Nicola Pietrangeli es una leyenda, un referente del tenis romántico. Ganador de Roland Garros 1959 y 1960, es el tenista con más partidos en la Copa Davis (164), ingresó en el Salón de la Fama en 1986 y fue capitán del equipo italiano que conquistó la Ensaladera en Chile, en 1976. Más allá de su rico palmarés, es un personaje reconocido y querido. Por ello, los distintos protagonistas del mundo de las raquetas se sensibilizaron a enterarse de los padecimientos por los que atraviesa el exjugador, que el 11 del mes próximo cumplirá 92 años.
Este año ha sido muy triste para Pietrangeli. Hace poco más de un mes, su hijo Giorgio, de 59 años, destacado surfista, falleció de una severa enfermedad mientras Nicola se encontraba hospitalizado en el Hospital Gemelli de Roma, del que recibió el alta hace apenas unos días. La plataforma italiana supertennis.tv visitó a Pietrangeli en su casa y lo encontró sumamente golpeado. “¿Cómo estoy? ¿No lo ves? Estoy en la cama. Esto es lo último: doloroso y aburrido. Cuando lo pienso… (que cumplirá 92 años) ni siquiera sé cómo se escribe el número 92. Me da vueltas la cabeza. Recuerdo bien cosas de hace cincuenta años, pero no las de anteayer. Creo que algo no funciona», se lamentó Pietrangeli.
El autor de la entrevista insistió sobre su día a día. Y Pietrangeli, que tuvo mucha amistad con los argentinos Enrique Morea, Tato Soriano, Guillermo Vilas y José Luis Batata Clerc, respondió: “El día es largo y, por desgracia, siempre un poco doloroso. Menos mal que duermo. Me ayuda mucho”. Sus mayores dolores son lumbares. “Quisiera un día sin dolor. Porque tengo un dolor constante en el sacro que me impide moverme. Lo han intentado todo. Mis amigos me llaman todos los días. Me dicen que no tengo hasta las cuatro de la mañana para jugar a las cartas. Pero extraño el descanso, aunque me digan: ‘¿Qué? Estás en la cama…’. No, con este dolor, es permanente; no hay un momento de descanso. Vencí el cáncer, pero no la vejez, como dicen mis hijos», confesó el italiano.
Pietrangeli construyó un vínculo con la Argentina. En 1963, después de un Abierto de la República en Buenos Aires en el que Pietrangeli participó, recorrieron junto con Morea las rutas del país haciendo exhibiciones en Santa Fe, Mendoza, Córdoba, Rosario. Amigo de Marcello Mastroianni y Alberto de Mónaco, dicen que a Nicola nunca le gustaron los sacrificios, que siempre fue un dandi y salió con las mejores mujeres. Una suerte de bon vivant. Sigue recibiendo mucho afecto. “Me sorprendió mucho todo lo que pasó tras la muerte de Giorgio. La iniciativa de sus cien amigos surfistas, los numerosos noticieros, los artículos periodísticos. Es precioso, gracias”, expresó.
“Estoy cansado. Cansado. Cansado de estar cansado. ¿Mi futuro dentro de dos semanas? Será igual que hoy, nada ha cambiado. No quiero ser dramático, pero esperaré… y creo que va a llover, así que no lo pospongamos», amplió, muy golpeado anímicamente.
“¿Qué hago aquí? Soy como una larva. Veo la tele, está Netflix, y aunque toque el control remoto a distancia, estorbo. Volví del hospital conociendo todos los infomerciales, los anuncios. De hecho, puedo decir que la tele se ha convertido en un canal de publicidad con algunos programas dentro. ¿Qué dicen los médicos? Todo lo que me dicen tiene un precio. Pero no soy tan rico como (Jannik) Sinner… y sólo bromeo porque ya los veo armando otra polémica», agregó.
Sin perder la chispa y la simpatía, Pietrangeli contó una anécdota tragicómica que le sucedió hace unos días, al recibir un llamado. “Sonó el teléfono, pero en ese momento estaba con un ataque de tos. Finalmente contesté, pero estaba tosiendo y no entendía bien a la persona que hablaba. Así que seguí diciendo: ‘¿Quién eres? ¿Quién eres?’. Porque al otro lado de la línea se oía una vocecita amable, casi un susurro. Y finalmente oí: ‘Soy Sergio Mattarella…’ [el presidente de Italia]. ¡Qué tonto fui! No pude evitar disculparme con su secretaria después».
En 2014 visitó la Argentina para una serie de Copa Davis entre Italia y el equipo nacional que, en ese momento, capitaneaba Martín Jaite: los europeos ganaron 3-1, en Mar del Plata. Durante una entrevista con LA NACION, glorificó los tiempos románticos del tenis, contó que recibió US$ 150 por perder la final de Roland Garros 1961 y que utilizó ese dinero para pagarle la cena a su verdugo en la definición parisina, el español Manolo Santana y a su mujer. “Hicimos una apuesta y el que perdía pagaba la noche. Nos fuimos a cenar juntos después de la final. Mira si eso no era tenis romántico…”.