Terence Stamp, el talentoso, magnético y misterioso actor inglés conocido por sus papeles en el cine británico y europeo de los años sesenta y por el villano que encarnó en Superman y Superman 2 en los setenta, murió este domingo a los 87 años. Protagonista de films como La fragata infernal (1962), de Peter Ustinov; El coleccionista (1965), de William Wyler; Lejos del mundanal ruido (1967), de John Schlesinger; Historias extraordinarias (1968), de Federico Fellini y Teorema (1968), de Pier Paolo Pasolini, al comienzo de su carrera Stamp se ganó el mote de “rostro de los sesenta”, una identificación que terminada la revolucionara época ejerció un peso demasiado grande en su trayectoria.
El actor nació como Terence Henry Stamp el 22 de julio de 1938, en Londres. Su padre era fogonero de un barco de la marina mercante y su madre se ocupaba de criar a sus cinco hijos en uno de los barrios obreros de la capital inglesa. “Cuando pedí ayuda en la escuela en busca de una carrera, me recomendaron que me dedicara a la construcción, aunque alguien también me sugirió que podría destacarme como encargado de una tienda”, recordó Stamp con ironía en una entrevista de 2011 con el diario irlandés The Sunday Business Post.
Poco satisfecho con los proyectos laborales que sus profesores le habían asignado, al graduarse de la escuela secundaria, el futuro actor trabajó en agencias de publicidad y empezó a tomar clases de actuación en la academia de arte dramático Webber Douglas en Londres. A los 24 años consiguió un papel en el film La fragata infernal y aunque solo era su segundo trabajo en cine –rodó casi el mismo tiempo La otra mentira en la que aparecía junto a Laurence Olivier y Simone Signoret–, Stamp recibió gracias a él una nominación al Oscar como mejor actor de reparto y una mención de los Globo de Oro como uno de los intérpretes revelación de 1962.
Esos reconocimientos le consiguieron la fama instantánea y el personaje protagónico de El coleccionista, en el que interpretaba al siniestro asesino del título y por el que fue elegido como mejor actor en el Festival de cine de Cannes en 1965 además de ser nominado para los premios de la Academia británica (Bafta) y los Globo de Oro. Un par de años más tarde, Stamp encarnó al sádico personaje central masculino de Lejos del mundanal ruido, el film basado en la novela de Thomas Hardy en el que compartía escenas con una de sus ex parejas, Julie Christie. Exitoso, fotogénico y retratado tanto en la gran pantalla como por los paparazzi como uno de los símbolos de la década del sesenta, Stamp también atravesó unos cuantos traspiés y decepciones en su carrera.
Aunque a principios de los sesenta participó de las audiciones para el rol de James Bond los productores de la saga de espionaje prefirieron contratar a Sean Connery en su lugar y Michelangelo Antonioni lo reemplazó por David Hemmings a poco de comenzar el rodaje de Blow-Up (1967). Antes de esas decepciones, Stamp ya había tenido una experiencia fallida en Broadway como el protagonista de la obra Alfie, un fracaso de crítica y público que solo estuvo tres semanas en cartel aunque curiosamente ese tiempo alcanzó para que un par de años después Hollywood lo convocara para protagonizar la versión cinematográfica del caradura londinense. Sin embargo, Stamp rechazó el ofrecimiento y el papel fue a parar a manos de Michael Caine quién gracias a ese personaje se transformó en una estrella. Que Stamp reconociera a Caine, su amigo y compañero de departamento, como su gurú probablemente lo ayudó a procesar aquel error de criterio que a mediano plazo perjudicó su carrera.
De todos modos, Stamp era sin duda uno de los intérpretes más solicitados por aquellos años: en 1968 filmó a las órdenes de Federico Fellini en su segmento de la película episódica Historias extraordinarias y ese mismo año Pier Paolo Pasolini lo eligió como el personaje central en Teorema. Sin embargo, después de trabajar sin pausa durante toda la década, hacia el final de los sesenta y principios de los setenta, todo cambió para el actor. “Fue un misterio para mí. Estaba en mi mejor momento pero cuando terminaron los sesenta yo también estaba acabado. Recuerdo que mi agente me decía: ‘No te quieren para este papel, están buscando otra cosa, a un joven Terence Stamp’. No podía creerlo”, contó el actor que en el momento del declive tenía poco más de treinta años.
Ante el rechazo de la industria que hasta hace poco lo había adorado, en 1969 el actor se fue a vivir a un ashram en India y se convirtió en monje hinduista. La prensa de la época señalaba que el motivo de su rotundo cambio de vida se debía a su separación de la supermodelo Jean Shrimpton pero el actor sostuvo siempre que su autoexilio tenía que ver principalmente con que no conseguía trabajo. Más allá de los motivos de su mudanza aquella mudanza ratificaba al actor como un fiel representante de la época, un tiempo de búsquedas espirituales que solían tener a la India como destino obligado para aquellos necesitados de nuevos comienzos. Lo cierto es que Stamp pasó más de cinco años alejado de la industria cinematográfica y recién en 1978 consiguió un papel en una producción a la altura de su carrera anterior.
“Ahora ya me acostumbré a interpretar a tipos duros. En el arco general de mi trayectoria se puede decir que estuve sin trabajo por buena parte de los años setenta. En ese momento me dediqué a viajar y llegué al punto en que pensé que ya no me iban a llamar más. Pero lo hicieron”, detalló el actor en un reportaje con el sitio Indiewire en 2013. Cuando le ofrecieron hacer del general Zod, uno de los villanos intergalácticos en Superman, Stamp aceptó la propuesta porque, según él, quería trabajar con Marlon Brando quién interpretaba a Jor-El en la película dirigida por Richard Donner y protagonizada por Christopher Reeves.
Claro que ese regreso no fue exactamente en los términos que el actor conocía en el principio de su carrera. “Me había transformado. Ya no me veía a mí mismo como un protagonista. Lo que me sucedió internamente me permitió aceptar el papel del villano sin sentirme avergonzado o deprimido. Simplemente decidí que a partir de ese momento que yo era un actor de carácter”, explicó el intérprete sobre su experiencia con el film del hombre de acero.
La aceptación de su lugar en el mundo, o al menos en la industria del cine, devino en una ocupada década del 80 en la que Stamp trabajó como actor de reparto tanto en Gran Bretaña como en Hollywood alternando entre películas comerciales de poca transcendencia y proyectos de autor como El siciliano, de Michael Cimino, con guion de Mario Puzo y Wall Street, de Oliver Stone. En 1994, el intérprete volvió a encabezar un film gracias a la película australiana Las aventuras de Priscilla, reina del desierto, en el que Stamp interpretaba a la intrépida artista de cabaret transexual Bernadette Bassenger. El éxito de la película puso al intérprete de nuevo en el centro del escenario con nominaciones en los premios Bafta y Globo de Oro que derivaron luego en el papel protagónico en el notable thriller Vengar la sangre, de Steven Soderbergh. El nuevo capítulo profesional de Stamp continuó con apariciones en Star Wars: Episodio I, la amenaza fantasma, Se busca, Los agentes del destino, La esencia del amor-su último protagónico-, Big Eyes: retratos de una mentira y Miss Peregrine y los niños peculiares, entre otras.
Reconocido por sus personajes intensos y usualmente malvados, el actor fallecido hoy por causas que no fueron revelados por sus familiares, tuvo una de las carreras más peculiares del cine de las últimas seis décadas. Un recorrido que culminó con su aparición en el film El misterio del Soho, dirigida por Edgar Wright en la que desplegó lo que la crítica del diario The New York Times llamó “una masterclass en amenaza minimalista”.