La muerte del senador Miguel Uribe Turbay, ocurrida el lunes 11 de agosto tras dos meses de lucha por su vida, generó una ola de conmoción nacional que trasciende los límites de la política.
El funeral del precandidato a la Presidencia, víctima de un atentado en Bogotá el 7 de junio, se convirtió en un símbolo de dolor colectivo y, al mismo tiempo, en una oportunidad para la reflexión profunda sobre el rumbo del país.
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Mientras en Bogotá se realizaban las honras fúnebres con una misa solemne en la Catedral Primada, honores militares y una multitudinaria asistencia de figuras políticas y ciudadanos, desde Bucaramanga, el alcalde Jaime Andrés Beltrán compartió un mensaje que resonó con fuerza.
En un video publicado en sus redes sociales, Beltrán expresó un sentimiento compartido por muchos: la frustración, el dolor y la impotencia que deja el asesinato de Uribe Turbay, un político joven, con principios, y que, según su familia y aliados, representaba una política decente en medio de una sociedad cada vez más polarizada y violenta.
“Lo que sucedió con Miguel Uribe no solamente sucedió con él, sucedió con todo el país”, expresó Beltrán. En su mensaje, el alcalde de la capital santandereana reconoció que lo ocurrido revive en los colombianos una sensación de derrota frente a una violencia que parece no tener fin.
Sin embargo, su reflexión va más allá del dolor inmediato: propone un camino diferente, no basado en el odio ni en la confrontación, sino en la fe y en el retorno a los valores fundamentales.
Beltrán fue enfático en que la transformación que Colombia necesita no puede venir exclusivamente de los hombres ni de las instituciones. “Muchos hablan de guerra, otros hablan de justicia y otros creemos en la paz. Pero la paz no la puede dar un hombre, un mártir o un luchador. Creo que cada vez nos hemos alejado más del único que puede dar la paz. Ese se llama Jesús”, dijo.
En un país donde la polarización política ha alcanzado niveles críticos, el alcalde hizo un llamado a la unidad desde una perspectiva espiritual: “Necesitamos a Dios de nuestro lado. No dejaremos de creer, seguiremos creyendo, pero tenemos que unirnos en una sola fe”.
Su mensaje no fue un discurso político, sino una invitación nacional a volver la mirada a lo trascendente, a reconstruir desde la humildad, la fe y el perdón.
Un país marcado por la repetición del dolor
La ceremonia en la Catedral también evocó una de las escenas más simbólicas de la jornada: el pequeño Alejandro, hijo de Miguel Uribe Turbay, depositando una rosa blanca en el féretro de su padre.
Una imagen que inevitablemente trajo a la memoria la tragedia ocurrida en 1991, cuando el entonces niño Miguel Uribe, con apenas cuatro años, despidió a su madre Diana Turbay, asesinada por el cartel de Medellín.
“Romper una familia, quitarle a un padre su hijo, a una esposa su esposo, a unos hijos un padre es el acto de maldad más grande que jamás pueda existir”, dijo entre lágrimas María Claudia Tarazona, viuda del senador asesinado.
En su despedida, el padre del senador, Miguel Uribe Londoño, también evocó el dolor de décadas anteriores. “Hoy, 34 años después, esta absurda violencia también me arrebata a ese mismo niño que se convirtió en un hombre bueno, esposo amoroso, padre ejemplar y líder honrado y valiente”, dijo, asegurando que no descansará hasta que los verdaderos responsables del crimen enfrenten la justicia.
El mensaje de Beltrán, en paralelo a estos testimonios, se volvió uno de los más comentados en redes sociales. Lejos de centrarse en señalamientos o culpables, puso sobre la mesa una verdad ineludible: Colombia no puede seguir viviendo en la lógica del odio, la venganza y la resignación.
“Tenemos que plantar cara a esto y decir: No más, no más, no más. No podemos quedarnos en la resignación y la simple pasividad”, dijo Uribe Londoño. Palabras que resonaron con las del alcalde bumangués, que insistió en que la fe y la unidad deben ser el nuevo punto de partida.
Beltrán cuestionó: “¿Pero la pregunta es qué va a pasar hoy después de ser sepultado? Algunos lo olvidarán. Mañana será otra noticia. ¿Y al final, de qué sirvió la muerte de Miguel Uribe?“.
El funcionario cerró su reflexión indicando que “los políticos tenemos que volver los ojos a Dios, los empresarios, los ciudadanos, cada colombiano. Si reconocemos a Dios, nos arrepentimos de nuestros errores y lo ponemos en el centro de este país, no dejaremos de luchar, pero no en nuestras fuerzas. Necesitamos a Dios de nuestro lado”.