No muy lejos del bullicio de las universidades, la zona de tolerancia y el tránsito constante del Centro Internacional, un barrio de Bogotá demostró que la seguridad no es solo cuestión de patrullas y cámaras. En San Diego, ubicado en la localidad de Santa Fe, más de 250.000 personas se cruzan diariamente, estudiantes, turistas, oficinistas, habitantes. Aun así, este sector logró destacarse como uno de los más seguros de la capital.
No es una casualidad ni resultado exclusivo de operativos policiales. El cambio viene desde abajo, vecinos organizados, empresas comprometidas y una asociación comunitaria que transformó el barrio en un modelo de convivencia y control cívico. Se llama Asosandiego, y detrás hay un equipo civil que entiende la seguridad como algo que empieza por la apropiación del espacio público.
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“La seguridad implica poder caminar libremente, tener iluminación, zonas verdes, espacios aseados, lugares para actividades culturales”, dicen desde el colectivo. Bajo esa premisa, diseñaron un sistema que no solo patrulla, sino que previene, comunica y responde. Tienen su propio personal de vigilancia, hacen monitoreo permanente y reportan incidentes en tiempo real.
Juan Pablo Orozco, director ejecutivo de la asociación, lo explicó con claridad: “Cuando vemos un riesgo de seguridad, lo reportamos. Si hay una alerta, se reporta, previene y comunica en nuestro sistema”. Gracias a su coordinación con el centro de comando de la Policía Metropolitana, la respuesta ante cualquier hecho delictivo no tarda más de dos minutos. El tiempo de reacción es clave para contener situaciones antes de que escalen.
Este modelo de seguridad, que combina el análisis de datos, la vigilancia constante y el compromiso activo de la comunidad, comenzó a evidenciar resultados concretos y sostenidos. Su impacto no es anecdótico, ni se limita a la percepción de quienes habitan o transitan por San Diego, las cifras respaldan su efectividad. Durante los primeros meses de 2025, el barrio reportó 250 denuncias menos por hurto a personas en comparación con el mismo periodo del año anterior, lo que representa una disminución significativa en uno de los delitos más comunes en zonas urbanas de alta circulación.
Bogotá, en general, ve caer algunas de sus cifras más críticas en los primeros cuatro meses del año. El hurto a comercios, por ejemplo, bajó más del 50%, pasando de 4.023 casos entre enero y abril de 2024 a 1.861 en 2025. También disminuyeron el hurto a personas (5,6% menos), los delitos sexuales (11,2%) y los robos de automotores y motocicletas, que cayeron 35,5% y 29,4%, respectivamente.
San Diego, por su ubicación estratégica y su constante movimiento de personas, podría ser terreno fértil para la delincuencia. Sin embargo, se convirtió en una excepción gracias a un enfoque que va más allá de las medidas tradicionales. Para sus habitantes, vivir con tranquilidad no solo depende de cámaras o policías, se construye con alumbrado funcional, espacios públicos bien cuidados y redes vecinales activas.
El panorama general de seguridad en Bogotá sigue siendo complejo, y aunque los avances en sectores como San Diego son alentadores, no pueden ocultar los desafíos que persisten en el resto de la ciudad. Las cifras más recientes de la Secretaría de Seguridad lo confirman, aún queda mucho por hacer. En lo que va de 2025, se registran 14 secuestros más que durante el mismo periodo del año anterior, lo que enciende una alarma sobre el resurgimiento de este delito de alto impacto. A esto se suman 20 homicidios adicionales, una señal preocupante sobre los niveles de violencia letal en algunos puntos críticos de la capital.
Pero, los aumentos no se detienen ahí. Las denuncias por lesiones personales crecieron de forma notoria, con 818 casos más que en 2024. Este dato sugiere una escalada en conflictos interpersonales o riñas, muchas veces ligadas al deterioro de la convivencia ciudadana. Además, uno de los indicadores más sensibles, el de violencia intrafamiliar, refleja un incremento alarmante con 3.740 denuncias adicionales en comparación con el año pasado.