Murió Silvio Héctor Neuman: negociador, diplomático de raza y hábil gestor de misiones reservadas

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Entre los diplomáticos de las generaciones más veteranas que las de hoy habría sido una rareza encontrar un colega de Silvio Héctor Neuman capaz de endilgar una crítica a su afable personalidad o de retacear un reconocimiento a la vastedad de su cultura y experiencia. Se había retirado hace más de veinte años del ejercicio profesional de una carrera para la que estaba tan dotado de condiciones naturales como para la asunción de tareas delicadas en superestructuras políticas.

Por efectos del tiempo transcurrido desde su última misión en la Cancillería se comprenderá que el nombre de Neuman no resonara de un modo equivalente entre las promociones más jóvenes de diplomáticos argentinos que entre aquellos que se incorporaron al servicio activo en el Palacio San Martín tras cursar estudios específicos en el Instituto del Servicio Exterior de la Nación tan pronto se fundó en 1965, o aún antes.

Neuman entró en la Cancillería con la desaparecida jerarquía de agregado, el 29 de mayo de 1958. Quiere decir que su incorporación se produjo casi al calor del ingreso de Arturo Frondizi en la Casa Rosada para presidir el país, entre el 25 de mayo de ese año y el 28 de marzo de 1962, en que lo derrocó un movimiento militar. Lo unía a este presidente la relación estrecha que devenía de la relación de Frondizi con su tío Mariano Wainfeld, médico ginecóloco y profesor de la UBA que atendía como paciente a la señora Elena Faggionato de Frondizi, verdadera dama de aquella época política.

Al estilo de los viejos políticos, que se escandalizarían con la impropiedad grosera del lenguaje y la desmesura gestual que contrarían en el siglo XXI a Darwin sobre sus afirmaciones del siglo XIX respecto de la evolución de las especies, Frondizi, tanto como Balbín o Perón, apenas se tuteaban con no más de un par de correligionarios o compañeros. Un signo de diferencia abismal con esta era. Frondizi dispensaba aquel trato preferencial a Raúl Colombo, que fue presidente de la AFA; a Alfredo Ferrer Zanchi, diputado nacional por la Capital durante el primer peronismo; a Raúl Uranga, que sería gobernador de Entre Ríos a partir de 1958, y alguno más.

Wainfeld pertenecía a ese grupo en los que la intimidad fortalecía los lazos que establece la acción política compartida y, a través de Wainfeld, Neuman cumplió misiones reservadas en nombre de Frondizi. Retenía en su prodigiosa memoria detalles de sucesos de alta tensión en la política internacional, y del país mismo, originados en los casi cuatro años de la gestión del presidente desarrollista en los que Wainfeld ocupó una de las secretarías de la Presidencia próximas al despacho de Frondizi.

Neuman estuvo casado por más de cuarenta años con Lucía Labinowicz, hija de un capitán artillero del Ejército polaco que había huido de su país al ser ocupado por la Alemania nazi e integró las filas británicas en campos de batalla hasta el término de la Segunda Guerra Mundial. Ambos se habían conocido cuando Neuman era cónsul general en Nueva York y Lucía se desempeñaba en un cargo en las Naciones Unidas. Lucía lo acompañó con amor admirable hasta los años últimos de una declinación física gradual y notoria, pero en medio de la que el viejo diplomático conservaba todavía una aptitud formidable para la narración minuciosa de hechos determinantes de la política internacional del siglo XX.

Neuman fue embajador en Panamá, Finlandia y Pakistán y había desarrollado un conocimiento específico sobre las cuestiones antárticas, los entresijos del arbitraje de fronteras con Chile de 1972 y los antecedentes y evolución de los reclamos argentinos derivados de la ocupación de las Malvinas por los ingleses, en 1833. Cumplió funciones de negociador diplomático en estos temas y su versación en materias de tal índole lo llevaron a ejercer la cátedra de Derecho Internacional Público en el instituto de formación de nuestros diplomáticos y a ser jefe de seminarios de la Escuela de Defensa Nacional.

Después de recibirse de abogado en la UBA e ingresar en la Cancillería había tenido entre sus primeras, y sucesivas, misiones la de cónsul en Lisboa y Montevideo. La amistad con Frondizi se exteriorizaba en un plano personal, directo y claramente diferenciado del espacio que ocupaban en el Palacio San Martín los diplomáticos adscriptos al frigerismo, tan gravitante por aquellos años. Neuman frecuentaba con su padre la casa de Alejandro Gómez, incluso después de que el gobierno al que adhería provocara la renuncia de quien había sido por menos de un año vicepresidente de la Nación.

En 1964, durante la presidencia de Arturo Illia, el canciller Miguel Angel Zavala Ortiz lo designó director general de Prensa de su ministerio. Fue una muestra especial de confianza con quien preservaría siempre su amistad y lealtad con el presidente Frondizi, tan denostado por los radicales del Pueblo.

Silvio Neuman deja dos hijos de su primer matrimonio, Marcelo y Alejandro. Había nacido en Buenos Aires el 13 de marzo de 1934.

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