“Era único. El río ya no será el mismo, pero Martín estará siempre en el río”. La frase de Santiago Lange, campeón olímpico en Río 2016 y un emblema del yachting argentino, pinta de cuerpo entero lo que significó Martín Billoch en una de las disciplinas que más alegrías le brindó históricamente al deporte argentino, en Mundiales y Juegos Olímpicos. Porque la vida de Billoch no se circunscribió a ser un eximio navegante y competidor: también se destacó como arquitecto naval y por una personalidad afable que le permitió cosechar numerosas amistades.
Billoch, fallecido este viernes a los 65 años, había nacido el 5 de noviembre de 1959. Perteneciente a una familia amante de la náutica a partir de sus padres (Patricio Billoch e Inés Tasso), desde chico mostró sus aptitudes. Su hermano Francisco (Paco), seis años mayor, fue el primero que le enseñó los fundamentos de la navegación. A los 7 años, Martín Billoch ya navegaba en la Clase Cadet y como tripulante de Ricardo Galarce. Además de Paco, Martín tenía otros cinco hermanos: Claudia, Lucila, Teresa, Ángela y Clara.
Luego se volcó a los Optimist y le agarró un fanatismo total. Apenas salía de cursar en el Colegio San Juan El Precursor, se iba al club cada día y se quedaba hasta que se hacía de noche. Era compañero de curso de Sebastián Lange, hermano de Santiago, con quien solía competir cada día, siempre en Optimist. “Tenía un talento impresionante. Me ganaba siempre. Pero siempre”, recuerda Santiago desde Barcelona
Aprendió muy rápido y afloró un talento notable. Y en rigor, a los 15 años, alcanzaría un logro con el que entraría en la historia: en Suiza, en 1974, se convirtió en el primer argentino en ganar el Campeonato Mundial de la Clase Internacional Optimist. Lo hizo con el A1 (Argentina 1), una embarcación preciada para toda la familia. Esa victoria fue un tinte de frescura para el deporte argentino en tiempos con menor difusión, obviamente sin redes sociales y cuando tomar conocimiento de las conquistas dependía mucho de la búsqueda a través de las federaciones, atletas o familiares de los protagonistas.
Esa conquista lo incentivó a competir cada vez más. Y fueron muchas sus actuaciones destacadas. También obtuvo el subcampeonato mundial en la clase Cadet. Logró el segundo puesto en el Campeonato Mundial de Dos Toneladas, que se desarrolló en Inglaterra, siendo tripulante de Diego Peralta Ramos.
Billoch fue subcampeón europeo en la Clase 470 en dos oportunidades y participó en 14 Campeonatos Mundiales. En los Juegos Panamericanos de Mar del Plata 1995 se adjudicó la medalla de bronce, y en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 consiguió un diploma en la misma Clase 470 al ubicarse en el séptimo puesto.
El destino le había jugado una mala pasada en 1980. Junto con sus padres, había viajado al exterior para prepararse para los Juegos Olímpicos de Moscú en la Clase 470. Se impuso en varias competencias preparatorias junto a su compañero Juanjo Grande –reconocido psicólogo volcado al área deportiva– y estaba en su plenitud, con 20 años. Poco después, llegarían las malas noticias: la Argentina se plegó al boicot a Rusia y no participó, como numerosos países encabezados por Estados Unidos. Billoch y Grande se quedaron sin poder participar y como corolario, las medallas fueron ganadas por los competidores a los que había superado en las preparatorias. Un indicio del potencial que tenía. “Hubiesen ganado una medalla”, apunta Lange. En ese 1980 fue distinguido con el premio Konex.
En dos ocasiones fue campeón argentino en las clases Optimist y 470, tres veces campeón en Cadet y Microtonner, y también obtuvo títulos en J-24, IOR, IMS y Match 30. En 2008 se consagró campeón nacional de la clase Grumete.
¿Cuál era su clase preferida? A Martín le gustaba navegar y era un especialista. Despertaba profunda admiración, incluso en personalidades del deporte como Lange. Billoch participó en casi todas las clases. Pero no fue sólo competir lo suyo: Quedó atrapado por el área del diseño de embarcaciones. Estudió diseño naval en Gran Bretaña entre 1980 y 1984 (en el medio, se desató la Guerra de Malvinas) y trabajó muchos años en el estudio de Germán Frers. Luego ya independiente realizó un sinnúmero de diseños muy exitosos que, cuenta su hermano Paco, “aún ganan regatas”. Socio del Náutico San Isidro, lo definieron como “un hombre de trazos de lápiz brillante”. No extrañó que sus proyectos cobraran notoriedad y que promovió desde la empresa Servicios Náuticos, comercializando a través de Martin Billoch Marine.
Brota la emoción de Paco cuando recuerda que le enseñó a navegar a Martín. “Y después terminó cagándome a palos”. Aflora el sentimiento en Lange en el tributo a su amigo de chico y de siempre. “Martín era un regatista con un talento único, de esos que salen de vez en cuando en el mundo. Muy apasionado de la vida. Con una alegría impresionante. Marcó mi vida en los inicios, en la juventud nunca le pude ganar de lo bueno que era. Vivió la náutica con mucha pasión, personalidad. Esas cosas quedan por siempre. Diseñó muchos barcos que seguirán navegando. Dejó una huela impresionante en nuestro deporte. Cuando salía a entrenar al río, lo veía a Martín con su barco, el último lo construyó con sus hijos. Estar en el río y cruzarme con Martín era todo. Era algo especial”.
El último recuerdo de Martín a nivel familiar tiene que ver con un viaje muy especial. Los últimos 14 años estuvo en pareja con Dolores Gabrielli. De su primer matrimonio con Cristina Mattulich, tuvo tres hijos: Germán, Cristóbal e Inés. Con ellos, en septiembre de 2024, y con permiso médico, fueron a buscar 4 embarcaciones a Francia. Y volvieron en una de ellas: El Yorugua. Partieron desde ‘Les sables d’ olognne‘, al sur de Nantes. En el medio del cruce del océano Atlántico “se vieron participando” en una competencia entre Cabo Verde (enfrente del continente africano) hasta Fernando de Noronha (en línea recta con Fortaleza, Brasil). Y llegaron segundos, apenas una hora después del ganador luego de 10 días de travesía. En total, la experiencia duró 49 días y fue inolvidable para los cuatro.
Es que Martín Billoch nunca perdió la pasión por lo que amó desde chico: navegar.