El sector productivo del tomate industrial atraviesa una crisis marcada por los bajos precios que pagan las empresas en el campo y el riesgo latente de que las importaciones terminen desplazando la producción nacional, sobre todo luego de la salida del cepo.
El fenómeno, que afecta especialmente a Mendoza, San Juan, La Rioja y Jujuy, amenaza con poner en jaque el autoabastecimiento logrado este año y golpea a toda la cadena de valor: desde productores hasta viveros, cosechadoras y fábricas, según dijeron.
“Estamos en una coyuntura muy complicada”, resumió Guillermo San Martín, gerente de la Asociación Tomate 2000, que reúne a productores e industriales de las tres provincias cuyanas.
Según explicó, la falta de financiamiento, los altos costos de producción y la presión creciente de las importaciones son los principales factores que explican la situación crítica.
San Martín detalló que, si bien algunos costos de insumos dolarizados comenzaron a bajar, los servicios e insumos de producción local siguen siendo muy caros, comparado con otras partes del mundo. “En la balanza del costo, el componente nacional tiene más peso, por lo tanto, a nivel productivo estamos más caros que otros países competidores, como Chile o China”, dijo.
“Posiblemente la temporada que viene no volvamos a producir tomate, porque la producción nacional se va a reemplazar por la pasta directamente que viene de afuera. Se trae la pasta directamente en un tambor que se abre y eso es lo que se fracciona y se pone en la cajita del puré de tomate”, añadió.
Aseguró que la Argentina carece de financiamiento privado real: “Los bancos no trabajan como bancos, sino como firmas financieras. Un productor que quiere invertir en tecnología para crecer no puede hacerlo. Si accede a un crédito bancario, las tasas son imposibles en un contexto inflacionario”.
Agregó que la carga impositiva — que incluye Impuesto al Cheque, Ingresos Brutos, sellos y tasas municipales — se vuelve insostenible: “En Mendoza y San Juan incluso tenemos dos barreras fitosanitarias, con doble documentación para trasladar tomates. Eso agrega costos administrativos innecesarios”.
A estos desafíos se suma el elevado costo logístico. “Movemos tomate desde Chilecito a Mendoza o a San Juan, y la logística es cara. También está la energía eléctrica, que en la Argentina es muy cara, y no hay inversiones privadas para poder bajarla”, describió.
La asociación estimó que actualmente en el país hay unas 8000 hectáreas de tomate industria, con cerca de 400 productores, de los cuales 200 están nucleados en Tomate 2000 en la zona de Cuyo. “Nosotros representamos el 75% de la producción nacional. Pero el año que viene podríamos reducirnos a un 40% si sigue esta tendencia: la Argentina consume aproximadamente 650.000 toneladas de tomate industria al año, corremos el riesgo que se reduzca un 60%. Con la desventaja que la balanza comercial va a ser deficitaria, se van a ir una buena cantidad de millones de dólares por importación de productos“, alertó San Martín.
Uno de los mayores riesgos es la pérdida del autoabastecimiento logrado en 2024. “Este año ya se está importando más. Si esto continúa, las industrias van a dejar de comprar tomate a los productores y van a traer directamente pasta de tomate en tambores desde China o Chile. Es un producto más barato, pero de muy mala calidad”, señaló.
Según San Martín, la pasta de tomate china es entre un 10% y 15% más barata, pero su calidad es inferior: “Tiene menos color, menos propiedades nutritivas y no sabés qué estás comiendo: puede tener residuos o metales pesados”.
La situación también impacta en toda la cadena de valor. “No solo se afectan los productores. Hay viveros, empresas de cosecha, proveedores de insumos, mano de obra, industrias. Todo está integrado y funciona de forma coordinada. Si esto se rompe, es muy difícil de reconstruir”, explicó y fue tajante sobre lo que se necesita: “Lo primero es el crédito. No pedimos subsidios, pero sí créditos accesibles, con tasas razonables. El productor argentino es competitivo a nivel internacional, pero sin financiamiento no puede crecer”.
En términos productivos, el gerente destacó la calidad de la producción local. “La Argentina tiene un tomate de muy buena calidad, con excelentes propiedades nutracéuticas y podemos exportar. El grupo Arcor, por ejemplo, exporta a Inglaterra y Japón”, dijo.
Por último hizo un llamado de atención al gobierno nacional: “Las economías regionales generan empleo y riqueza en el interior. Si no se atiende esta situación, habrá pérdida de gobernabilidad y un fuerte impacto social. Hay que corregir las variables productivas ya, sino las fábricas van a apagar la luz y cerrar”.
A esta coyuntura se sumaron las voces de los productores que están en el campo. Mauricio Sáez, productor tomatero de San Carlos, explicó que la problemática se ha dado especialmente en Tunuyán, San Carlos y Tupungato, donde ha quedado mucho tomate sin levantar en Mendoza. “Uno tiene dos opciones: o lo hace a través de fábricas, que sí se compromete y te lo lleva, o lo hace por tu cuenta. El tomate que ha quedado tirado en el suelo es el que se hizo sin compromiso de venta a ninguna fábrica. Ese tomate no se lo han podido llevar porque las fábricas elaboraron solo lo que tenían con compromiso”, detalló.
Sáez agregó que este año no aparecieron las pequeñas fábricas que solían comprar el llamado “tomate libre”. Si bien todos los productores tienen por delante un escenario complejo, aquellos que no tienen la venta asegurada e integrada con una fábrica, la sufrieron más y terminaron regalando lo cosechado o directamente le han pasado rastra al lote.
“La rentabilidad este año ha sido mala. Los precios son más bajos que los del año pasado. El año pasado un kilo de tomate valía 120, 130 pesos; este año está entre 80 y 100. Con los 80 pesos apenas cubrís los gastos”, dijo.
En la misma línea, Jorge Biscontin, otro productor de la región, coincidió que aquellos que tenían un contrato con la industria se llevaron todo el tomate. El problema es que años atrás se hacía tomate libre, sin contrato. “Este año están trayendo algo de pasta de afuera, vía Chile, desde China e incluso también de Chile. También bajó el consumo, según dice la industria. Entonces se llevaron solo lo contratado. El tomate libre quedó en el campo porque no lo pudieron ubicar a tiempo y es un producto perecedero: si no lo levantás cuando está maduro, se pudre”, explicó.
Biscontin, que le vende a las empresas de punta, dijo que en su caso le retiraron toda la producción, aunque a valores más bajos que el año pasado. “El problema son los precios y la no competencia con la pasta importada. Nosotros no podemos competir con eso”, cerró.