ROMA.- Después de una Semana Santa difícil, en la que por primera vez en su pontificado se vio obligado a delegar a otros cardenales los principales ritos y a limitar su presencia debido a su convalecencia, finalmente el papa Francisco volvió a hacerse presente con toda su autoridad este domingo, cuando reapareció para impartir la bendición pascual “urbi et orbi”, a la ciudad y al mundo y luego saludar a las 35.000 personas presentes dando una vuelta en papamóvil.
Antes, tal como se esperaba, tuvo un breve encuentro privado con el vicepresidente estadounidense, JD Vance, que se convirtió al catolicismo en 2019, quien ayer se había reunido con su número dos, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado y que, en su viaje pascual a Roma había pedido saludarlo. “En el encuentro, que duró unos minutos, fue posible un intercambio de buenos deseos pascuales”, indicó la Sala de Prensa del Vaticano.
Dos minutos después del mediodía de Roma, cuando ya había terminado la solemne misa de Pascua en la Plaza de San Pedro -que presidió en su lugar el cardenal Angelo Comastri-, en una jornada cálida y soleada, el Papa apareció en silla de ruedas en el balcón central de la Basílica de San Pedro, acompañado por su enfermero personal, Massimiliano Strappetti. Cuando apareció, estalló el júbilo en la Plaza de San Pedro. La multitud llegaba incluso hasta el principio de la Vía della Conciliazione.
El momento del día, la aparición de @Pontifex_es en el balcón de la Basílica de San Pedro para la bendición pascual pic.twitter.com/Gr4qzW8387
— Elisabetta Piqué (@bettapique) April 20, 2025
“Queridos hermanos y hermanas ¡Feliz Pascua!”, dijo el papa Francisco, de 88 años, no sin dificultades y muy frágil, pero con un aspecto mejorado en comparación a cuando fue dado de alta el 23 de marzo pasado, después de 38 días de internación por una neumonía que lo puso dos veces en riesgo de muerte. “Nuestro ceremoniero lee el mensaje”, advirtió Francisco, que aún no puede leer discursos largos y que dio paso a monseñor Diego Ravelli, que pronunció en su lugar el mensaje pascual. En este, al margen de destacar que “gracias a Cristo crucificado y resucitado, la esperanza no defrauda y no es una esperanza evasiva, sino comprometida, no es alienante, sino que nos responsabiliza”, también deploró la situación actual del mundo e hizo un fuerte llamamiento a la paz.
“Cuánta voluntad de muerte vemos cada día en los numerosos conflictos que afectan a diferentes partes del mundo. Cuánta violencia percibimos a menudo también en las familias, contra las mujeres o los niños. Cuánto desprecio se tiene a veces hacia los más débiles, los marginados y los migrantes”, lamentó. “En este día, quisiera que volviéramos a esperar y a confiar en los demás —incluso en quien no nos es cercano o proviene de tierras lejanas, con costumbres, estilos de vida, ideas y hábitos diferentes de los que a nosotros nos resultan más familiares—; pues todos somos hijos de Dios. Quisiera que volviéramos a esperar en que la paz es posible”, añadió.
Después de destacar que este año la Pascua es celebrada el mismo día por los católicos y los ortodoxos, se refirió a la explosiva situación en Medio Oriente. “Me siento cercano al sufrimiento de los cristianos en Palestina y en Israel, así como a todo el pueblo israelí y a todo el pueblo palestino”, escribió, al mostrarse preocupado por el creciente clima de antisemitismo que se está difundiendo por todo el mundo. Al mismo tiempo, mencionó en modo particular a la población y a la comunidad cristiana de Gaza, “donde el terrible conflicto sigue llevando muerte y destrucción, y provocando una dramática e indigna crisis humanitaria”. “Llamo a las partes beligerantes: que cese el fuego, que se liberen los rehenes y se preste ayuda a la gente, que tiene hambre y que aspira a un futuro de paz”, clamó.
También pidió rezar por las comunidades cristianas del Líbano y de Siria y del resto de Medio Oriente, mencionó a Yemen y, como suele hacer todos los domingo, a la “martirizada Ucrania”, animando a todos los actores implicados a proseguir los esfuerzos dirigidos a alcanzar “una paz justa y duradera”.
En un repaso de los conflictos que hay en el planeta, también alentó la actuación de un Acuerdo de paz definitivo entre Armenia y Azerbaiyán y recordó a diversos países castigados de África. “Que Cristo resucitado, nuestra esperanza, conceda paz y consuelo a los pueblos africanos víctimas de agresiones y conflictos, sobre todo en la República Democrática del Congo, en Sudán y Sudán del Sur, y sostenga a cuantos sufren a causa de las tensiones en el Sahel, en el Cuerno de África y en la Región de los Grandes Lagos, como también a los cristianos que en muchos lugares no pueden profesar libremente su fe”, señaló. “Allí donde no hay libertad religiosa o libertad de pensamiento y de palabra, ni respeto de las opiniones ajenas, la paz no es posible. La paz tampoco es posible sin un verdadero desarme. La exigencia que cada pueblo tiene de proveer a su propia defensa no puede transformarse en una carrera general al rearme”, añadió. Y destacó que “la luz de la Pascua nos invita a derribar las barreras que crean división y están cargadas de consecuencias políticas y económicas. Nos invita a hacernos cargo los unos de los otros, a acrecentar la solidaridad recíproca, a esforzarnos por favorecer el desarrollo integral de cada persona humana”.
Recordó asimismo al pueblo birmano, atormentado desde hace años por conflictos armados, que afronta con valentía y paciencia las consecuencias de un devastador terremoto. E hizo, después, un fuerte llamamiento a cuantos tienen responsabilidades políticas “a no ceder a la lógica del miedo que aísla, sino a usar los recursos disponibles para ayudar a los necesitados, combatir el hambre y promover iniciativas que impulsen el desarrollo”. “Estas son las ‘armas’ de la paz: las que construyen el futuro, en lugar de sembrar muerte. Que nunca se debilite el principio de humanidad como eje de nuestro actuar cotidiano. Ante la crueldad de los conflictos que afectan a civiles desarmados, atacando escuelas, hospitales y operadores humanitarios, no podemos permitirnos olvidar que lo que está en la mira no es un mero objetivo, sino personas con un alma y una dignidad”, resaltó. Pidió, finalmente, que en este Año jubilar, la Pascua sea también ocasión propicia para liberar a los prisioneros de guerra y a los presos políticos. “Queridos hermanos y hermanas: en la Pascua del Señor, la muerte y la vida se han enfrentado en un prodigioso duelo, pero el Señor vive para siempre y nos infunde la certeza de que también nosotros estamos llamados a participar en la vida que no conoce el ocaso, donde ya no se oirán el estruendo de las armas ni los ecos de la muerte. Encomendémonos a Él, porque sólo Él puede hacer nuevas todas las cosas. ¡Feliz Pascua a todos!“, cerró.
Terminado el mensaje, el cardenal protodiácono, Dominique Mamberti, anunció la concesión de la indulgencia plenaria y el papa Francisco, con esfuerzo, impartió la bendición pascual “urbi et orbi”, pronunciando la fórmula en latín. Entonces fue vivado por la multitud, de la que se despidió levantando las manos y a la que sorprendió, más tarde, saliendo a dar una vuelta en papamóvil para saludar a todos. “¡Viva el Papa!“, fue el grito que se levantó entonces en una Plaza de San Pedro, que valoró ese esfuerzo hecho por Francisco para estar al menos duante quince minutos junto a su grey, más allá de su evidente debilidad, en la fiesta más importante para la Iglesia católica.
@Pontifex_es saludando con esfuerzo y llegando hasta la via della Conciliazione en papamóvil, mucha emoción entre la multitud “¡Viva el Papa!” pic.twitter.com/e3qcw1kK0G
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