“Si sabes lo que vales, ve y consigue lo que mereces”, sostuvo el personaje Rocky Balboa en una de sus historias. Acaso esa frase aspiracional bien le cabe a Nicolás Vázquez, el actor que desde el próximo 12 de junio -día de su cumpleaños- se volverá a subir al escenario del Teatro Lola Membrives, esta vez para darle vida al púgil inmortalizado por Sylvester Stallone que se convirtió en una de las criaturas de la ficción cinematográfica más recordada de todos los tiempos.
“Chicos, vamos de vuelta”, le dice el líder cabeza de compañía a su equipo, luego de hacer la pasada de una escena clave del flamante espectáculo. Junto con Mariano Demaría, es el codirector de la propuesta y uno de los pilares de la producción sostenida por RGB Entertainment, de Gustavo Yankelevich, y Preludio, con Paul Kirzner, hermano de Adrián Suar, a la cabeza. Vázquez no deja nada librado al azar y abarca todas las áreas esenciales del proceso creativo.
LA NACION presenció, en exclusiva, uno de los últimos ensayos del material, prácticamente una función de hechura final, en la que se pudo apreciar la envergadura de la propuesta. Una producción millonaria con un despliegue escenográfico basado en un dispositivo impactante que incluye, desde ya, el consabido ring de box, además de un vestuario conformado por decenas de trajes, una puesta de luces sofisticada, un recurso audiovisual en vivo que sorprenderá y un elenco a la altura de las circunstancias, con varios nombres que vienen acompañando al protagonista desde su propuesta anterior (Dai Fernández, David Masajnik, Leo Trento, Diego Hodara, Gustavo “Tweety” Monje, Georgina Tirotta y Christian Giménez, entre otros) y Merlyn Nouel, en la piel del púgil Apollo Creed.
La versión argentina de Rocky no tiene nada que envidiarles a los títulos en cartel en plazas como Nueva York, Londres o Madrid. Como en Time Square, Piccadilly Circus o la Gran Vía, pero en plena calle Corrientes.
Primer round
-Te subís al escenario, codirigís y producís. Sin embargo, y con gran capacidad de liderazgo, se te percibe pausado, asentado. ¿Cómo se hace para mantener la templanza ante tanta responsabilidad y faltando tan poco para el debut?
-No se cómo se hace, pero lo hago. Me cuesta el rol de jefe. De hecho, no me gusta esa palabra, prefiero la definición de “líder”.
-Justamente, la pregunta se refería a tu capacidad de liderazgo y a tu mesura.
-Me sorprende porque, justamente hoy, mi equipo me hablaba sobre la forma en la que manejo las situaciones y escuché la palabra “templanza”. No siempre fue así. Tenía mis arranques. Soy bastante pasional cuando me enojo con alguien, pero los años me dieron esa respiración; clavar la mirada, acomodarme, entender al otro. Voy a contar una anécdota que sucedió anoche, luego de la pasada de la obra: cuando terminamos, bajé a la platea “ensangrentado”, luego de una escena de pelea, y Gustavo Yankelevich me hizo una devolución muy linda hacia mi persona, pero estaba tan emocionado, que se largó a llorar mientras me confesaba qué sentía con este proyecto.
-¿Cómo reaccionaste?
-No pude evitar quebrarme. Era una especie de charla entre un padre y un hijo. En medio de mi propio llanto le confesaba que tenía la mano rota, que me dolía, que, a veces sentía que no llegaba, pero que faltaba poco y lo íbamos a lograr.
El actor muestra su mano. Impresiona su hinchazón. Cualquier mortal en esas condiciones físicas estaría haciendo reposo. Él no se lo permite, no puede. Faltan horas para levantar el telón. “Somos muy apasionados y tenemos mucho respeto por el público, no subestimamos a nadie”, aclara, como si hiciera falta. Tal es su compromiso que, a comienzos de este año, viajó a Filadelfia para tomarse imágenes en los mismos lugares donde transcurrieron las recordadas escenas del film original.
La versión teatral respeta la idiosincrasia de la primera película de la saga, estrenada en 1976, al narrar el desafío de Rocky Balboa, un boxeador de segunda categoría, al que se le presentan algunas situaciones de superación deportiva y personal. A su lado está Adrian, una joven tímida y reservada, que será el motor del boxeador ante el desafío de protagonizar la pelea de su vida al enfrentarse al campeón mundial Apollo Creed. Rocky es un relato de autoconfianza y progreso, con un trasfondo romántico.
El libro original pertenece a Thomas Meehan y Sylvester Stallone. La pieza teatral está basada en la película y, en nuestro país, cuenta con versión y traducción de Fernando Masllorens y Federico González del Pino.
Tomando aquella frase de Balboa anclada en el inicio de esta entrevista, podría aseverarse que, desde hace mucho, Nico Vázquez tiene claro su rumbo y conoce de sobra sus potencialidades. No solo se trata de fe inquebrantable en sí mismo y en sus valores artísticos, sino también en la confianza que le transmiten sus seguidores.
Desde hace más de una década, Nico Vázquez es el hombre éxito del teatro argentino, basta recordar las temporadas de las comedias El otro lado de la cama, Una semana nada más y de la reciente superproducción Tootsie, un suceso de dos años donde también le dio vida a un personaje icónico de la industria del entretenimiento internacional. Entre los tres títulos, que promediaron más de 400.000 espectadores cada uno, se superó el millón de tickets vendidos, una cifra inusual para la escena local.
El entrenamiento
Para interpretar a Rocky Balboa, Nicolás Vázquez inició hace casi un año un exhaustivo entrenamiento físico. De a poco, y aún con su espectáculo anterior en cartel, debía ir modificando su cuerpo, desdibujando las curvaturas de Tootsie para ir ganando masa muscular y contundencia de boxeador. “Mi entrenador es el coreógrafo de las peleas”.
Duerme cerca de ocho horas diarias, desayuna fuerte (palta, huevo, rodajas de pan) y acude al gimnasio cada mañana con rigurosidad monacal para hacer trabajo de fuerza. “No paré ni en mis vacaciones”, cuenta. Los dulces y las harinas son malas palabras. También apela a las proteínas y la creatina. “Voy a cumplir 48 años y el cuerpo comienza a doler. Cuando termino la pelea se me hincha la mano; me duele la cintura, tengo dolores de piernas, pero nunca dejo de entrenar”.
La charla se interrumpe. Es momento de continuar el ensayo. En el medio de la platea a media luz de la preciosa e histórica sala de la calle Corrientes, el codirector, Mariano Demaría, se rodea de su equipo para dar las puntadas finales a algunos detalles de puesta en escena. Sobre el fondo de la platea se acomodan algunos actores, listos para cumplir con sus roles.
Damián Armocida, uno de los puntales fundamentales del equipo de producción, le comenta algo al oído. Luego Vázquez reconocerá que “le di mucho espacio en mi vida; me aconseja”. Armocida mantiene siempre la misma predisposición y templanza que el actor. No hay gritos, pero sí hay lugar para un chiste y para que Vázquez se tome unos segundos para saludar a los padres de uno de los actores que deben regresar a su Cuba natal.
Se apagan las luces. El sonido surround hace temblar el espacio. Es momento de repetir una escena clave de gran compromiso técnico. Todo sale bien y Vázquez, con generosidad, baja a la platea a preguntarle a este cronista qué le pareció lo visto.
Segundo round
-La templanza de la que hablábamos, ¿tiene que ver con una fe en particular, la práctica de alguna filosofía puntual?
-Creo mucho en Dios.
-¿Cuándo te “bajás del ring”?
-En mi casa soy bastante tranquilo. Todos creen que estoy siempre arriba, pero en mi intimidad guardo bastante la energía. Es mi lugar de recarga; tengo mis momentos de soledad, de concentración. Es el espacio de meditación, de enfoque y de agradecimiento. El entrenamiento también es muy importante. Y, obviamente, Gime (la actriz Gimena Accardi, su esposa) es primordial. Sin embargo, me pasó algo muy extraño con Rocky: es un sueño tan grande, que elegí llevarlo poco a casa.
-Entonces, ¿nada de Rocky en casa?
-Es el primer proyecto en el que Gime no vio nada. Al haber trabajado tanto con ella, preferí no intoxicarla y sorprenderla. Fue muy sano.
-Tendrá una mirada más objetiva, como con cierto distanciamiento.
-Fue un salto de madurez para mí, porque soy muy mimoso, necesito de la mirada del otro.
Tercer round
Finaliza el ensayo de una escena de aproximación romántica no exenta de humor. Rocky y Adrian, la chica que lo enamora, en un mano a mano inicial. “Me apoyo mucho en Dai (Fernández). Tiene una energía muy especial, con los pies en la tierra. Le llega su primer protagónico en un momento bárbaro y con una formación impresionante”, sostiene en relación a la actriz que hará de su pareja de ficción, el personaje que impulsa al de Rocky a superar escollos y prejuicios.
-¿Por qué posaste el ojo en ella?
-Por su talento. La conocí en la audición de Tootsie. Uno se pregunta cuánta gente tapada, con enorme talento, hay en este medio.
-¿Tomó mucho tiempo lograr adquirir los derechos de la obra?
-Son negociaciones muy difíciles, sobre todo cuando uno quiere salir del común denominador. Esta obra siempre se hizo como un musical.
-Aquí no será el caso.
-Argentina, y me da orgullo decirlo, estrenará una versión lo más parecida posible a la película y aprobada por Stallone.
-¿Te costó convencer a los productores originales del material?
-Fue una negociación que llevó más de seis meses, pero, finalmente, le dieron el visto bueno con felicidad nuestra adaptación.
-¿Vinieron a “supervisar”, presenciaron ensayos?
-Vieron nuestros materiales anteriores. La versión que hicimos de Tootsie fue la más exitosa a nivel internacional y ellos accedieron a todo eso que hicimos; pudieron comprobar nuestro nivel de producción.
-¿Tuviste contacto directo con Sylvester Stallone?
-Lo más fuerte que me sucedió fue leer el libro, donde figuraba su nombre, y luego, cuando llegó el contrato, firmar donde también aparecía él.
-¿Te lo imaginás en la platea del Lola Membrives?
-Lo admiro mucho y me conformo con que nos mande un video diciendo que está orgulloso de lo que hicimos. No voy a perseguirlo para conocerlo; sería cargoso.
Es momento de pasar una nueva escena. Se corre el ring. Sobre el escenario aparece la escenografía de la casa de Rocky Balboa. Vázquez cambia su atuendo. “Acción” se escucharía gritar en cine. Pero esto es teatro.
Cuarto round
-Diseñás tu carrera de una forma muy particular, incluso prescindiendo de la aparición en televisión. Sin embargo, lográs éxitos enormes en teatro, lo cual rompe con esa máxima que valida que los sucesos de la escena están traccionados por la masividad de una pantalla.
-No trabajo en televisión con continuidad desde 2013, cuando hice Mis amigos de siempre. Solo en 2018 participé en El host, con Adrián (Suar), pero tenía que ver con sketches, no lo tomo como una ficción.
-De todos modos, tampoco fue ayer.
-Pasaron muchos años, soy otro actor y, sobre todo, otra persona. Me pasaron cosas, estudié, me formé, maduré. La vida me puso en lugares donde tuve que crecer. Como hace tanto que no hago televisión, cuando la gente viene al teatro se sorprende, porque espera ver al actor de Casi ángeles, Son amores, Los únicos o ¿Quién es el jefe?, pero se encuentra con alguien más formado y teatral.
-¿Se dio naturalmente ese trayecto?
-En 2013, me senté con Benjamín Rojas, mi hermano de la vida, y le dije “por un rato no voy a hacer tele, quiero hacer teatro”.
En ese momento, Vázquez ya anhelaba estrenar la comedia El otro lado de la cama y se imaginaba como productor. “Me fui de Casi ángeles para hacer esta carrera teatral”, reconoce.
-¿Costó tomar esa decisión?
-Me reuní con Cris Morena, en pleno éxito, haciendo tres funciones por día en el Gran Rex con Casi ángeles, y le planteé cuál era mi deseo.
-¿Cómo reaccionó?
-Le pareció bien, pero me sugirió que siguiera. Lo mismo me pasó cuando se lo conté a Gustavo Yankelevich. A ambos les agradecí muchísimo por los dos años de ese programa, pero ya necesitaba hacer comedia en teatro. Los dos me miraron como si estuviese loco, pero fui en busca de mi felicidad. Después me arrepentí, me podría haber quedado un año más. No fue fácil, costó tomar la decisión.
-Los ingresos económicos habrán menguado.
-Estuve casi dos años mal, no me salían las cosas, las puertas se cerraban. Nunca me faltó nada, pero me ajusté un montón.
-Es un gran mensaje de superación.
–Stallone se hizo a sí mismo; él escribió Rocky. Entonces, ¿cómo no va a ser importante para mí hacer este personaje? Le estoy muy agradecido a la televisión, a Adrián Suar que me dio una gran oportunidad en 1997, pero, cuando noté que mi carrera se podía convertir en algo repetitivo y yo en “uno más”, decidí salir del círculo vicioso. Así que fui en busca de lo que quería.
-Alguien que lea esta entrevista puede pensar que te llevás el mundo por delante. ¿Cómo acciona el miedo? ¿Cuáles son esas debilidades?
-Tuve muchos miedos.
-¿A qué?
-Seguramente alguien se va a enojar porque estoy haciendo a uno de los personajes más importantes del cine. No van a ver a Stallone, pero sí va a estar Rocky. Es un homenaje. Existe el miedo a que no te salga, a que no vaya nadie a ver la obra, pero, como dice Rocky, “nada pega más fuerte que la vida”. Ahí es cuando me levanto y pienso “estoy protagonizando la pieza que amo, haciendo el personaje que quiero y trabajando con amigos”. No puedo pedir más. Aunque me duela todo el cuerpo, me levanto a la mañana para hacer lo que quiero. ¿Cuánto vale eso? Ahí es cuando el miedo se va.
Campana final
-¿Qué te une a Rocky Balboa?
-Me une a mi viejo, que fue quien me lo presentó. Y, 12 años después, cuando nació mi hermano, yo lo enloqueció a él con el personaje. Si buscás en su Instagram, hay muchos posteos de “Santi” sobre Rocky.
Santiago Vázquez, su hermano, falleció en 2016 a los 27 años. “Poco antes de morir, me mandó una foto donde se lo ve a Stallone, vestido de boxeador, dirigiendo la cuarta parte de la película. Cuando me envió esa imagen, me dijo ‘hace de todo, igual que vos´. Esa fotografía, Santi la tenía en la billetera”.
Santiago le decía “Ni”, un código. Juntos planearon ver juntos la obra Rocky en los Estados Unidos, pero no se pudo dar. “Al personaje me une la resiliencia. Creo que Stallone habló de él, pero lo puso todo en boca de un boxeador. La historia la podemos aplicar a cualquier persona, con diversos trabajos. Por eso siento que todos somos Rocky. Los que nos caímos y nos levantamos, somos Rocky. ¿A quién no le pasó algo?”.
-¿En qué momento te llega el personaje?
-Lo puedo interpretar gracias a todo lo que he vivido. Seguramente, a los 30 años estaría más entero físicamente para interpretarlo, pero sin las vivencias, sin la madurez.
-Traccionás un público joven que, quizás, no te llegó a ver en televisión. ¿Considerás que lo que plantea la obra se potencia en ese rango etario?
-Creo que tocará la emoción de todos. La pavada ya la hice, y lo digo con respeto por todo aquello que me tocó interpretar, ahora tenía el deseo de contar esto, de dar este mensaje. Una historia de humildes, de luchas. Se trata de decir “vos podés”, “levantante”. Es una inyección.
-Vivimos un contexto complejo, sin embargo, la apuesta económica es grande.
-Creo que es un antes y un después para el teatro. Es a todo cul…
-¿Por qué volvés a apostar en el país?
-Amo a la Argentina y mucho de lo que ganamos lo volvemos a invertir en teatro. Somos bendecidos y elijo eso.
-Pensando en cuestiones de producción, ¿alguna vez hipotecaste tu casa para sostener una producción?
-No. Ese es mi límite, nunca arriesgaría tanto, la felicidad no está solo sobre un escenario, sino también de la puerta de mi casa para adentro. Hay que cuidar lo que uno tiene y que tanto costó tener, hubo mucho sacrificio.
-Así como sos un distinto en la profesión, ¿lo sos también en la vida?
-Me interesa mirar al otro, me gusta trabajar en equipo, estar despierto y no perderme.
-¿Qué es la fama?
-Dicen que es puro cuento, ¿no? No me gusta la palabra “famoso”, me es chocante.
-Pero lo sos.
-Soy actor, después vino lo otro, que es consecuencia del resultado que tuviste. La fama te trae reconocimiento, que te saluden con cariño. No hay muchos trabajos donde suceda eso.
-La gente te percibe cercano, alcanzable. ¿Es parte de la razón por la que el público te sigue?
-Soy así. Lo que hablo, lo comulgo. Creo que lo que sorprende es la credibilidad. Siempre le digo a la gente que deseo que le pase el doble de lo que me sucedió a mí.
-No vas a decir cuál, pero ya debés tener en mente la obra que seguirá a Rocky.
-No. Sueño con que Rocky dure mucho. Estoy en un aquí y ahora total, quizás porque es el personaje de mi vida y porque Rocky me está sanando en muchos aspectos.
-Pasaron varios años de dos momentos muy dolorosos de tu vida, ¿cómo te ayuda Rocky a transitar esos recuerdos?
-Estoy muy bien, honro la vida, me pasan cosas hermosas todo el tiempo. Sería muy desagradecido o necio no darme cuenta de todo eso y no poder disfrutarlo.
-Nunca se te vio enojado con la vida.
-Lo estuve, pero no lo mostré. Cuando falleció mi hermano me decía “puta, me casé y a los cinco días se va mi persona favorita en el mundo, no me puede estar pasando esto”. Me enojé con Dios, pero era injusto, porque debía agradecer haberlo tenido veintisiete años. Mis viejos son un gran ejemplo, son colaborativos, solidarios, ayudan a otros papás a los que les pasó lo mismo, mi mamá le habla con más amor a la Virgen. A todo el mundo que sufrió pérdidas tremendas le digo que, del otro lado, nos están ayudando y apuntalando quienes se fueron. Siguen estando. Eso me da más fe y me da más ganas de seguir viviendo. Lo demás, lo decide el de arriba.
Para asemejarse a Rocky Balboa pelea como zurdo siendo diestro. “La mano que me lastimé fue la derecha”, reflexiona en voz alta, pensando que también ahí hay una señal.
Termina el ensayo, sale a la calle. Lo reconocen, le piden fotos. Todos le dicen “Nico”. Es uno más. El más exitoso.
Para agendar
Rocky. Funciones: de miércoles a domingos. Sala: Teatro Lola Membrives (Av. Corrientes 1280).