En una conversación con Infobae Colombia, la senadora María José Pizarro compartió su visión sobre lo que significa abrirse camino en un escenario político históricamente dominado por hombres. Su historia personal, marcada por la memoria de su padre y por un compromiso firme con las transformaciones sociales, está entrelazada con el reto de consolidarse como una figura propia dentro del Congreso y de la vida pública nacional
Pizarro reconoció que su llegada al Senado no fue casualidad. Desde hace más de dos décadas ha trabajado en la construcción de memoria histórica, la defensa de los derechos humanos y el acompañamiento a víctimas del conflicto armado. Esa experiencia, dice, le permitió comprender la política no solo como un campo de poder, también como un espacio de servicio y de dignificación de quienes históricamente han sido marginados. “No concibo la política como un lugar para servirse, sino como una responsabilidad con las generaciones que vienen detrás”, afirmó.
Ahora puede seguirnos en nuestro WhatsApp Channel y en Facebook
Una mujer en el Congreso
El Congreso colombiano, con su dinámica intensa y su carga de debates ideológicos, no siempre fue un lugar fácil para las mujeres. Aunque la representación femenina aumentó en los últimos años, persisten las barreras invisibles como el machismo, la subestimación y la dificultad de ser escuchadas en igualdad de condiciones. Pizarro lo vivió en carne propia. “Muchas veces se nos exige demostrar el doble para que nuestras propuestas tengan el mismo peso que las de un hombre”, relató.
Pese a ello, consideró que cada vez más mujeres están ocupando espacios claves y transformando la agenda pública. Su presencia, asegura, no es meramente simbólica, implica cambiar prioridades, introducir perspectivas de género y visibilizar problemáticas que antes no eran consideradas centrales. “Las mujeres en política abrimos puertas para otras, pero también llevamos a las instituciones debates que de otra forma seguirían en la periferia: la violencia basada en género, los derechos reproductivos, la equidad salarial, el cuidado como un derecho”, señaló.
El peso de la historia y el futuro propio
La senadora es consciente de que su apellido, asociado a una figura central de la historia política y guerrillera del país, le abrió puertas e igualmente le significó cargas. Su decisión de lanzarse a la política fue precisamente un acto de reivindicación de la memoria y también de independencia. Aseguró en Infobae Colombia que, aunque la historia familiar la acompaña, su trayectoria fue construida con base en su propio trabajo y en un esfuerzo constante por no quedar atrapada en el pasado.
Ese pasado, dijo, la hizo más consciente de lo difícil que es reconciliar a un país herido. Su apuesta está ligada al Acuerdo de Paz y a la necesidad de cumplirlo de manera integral, entendiendo que no se trata solo de un documento, sino de un camino hacia la inclusión y la justicia social. “La paz no es una concesión, es un derecho. Si queremos que sea sostenible, debemos garantizar la participación de todos los sectores, en especial de quienes han cargado históricamente con el peso del conflicto”, explicó.
La política como servicio público
María José Pizarro insistió en que la política debe recuperar su sentido ético. En un país marcado por la desconfianza hacia las instituciones, ella cree que la transparencia y la coherencia son la única forma de reconciliar a la ciudadanía con la democracia. “El reto no es solo ganar elecciones, sino gobernar con principios y demostrar que sí es posible hacer política sin clientelismo ni corrupción”, afirmó.
Desde su curul en el Senado promovió proyectos de ley relacionados con la equidad de género, el fortalecimiento de la cultura y la protección de los derechos de las víctimas. Aunque reconoció que el camino legislativo es lento y que muchas iniciativas se estancan en la maraña burocrática, insiste en que sembrar debates ya es parte del cambio. “Cada discusión que logramos dar es un paso hacia una sociedad más consciente”, señaló.
Un futuro abierto
De cara al futuro, la senadora se muestra abierta a seguir asumiendo responsabilidades mayores, pero asegura que sus decisiones estarán guiadas por el propósito de transformar realidades y no por la ambición personal. “La política no puede convertirse en un fin en sí mismo. Es un medio para servir. Si en algún momento siento que pierdo de vista ese norte, no tendría sentido seguir”, confesó.
Mientras tanto, se concentra en consolidar su trabajo en el Congreso y en fortalecer las redes de mujeres políticas que, como ella, quieren transformar la forma en que se ejerce el poder en Colombia. Sabe que aún hay techos de cristal por romper y resistencias que enfrentar, también que el país está cambiando y que la sociedad reclama liderazgos diferentes. “Estamos construyendo un país distinto y las mujeres somos parte fundamental de ese proceso”, concluyó.