
Natalia Lacunza (Pamplona, 1999) entró en catarsis emocional en el momento en el que se le truncó la vida que tenía hasta el momento. O la que ella pensaba que estaba destinada a tener. Coincidió con que tenía 25 años. En inglés, eso tiene un nombre: midlife crisis. En español, tal vez, es menos glamuroso: la crisis de los 25. Ese momento vital lo narra ahora en N2STAL5IA, su segundo álbum de estudio, que lanza tras Tiene que ser para mí (2022) y siete años después de salir de Operación Triunfo 2018, donde dio el salto a la fama. Entre medias sacó dos EP, EP2 (2020) y Duro (2023).
Los temas a tratar —el desamor, la pérdida de amigas que pensaba que iban a estar siempre, o su búsqueda y reconciliación personal— unidos a la presión que suelen sentir los artistas con el segundo álbum, han hecho que efectivamente reconozca que este disco haya sido “mucho más duro” que su primera puesta de largo. “Me he dado contra la pared mogollón de veces, pero ahora, viéndolo desde lejos, creo que es mi mejor disco. El mejor de los dos, sin duda”, afirma en su entrevista con Infobae España en el UMusic Hotel de Madrid, días antes de su lanzamiento, que tuvo lugar el pasado 21 de noviembre.
Durante la conversación se muestra cercana, me llama “tía” con total confianza y se preocupa de que la charla esté siendo grabada. Tampoco tiene ningún reparo en hablar sobre inteligencia artificial o pronunciarse políticamente en sus redes sociales.
Pregunta. En el álbum reflexionas, entre otras cosas, sobre lo que fue y no pudo ser, la nostalgia o las relaciones que te cambiaron en la mitad de tus veinte. ¿Dirías que esa ha sido tu crisis de los 25? ¿Cómo lo has vivido?
Respuesta. Sin duda. De hecho, ahora siento que estoy saliendo, pero me ha costado. Antes de empezar a hacer la promo, hace un mes o así, era como: “No sé cómo voy a enfocar esto, porque sigo aquí dentro”. Sigo en esta vorágine, esta sensación de estar perdida más con 25 que con 20, ¿sabes? Sobre todo de certeza y de sensación vital, de sentirte plena, orgullosa, sentir que sabes quién eres y lo que quieres. De repente todo tu alrededor, tus vínculos, tu relación con la ciudad, contigo misma… Todo lo que pensaba que iba a tener a este punto no lo tengo y además estoy en la edad adulta de verdad. He aprendido de este proceso a aceptar la impermanencia y que la vida es cambiar todo el rato. No te puedes aferrar a nada como si fuera a ser definitivo. Y eso es lo que he evitado aceptar durante la creación del disco y lo que ha hecho que suene así de nostálgico.
P. No sé si cuando eras pequeña te imaginabas que con 25 o 26 años ibas a tener cumplidas ciertas cosas. Yo pensaba que iba a vivir sola y a tener mi casa, cosa que no ha ocurrido ni va a ocurrir próximamente.
R. Pues… (ríe) Joder, ya te digo, es que ese tema es muy fuerte. Yo siento que he conseguido mogollón de cosas que soñaba de pequeña. Pero, por otro lado, también me he dado de bruces contra lo que siento, porque no es lo que se supondría que debería sentir, ¿sabes? No ser capaz de reconocer mis propios logros. Eso me ha pasado mucho durante este tiempo, que no he sido capaz de darme la palmadita en la espalda y decir: “Tía, lo has conseguido”. Todo el rato mirando lo que no tengo o lo que me falta. Soy muy sobreexigente. Entonces, otro de los aprendizajes ha sido aprender a relativizar, a mirarme con ojos más compasivos y más realistas, a salir del bucle de la exigencia y de un perfeccionismo un poco enfermizo.
P. ¿Hay alguna parte de la adultez que te cueste abrazar?
R. Yo creo que lo abrazo bastante. Lo que más me ha costado ha sido con los vínculos: no querer aceptar que hay cosas que ya no vuelven. A nivel de vida real, voy aprendiendo poco a poco. Me gusta la parte de la autonomía y la independencia. Pero en cómo sentir las cosas y los vínculos, eso sí me ha costado cambiar el chip.
“La pubertad entró en mí como un tsunami y me hizo perder muchas cosas de mí que no he recuperado hasta ser mayor. He estado toda mi adolescencia a merced de la opinión masculina”
P. ¿Cómo gestionas emocionalmente todo eso?
R. Pues yendo mucho a terapia y teniendo mil conversaciones. Y si necesito hablar ochenta mil veces de lo mismo, pues hablar ochenta mil veces de lo mismo, y en algún momento se encenderá la bombilla. Pensar: “Vale, me siento atascada en esto, pero en algún momento lo desatascaré si es que quiero”. Poner fe, aunque no veas clara la salida de ese bucle, saber que existe un final, hablarlo y desahogarte hasta que un día haces “clic” y vas aceptando cosas o cambiando la perspectiva. No sé si es muy ambiguo todo esto, pero…
P. Si lo piensas, ¿dirías que es un disco triste? ¿Escribes mejor cuando estás contenta o cuando estás más triste?
R. Yo sin duda escribo mucho mejor cuando estoy triste. Espero que cambie, pero tampoco creo que sea un álbum necesariamente triste. Siento que es como…
P. Muy emocional, a lo mejor.
R. Sí, es emocionante, emocional. Conecto mucho con la emoción y el misterio, con las preguntas, con el anhelo emocional. Por eso escribo de conflictos: porque a través de eso aprendes y vas adquiriendo conocimiento. Cuando tienes algo atascado, hablas de ello y poco a poco lo vas desatascando. Es una forma de autoterapia, por decirlo de alguna forma, y de poner palabras a las cosas. Y escribo mejor con conflictos, sin duda, aunque tampoco creo que todas las canciones sean tristes, ¿sabes? Son todas emocionantes. Se me hace más fácil conectar con lo negativo, creo. Necesito canalizarlo más que lo positivo, supongo.
P. En general es algo que os pasa a los artistas. Bueno, y a los que no escribimos canciones. Cuando estamos tristes necesitamos reflejar lo que nos pasa.
R. Claro. Porque lo necesitas sacar. Cuando estás contenta igual te lo quedas para ti. Pero si estás triste igual necesitas llorarlo y contárselo a alguien.
P. ¿Dirías que el álbum te ha reconciliado contigo misma?
R. El álbum necesariamente no. En la vida un poco. Este álbum tiene temas más luminosos, pero me encantaría no haberlo hecho en algún punto. No me he querido mucho a mí misma haciéndolo, así que no me ha servido para estar mejor. Lo he sacado fuera y ya está. Lo que me ha hecho estar mejor ha sido ir a terapia, pensar mucho, rodearme de buena gente y tener conversaciones conmigo misma. Pero el disco en sí no me ha hecho estar mejor, que no sé si es una cosa buena o mala. Es solo un canal de exteriorización.
P. Cuando estás peor, ¿te invade el síndrome del impostor?
R. Soy la reina, vamos. Lo tengo clarísimo. Por eso me ha costado tanto hacer este álbum. He tenido la voz del demonio de la comparación y de la impostora gritándome al oído todo el rato. Se me ha hecho muy cuesta arriba algunas veces. Había puntos de luz donde acababa cosas, pero también muchos momentos de darme contra la pared. Ya no me siento tan así, pero sí, lo he pasado mal. También porque creo que al perder vínculos, relaciones, cosas que te hacían sentir bien, talentosa, poderosa también pierdes parte de tu autoestima. Me ha pasado todo eso a la vez.

P. También dejas un poco de ti en esas relaciones que pierdes.
R. Claro, exacto.
P. ¿Cómo eras cuando eras adolescente?
R. Yo siempre he sido una niña muy poco niña y una adolescente muy “quiero crecer ya”. Con ocho años quería tener 18. Sentía que estaba adelantada a mis tiempos. Estuve toda primaria sintiendo que hacía el mismo curso. Y algo que me marcó muchísimo y que no me lo hizo pasar muy bien fue la validación masculina. La pubertad entró en mí como un tsunami y me hizo perder muchas cosas de mí que no he recuperado hasta ser mayor. He estado toda mi adolescencia a merced de la opinión masculina. Creo que nos pasa a todas. También tenía frescura en algunas cosas, pero me vi muy sesgada en esa época por eso, con mi identidad de género, sexual… Siento que perdí cosas ahí. Luego lo recuperé un tiempo y ahora de repente otra crisis más gorda. Esta es esa segunda crisis fuerte.
P. Eso tiene que moldear mucho tu persona.
R. Sí, es una experiencia confusa.
P. ¿Y cuál ha sido el cambio más grande de tu vida?
R. Cuando me mudé a Madrid. También creo que en este último año ha habido muchos cambios, pero que dependían mucho más de mí y de mi forma de estar en el mundo, ¿sabes? Poco a poco he conseguido tener una rutina y he conseguido tener un orden, unas pautas y unas cosas para realmente estar mejor. He ido cambiando cositas poco a poco para intentar que esta cabecita mía tan loca esté apoyada en un mejor colchón, ¿sabes? Poco a poco. Y ese cambio sí que ha sido muy de dentro. El cambio más grande de fuera fue cuando me mudé aquí y cuando empecé a dedicarme a la música y eso. Pero a nivel interno, creo que está siendo ahora, ¿sabes?
P. Apego feroz, Lo de antes y Otro culito hablan de idealizar a alguien hasta perderte a ti misma. ¿Qué es lo más sacrificado que has hecho por amor?
R. Perdonar injustamente, no darme el valor suficiente. Basicamente, ir en contra de mi autoestima, mis creencias, mi instinto por querer tanto a alguien que piensas que tiene razón aunque te haga sentir mal, ¿sabes? Como que tú estás súper cabreada conmigo y me vas a hacer sentir como el culo, y yo no voy a responder porque te quiero tanto que entiendo que te está pasando algo muy raro que tiene más que ver contigo que conmigo. Pero mientras estoy entendiendo eso, estoy dejando que esto que me estás transmitiendo me vaya minando y al final acabé yo desapareciendo.
Música en tiempos algorítmicos
P. En la nota de prensa dices que el álbum “rehúye de lo inmediato y abraza la pausa”. Rosalía con LUX habló de lo mismo. Esto dice mucho de cómo estamos consumiendo la música y de cómo estamos viviendo. ¿Cómo planteaste tú la escucha del disco?
R. Realmente no he planeado nada. Así es como ha salido. Yo siempre he pensado esto y lo llevo diciendo desde que empecé. Esta forma de consumir música a la que estamos expuestos todo el rato es, para mí como oyente, completamente contraproducente y sobreexigente. De la música nueva que sale todo el rato no retengo nada. Soy incapaz de conectar con ello. Me tengo que poner discos antiguos y cosas que me gustaban antes para realmente ponerme a escuchar música, ¿sabes? O hacer listas muy concretas y dejar que se aposenten. Este disco no es inmediato. No es como que lo escuchas y dices “hook, hook, hook” [en español, gancho]. Es de los que crecen con cada escucha, se va aposentando y te va gustando más, más y más. Creo que lo hice sin querer. Yo no hago música queriendo, me sale. Esto suena un poco pretencioso y todo, ¿sabes? Pero es verdad. Yo no puedo elegir la música que hago ni el tipo. Sale desde mi subconsciente. Supongo que mi subconsciente está diciendo: “A ti no te gusta la música automática; no conectas con esto, entonces tampoco te va a salir algo con esa fórmula”.
P. Sí. Los discos necesitan tiempo.
R. Totalmente. Tenemos un TDAH increíble que nos han infundado, ¿sabes?. Antes tu grupo favorito sacaba un disco cada tres o cuatro años. No había ochocientas canciones sonando todo el rato en todos lados. Como que se percibía de otra forma.
P. Hay tanta cantidad de cosas…
R. Es contraproducente. A mí me pasa que veo tantas cosas que no me apetece ver nada. Me encierro y digo: “Paso, no quiero saber nada de nadie, no quiero escuchar tu puto disco nuevo”.
P. Y estamos sobreestimulados. No dejamos reposar las cosas.
R. Total. Para hacer una crítica objetiva de LUX tienes que escucharlo un mes y ya luego hablas de ello. Es como tan loco… Con mi disco siento que también pasa un poco, que tienes que dejar que aposente. Pero ahora todo es “es el momento de opinar”. Y yo que no tengo ni puta idea de nada y escucho un violín digo “guau, una orquesta”. No, tío, no tienes ni puta idea de música. Cállate un rato. Puedes tener una primera impresión, sí. Pero no ponerte a escribir una crítica.
P. Cuando eras pequeña, ¿te imaginabas que este futuro no iban a ser coches voladores, sino IA?
R. Es distópico. Yo solo pienso en irme al pueblo, plantar tomates, escuchar pájaros, tocar hierba, respirar aire normal. No mirar el puto móvil. Pienso que somos absurdos. Nos veo desde fuera y estamos perdiéndonos la vida.
“Las cosas que son tendencia ahora como Rusowsky o Ralphie Choo han sido originales en un inicio y se han convertido en mainstream. Originalmente, han sido una cosa muy underground y muy, muy original»
P. ¿Cómo vives la IA a nivel creativo?
R. No la utilizo ni la he utilizado, ni tiro de ello para nada. No tengo ChatGPT. Si acaso le pido a mi hermana “búscame esto”, pero nunca para nada creativo. Creo que es más interesante leer un libro, salir a la calle, escuchar conversaciones, pasear, ver exposiciones, pelis… Estar en el presente. La creatividad real viene de otra cosa, no de la sobreinformación. Vienes desde un sitio mucho más calmado.
P. Amaia contó para la revista GQ que cuando la usaba para acabar una frase en un tema nunca era nada bueno.
R. Pero lo vas a crear tú al final del día. Yo alguna vez creo que lo he usado para hacer un caption de Instagram. Y no me gustó nada. Todo me daba cringe, me parecía horrible.
P. En la nota de prensa dices que querías hacer algo que no respondiese a una tendencia y que resistiese el paso del tiempo. ¿Cuál dirías que es la tendencia ahora?
R. Ni idea. No escucho Los 40, no escucho la radio. Las cosas que son tendencia ahora como Rusowsky o Ralphie Choo han sido originales en un inicio y se han convertido en mainstream. Originalmente han sido una cosa muy underground y muy, muy original. Luego está toda esta otra parte del popazo: Abraham Mateo, Ana Mena, Aitana… No sé definirlo. Pero sí siento que este disco no responde a nada que esté pasando ahora. No estoy criticando ninguna tendencia tampoco, ¿eh? Simplemente creo que esto está como fuera de cualquier tendencia.. Yo no he escuchado mucha música mientras hacía este disco. Llevo escuchando a Natalia Lacunza dos putos años, ¿sabes?
P. Hubo polémica porque Rosalía no se pronunció sobre Palestina. Tú en tu caso, sí lo haces. ¿Hasta qué punto el arte es político? ¿Hay margen para la neutralidad en los artistas?
R. Creo que no hay margen para la neutralidad, por lo menos si tienes sensibilidad y realismo. Es verdad que hay un punto de que no tengo por qué ser historiadora ni tener un máster en conflictos. Hay mil detalles que se me escapan, pero hay cosas que están claras y que, teniendo un altavoz con una plataforma utilizable para decir equis factores hay realidades que son tan absolutas y tan demoledoras que es inevitable decirlo en alto, ¿no? Tampoco puedes exigir a un músico que sea político de profesión. Pero sí creo que el arte es político en sí. Existir diciendo ciertas cosas ya es una acción política.
