Nacho Pérez Cortés: el actor argentino que audicionó para Spielberg y hoy se pone en la piel de Sandro para un gran musical

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Llega al Teatro Coliseo a paso veloz. Lo espera la entrevista con LA NACION y luego la prueba de sonido previa a la función de Sandro, el gran show, el musical que evoca la figura de Roberto Sánchez y que cuenta con el aval “oficial” de la familia del recordado ídolo popular con Olga Garaventa, su viuda, a la cabeza.

Nacho Pérez Cortés aclara desde el vamos que su personificación no va detrás de una imitación, sino de la recreación de un alter ego y una atmósfera, en sintonía con lo que propone este musical con guion y dirección de Ana Sans y Julio Panno.

“Todo se completó cuando aparecieron los espectadores. Teníamos muy claro el camino, pero, por tratarse de un show que les canta directamente a las personas que lo vienen a ver, sin ‘cuarta pared’, interactuando permanentemente con el público, era una incógnita qué podía suceder”, reconoce el actor, cantante y bailarín, uno de los nombres de su generación más instalados en el movimiento del teatro musical argentino. “Era una gran responsabilidad hacer las canciones de alguien a quien se quiere tanto”, reconoce el artista.

Pérez Cortés hoy es parte de este espectáculo de gran escala junto con Alan Madanes (actor que se lució en las dos primeras temporadas de la pieza Cuando Frank conoció a Carlitos interpretando a Frank Sinatra), Sofía Val y Malena Rossi.

Nacho Pérez Cortés se luce como el alter ego del Gitano en Sandro, el gran show

Jamás se detuvo. El empeño por desarrollar lo suyo lo llevó a ser convocado para audicionar nada menos que ante Steven Spielberg con vistas a la posibilidad de trabajar en el film West Side Story, experiencia atípica y trascendente de la que también hablará en esta charla.

A sus treinta años, el intérprete tiene una nutrida trayectoria en el género. Fue protagonista de Rapunzel, The Rocky Horror Show, Más de 100 mentiras y Priscilla la reina del desierto, por mencionar solo algunos títulos. El listado también incluye Piaf, junto con Elena Roger.

Su infancia y adolescencia trascurrieron en General Lagos, a treinta kilómetros de Rosario, la ciudad donde dio sus primeros pasos, con una formación en el mítico teatro El Círculo. Hijo de una médica y un licenciado en Ciencias Políticas, su ecosistema era ese terruño de siete mil habitantes donde todos se conocían.

El ídolo

“Al principio sentía la presión de estar al servicio de un nombre que la gente quiere tanto, pero creo que ese amor hace que el público nos complete a partir del cariño y las ganas de encontrarse con Sandro, somos parte de un ritual colectivo”, sostiene Nacho Pérez Cortés, ya acomodado en la inmensa platea del Coliseo, en penumbras y con un escenario donde el nombre “Sandro” domina el espacio, casi como un vigía que se intuye.

Nacho Pérez Cortés defiende en escena una marca que es una responsabilidad

-Es interesante que el planteo de la obra vaya en busca de la recuperación de un espíritu y una atmósfera, y que no busque una imitación rasa.

-Los directores Ana Sans y Julio Panno fueron muy claros con nosotros desde el primer momento, nos dieron mucha libertad para trabajar, dentro del dibujo que plantea el material. Que no sea una imitación plantea otros problemas.

-¿Cuáles?

-Cuando se trata de una figura tan grande como Sandro es muy difícil esquivar el tema de cómo luce y cómo suena. El desafío era encararlo sin que sea, pero que sea. Creo que la gente, al tener tantas ganas de encontrarse con su ídolo, va completando esos lugares. Yo busqué en sus movimientos, había una vibración, por eso trato de no mentir en nada, de estar muy conectado, como hacía él. La obra requiere de un gran esfuerzo físico, el mismo que él les imprimía a sus conciertos, creo que esa es una manera de invocarlo.

-¿Cómo era, previamente, tu vínculo con el arte de Sandro?

-Había visto algunas de sus películas, como Operación Rosa Rosa, y oído sus canciones más conocidas, pero, cuando me involucré en este proyecto empecé a bucear y apareció un montón de información. No sabía mucho sobre su vida personal.

Más allá del libro del espectáculo y la bibliografía y material audiovisual al que recurrió para adentrarse en el universo del creador de “Penumbras” o “Trigal”, entre tantos títulos inolvidables, Pérez Cortés se entusiasma al recordar sus encuentros con “las Nenas”, las fieles fanáticas del Gitano: “Ellas me contaron las diferencias que había entre Sandro y Roberto Sánchez”.

-¿Qué te contaron?

-Todas coincidieron en que era un hombre amoroso, cercano, solidario, que hacía favores, aspectos que uno no imaginaría de parte de una figura de su tamaño.

Mabel, una de las “nenas” más históricas y con mejor conocimiento sobre el ídolo, le acercó al elenco material fotográfico y mucha información de primera mano: “Las Nenas están fascinadas con el show; nos dijeron que ‘vieron a Sandro’ en el escenario. Ese es el mayor regalo; misión cumplida”.

La relación con Olga Garaventa

Pérez Cortés cuenta que aún le falta visitar la mansión de Banfield que habitaba el astro de la canción y el cine romántico, fallecido en enero de 2010, y el “castillo” que construyó para montar allí su estudio de grabación y sus oficinas. De hecho, fue en ese exótico espacio de la calle Pavón, en el barrio de Boedo, donde Roberto Sánchez conoció a Olga Garaventa, que era empleada del lugar.

-¿Cómo fue tu vínculo con Olga Garaventa?

-Siempre estuvo detrás del proyecto, pero recién vio el espectáculo el día del estreno.

-Previamente, ¿habías hablado con ella?

-No. Cuando vio la obra comentó que sentía que estaba Roberto (Sánchez). Le decía a su hijo “se me venía encima”. Que alguien como ella diga que “vio” a Roberto en el show, es muy importante. Así como ella dijo que lo veía a Sandro en el espectáculo, nosotros sentimos que hay algo místico que nos acompaña, siento que estamos como bendecidos. La alegría de Olga (Garaventa) es nuestro mayor regalo.

Nacho Pérez Cortés se formó en el mítico teatro El Círculo de la ciudad de Rosario

-¿Qué significó y significa Sandro para la cultura popular argentina?

-Me sorprende el nivel de vanguardia, de rebeldía, sin el cliché de la campera de cuero sino rompiendo los modos de lo que había hasta ese momento. Encontró una forma de cantar y bailar, hizo algo propio.

El actor remarca cómo, en los conciertos, Sandro podía pasar de un chiste a una reflexión sumamente profunda y emocional: “Era como un sacerdote y tenía un rango actoral que no sé si le reconoce, porque manejar esos matices solo lo puede hacer alguien que banca mucho la escena”.

Camino al andar

“Comencé a estudiar a los siete años en el teatro El Círculo de Rosario, era mi patio de juegos”, dice Pérez Cortés con no poca emoción y recordando una reciente visita a ese particular lugar, con tanta historia dentro de las artes escénicas de nuestro país. “De ahí en más, nunca paré”, reconoce.

-¿Nunca atravesaste algún tipo de duda vocacional?

-No, pero, como la vocación apareció de tan joven, surgieron otros interrogantes. Me he preguntado: “¿Qué otra cosa soy?”.

-¿Qué sos?

-Tengo muy claro mi oficio, me interesa lo que hago y busco los lugares donde aparece el riesgo. Mi frase de cabecera es “no sé cómo mierd… voy a hacer esto”. Eso me lleva a descubrir y a confiar en el proceso.

-Hablabas sobre interpelarte sobre tu propio ADN.

-Creo que va muy de la mano entender cómo estás, quién sos y qué hacés.

-“Soy lo que hago” o “hago lo que soy”.

-Es un poco de ambas cuestiones, depende cómo uno lo vea. Por otra parte, es una carrera de largos procesos, de puertas abiertas y también de muchos “no”.

-¿Hubo muchos “no”?

-Sí, uno se forja de eso, porque son los que permiten los “sí”. Trato de pensar que las cosas que llegan son porque algo se acomoda y permite que aparezcan.

El llamado

Un hecho sobresaliente en la trayectoria de Nacho Pérez Cortés fue la serie de audiciones en las que se probó ante la mirada atenta del realizador Steven Spielberg, cuando el director norteamericano se encontraba, desde comienzos de 2018, definiendo el elenco de su film basado en el musical West Side Story, rubricado por Leonard Bernstein y Stephen Sondheim.

Si bien no quedó en el elenco definitivo, la experiencia fue de notable crecimiento. “Fue el ‘no’ más grande que recibí. Siempre me he esforzado y las puertas se me han ido abriendo de manera muy orgánica, pero, esa vez, no sucedió. Tuve que comenzar a ver todo desde otro lado”.

Despliegue, colorido y mucho baile: Nacho Pérez Cortés en uno de los cuadros de Sandro, el gran show

-¿Cómo fue el paso a paso de esa experiencia?

-Fue un proceso de un año. Lo primero que hice fue enviar un video y luego audicioné de manera presencial en tres oportunidades.

-¿Es cierto que fue tu representante el que te comunicó la posibilidad de estar en la película?

-Sí, me dijo “la semana que viene te quiere ver Steven Spielberg”. No lo podía creer. Ni siquiera tenía el visado.

En el video que, como primera instancia, vio el mega director de Hollywood, Pérez Cortés grabó una escena de Bernardo, el personaje que en la ficción de West Side Story es el hermano de María. El material fue la llave para la convocatoria presencial. “En una semana saqué la visa express, compré el pasaje -que luego la producción de la película me reembolsó- y me fui”.

-¿Con quién viajaste?

-Solo. Cuando llegué a Nueva York me esperó una camioneta que me llevó hasta el hotel, ubicado frente al Lincoln Center. Primero participé de un workshop de dos días con los directores musicales y coreógrafos, quienes nos enseñaron el material y nos prepararon para estar listos para cuando llegara Spielberg. Él llegó un día antes con su familia y su perro, lo primero que me dijo fue: “Hola, Nacho, ¿cómo estás?”. Muy macanudo.

La audición se realizó en un gran salón del Lincoln Center, lugar natural de ensayo del ballet. “Tuve que hacer dos escenas, cantar dos canciones y bailar”.

-¿Qué tipo de contacto tuviste con Steven Spielberg?

-Me dirigió, como sucede en todo casting.

La posibilidad de trabajar con Steven Spielberg fue una llave para replantearse las prioridades de su carrera y de su vida

-¿Te marcó?

-Sí, había dos cámaras grandes, pero también él giraba en medio de la escena con su camarita, buscando su propio plano. En ese momento, pensaba en el amor de este hombre por querer seguir haciendo películas.

Dos meses después, Pérez Cortés regresó a Nueva York para realizar una exhaustiva prueba de cámaras. “Era un gran set, con una escenografía montada; era como lo que uno ve por televisión, una megaproducción”.

Durante los cuatro meses siguientes, el actor continuó con el proceso de audiciones a través del formato de videoconferencia, hasta que, finalmente, regresó a los Estados Unidos. “La última audición fue con la pareja de actores que quedaron, Ariana (DeBose)y David (Álvarez). Éramos dos chicos para hacer a Bernardo y una actriz para Anita”.

La decepción

Al tiempo, llegó la comunicación que no quería recibir: “Cuando me dijeron que no quedaba fue duro. Lloré. No entré en un cuadro de depresión, pero sentía que todo era una mierd… Durante ese tiempo me costó lograr audiciones en Buenos Aires. Pensaba: ‘Vengo de audicionar con Spielberg y acá no puedo pegar un casting…’”.

-Fue un aprendizaje.

-Fue descubrir que esa experiencia que había atravesado no iba a cambiar mi vida como pensaba que la iba a cambiar. Entender que no hay una mano que te salva y que “llegaste” a un lugar fue desarmar muchos relatos que me había construido. El “no” de Spielberg me ayudó a buscar otro relato y empezar a entender todo de otra manera, que nada es tan tremendo. Me ayudó a bajarle el precio a las cosas y a no volverme loco, a no creer que estoy en un lugar en el que no estoy. Ahora siento que vengo a pasarla bien con mis compañeros y amigos, y a disfrutar de mi trabajo. No sé qué puede suceder mañana, quizás salgo de acá y me pisa un colectivo.

-O te llama Steven Spielberg de nuevo.

-Y ahí soy yo el que le dirá que no (risas). Mentira; iría con todo gusto.

Para agendar

Sandro, el gran show. Funciones: jueves a sábados a las 21 y los domingos a las 20. Sala: Teatro Coliseo (Marcelo T. de Alvear 1125).

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