Encontrar un billete olvidado en el bolsillo no es solo un golpe de suerte: es una descarga de alegría inmediata que sorprende incluso a los más serenos. Ese instante inesperado, tan cotidiano como poderoso, revela cómo funciona el cerebro cuando se topa con una recompensa. Detrás de esa chispa de felicidad está la dopamina, el neurotransmisor que gobierna el circuito del placer y que transforma un hallazgo casual en una experiencia emocional intensa.
El neurocientífico Gregory Berns, de la Universidad Emory en Atlanta, explica que la dopamina se enciende frente a estímulos que van desde la plata y un plato delicioso hasta un rostro atractivo. “Dinero, una comida deliciosa o una cara hermosa activan los circuitos de dopamina en distintos grados”, detalla el especialista. Esa calibración depende tanto de experiencias previas como de la biología de cada persona.
Y allí radica la clave: el cerebro aprende a buscar una y otra vez ese estímulo porque el placer que provoca se convierte en una especie de motor interno que impulsa la conducta, especialmente en lo relacionado con las recompensas económicas.
Según expertos en neuroeconomía, el cerebro ocupa un rol central en las decisiones financieras. Los especialistas sostienen que los modelos económicos clásicos suelen idealizar la racionalidad de las personas, pero las investigaciones en neurociencias demuestran que los sentimientos influyen profundamente en la toma de decisiones vinculadas al dinero.
Por ejemplo, durante crisis económicas, las personas pueden aumentar el gasto o hacer compras impulsivas, como sucedió con la adquisición masiva de papel higiénico en 2020. El neurocientífico Terry Wu atribuye ese comportamiento a una reacción del sistema límbico, encargado de procesar las emociones, en momentos de estrés, y explica que la capacidad para tomar decisiones lógicas disminuye cuando domina la preocupación.
El uso de plataformas de compras en línea y tarjetas de crédito reitera esta búsqueda de gratificación inmediata. De acuerdo con declaraciones de Wu en el programa Million Stories Media, las compras digitales promueven la satisfacción instantánea y posicionan a gigantes del comercio electrónico como empresas orientadas a las recompensas más que al comercio minorista convencional.
George Lowenstein, economista de la Universidad Carnegie Mellon, señala que, bajo la influencia de emociones o impulsos, es frecuente que las personas actúen de modo contrario a sus intereses financieros de largo plazo. El especialista indica que las decisiones económicas óptimas surgen de procesos de reflexión lenta y análisis detallado, aunque incluso los expertos pueden ceder ante las emociones en circunstancias de volatilidad y riesgo.
Estudios en neurofinanzas demostraron que las pérdidas impactan más intensamente que las ganancias equivalentes. Arman Eshraghi, catedrático de Finanzas de la Universidad de Cardiff, indica que las imágenes de resonancia magnética muestran que perder USD 100 genera una reacción en el cerebro más fuerte que la que produce ganar la misma suma.
La aversión a las pérdidas, identificada por primera vez por Daniel Kahneman y Amos Tversky, habla de una tendencia a evitar riesgos aunque se trate de situaciones similares en resultados cuantitativos. Kahneman, autor de Thinking, Fast and Slow, diferencia dos sistemas de pensamiento: uno rápido e instintivo y otro analítico. El Nobel de Economía recomienda un enfoque amplio y el control de las emociones para optimizar las elecciones económicas.
De acuerdo con Kerstin Preuschoff, profesora asociada de la Universidad de Ginebra, las neurofinanzas integran conocimientos de psicología y neurociencia al estudio de las decisiones económicas. El campo presta especial atención a contextos de incertidumbre, en los cuales las personas reaccionan antes de analizar.
Joselyn Quintero, asesora financiera en psicología financiera y neurofinanzas, agrega que, al enfrentarse a la volatilidad del mercado, es preferible minimizar las respuestas impulsivas y sostener la perspectiva frente a pequeñas ganacias o pérdidas para mejorar el desempeño a largo plazo.
Otro elemento clave identificado en el estudio sobre el dinero son los “guiones financieros”. De acuerdo con el psicólogo Bradley Klontz, las creencias sobre la plata se transmiten de generación en generación y forman patrones mentales que influyen en las decisiones diarias.
Según sus investigaciones, existen cuatro guiones principales: evitar el dinero, adorar el dinero, usarlo como símbolo de estatus y la hipervigilancia. Cada uno responde a experiencias familiares y culturales que pueden afectar negativamente si se llevan al extremo.
Klontz destaca la importancia de identificar y modificar los guiones mentales perjudiciales. El primer paso consiste en reconocer las creencias aprendidas respecto al dinero. Luego, es necesario evaluar si esas creencias obstaculizan o potencian el bienestar personal. Por último, se recomienda reescribir los guiones extremos para adaptarlos a una visión más equilibrada. La repetición y la autoconciencia ayudan a internalizar estas transformaciones y a tomar control sobre los patrones de comportamiento financiero.
Estos hallazgos subrayan que los factores internos y externos, personales y culturales, determinan el modo en que las personas enfrentan el riesgo y la incertidumbre económica. De acuerdo con la asesora Quintero, la autoestima y la disposición al cambio influyen en la capacidad de generar ingresos bajo nuevas dinámicas del mercado. En generaciones recientes, la búsqueda de satisfacción personal se convirtió en un eje central del enfoque hacia el dinero, lo que marca diferencias con otras generaciones.
El tradicional objetivo de maximizar retornos cede paso a modelos que valoran los retornos satisfactorios y el aprendizaje constante. La observación y el ajuste de los propios comportamientos permiten adaptarse a nuevas oportunidades. Según Morgan Housel, autor de The Psychology of Money, aceptar el margen de error y perseverar durante los fracasos resulta fundamental para aprovechar las probabilidades a favor a largo plazo.
El análisis sobre la relación entre las emociones y el dinero, sustentado por la neurociencia, revela que las decisiones económicas obedecen tanto a impulsos internos como a patrones culturales. Reconocer los mecanismos detrás de esas elecciones y trabajar en ellos puede mejorar la relación personal con la plata y favorecer determinaciones más informadas y satisfactorias.