un cartón que busca funcionar como aislante y con una frazada, pero mojado por la lluvia. ¿Te podés imaginar lo que es tener la ropa húmeda 24 horas seguidas? Lo peor son los días fríos, de lluvia y con mucho viento. Además, conviven con las cucarachas y muchas veces, las ratas se les pueden meter entre las frazadas.
−¿En qué piensa cuando hace mucho frío o llueve?
−En lo mal que la está pasando cada uno de los que conozco. Pienso en Rosa María, en Juan, en ‘Mochila’. Pienso en el nombre, en la cara, en la historia de cada una de las personas con las que establecimos un vínculo. Por eso nos llamamos Amigos en el Camino, porque es un vínculo de amistad. Pienso en cada uno y pienso en que yo tengo mi casa y una cama calentita, que me puedo dar una ducha caliente, que puedo comer algo calentito y que cada uno de ellos no. También pienso en los voluntarios que van a tener que salir a la noche. Hay que tener corazón para dejar a tu familia y mojarte, porque sabés que te podes engripar, enfermar y al otro día por ahí tenés que faltar al trabajo si te pasa todo esto o tenés que ver quién cuida a tus hijos.
−¿Cómo es ser voluntario para asistir a personas en situación de calle?
−Amigos en el Camino tiene un equipo de voluntarios que es un grupo humano fuera de serie. Son personas que ponen el cuerpo todas las noches y que vinieron a este mundo a dar amor, porque lo dan en cada acto y lo digo y me emociono porque es difícil… Te encontrás con el dolor del otro. Te encontrás con que el otro te abrió su corazón y te agradece porque te dicen: “Podés estar en casa mirando la tele con tus hijos y estás acá y me viniste a ver a mí. Yo te lo agradezco de todo corazón porque nadie piensa en nosotros”. Hay quienes piensan que las personas en situación de calle son los fisuras que ensucian la vereda, pero también hay gente que pone el alma para que ellos estén mejor, así que no todo está perdido.
−¿Qué les pasa emocionalmente con la indiferencia social?
−Hay personas a las que les duele profundamente y se esconden, tratan de pasar inadvertidos y mimetizarse con el paisaje para no ser vistos. Hay otras personas que se enojan, porque tienen una vida de mierda y lo último que necesitan es que se los hagas notar. También están los que lo viven como una llaga cicatrizada y tratan de ser indiferentes. Y por último, están los que no se dan cuenta porque están atravesados por alguna problemática de salud mental.
−¿Cómo podemos ayudar a quien hoy, esta noche, va a dormir en la calle?
−Todos los años lamentamos la muerte de muchísimos amigos en situación de calle a causa del frío. Alguno de ellos puede ser el que duerme habitualmente en la esquina de casa, en esa plaza por la que paso todos los días. Entonces, lo que uno puede hacer es acercarle a esa persona algo caliente, un té, una sopa, un café, una vianda caliente. Le pueden llevar medias, ropa de abrigo, un alfajor o un chocolate, algo con calorías. Pero si hacer eso le genera incomodidad, porque no todos estamos preparados para abordar esas situaciones, puede colaborar con los grupos que los asisten, con ropa, calzado, frazadas y también con dinero para solventar los gastos.
Más información:
- Cuál es la mejor forma de ayudar a quienes están en situación de calle. LA NACIÓN armó una guía con 50 maneras de solidarizarse con las personas que duermen a la intemperie. Podés entrar haciendo click aquí.
- La sede de Amigos en el Camino queda en Valentín Gómez 3332, en el barrio porteño de Almagro, pero la organización está en busca de un nuevo espacio porque deben mudarse. Si querés ayudarlos, podés comunicarte al 11-3910-2998 o contactarlos a través de sus redes sociales.