No es el mercado, sos vos: cómo evitar sesgos para invertir mejor

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En el mundo de las inversiones, solemos creer que nuestras decisiones son puramente racionales, que todo lo analizamos con lógica y datos duros. Pero la verdad es que nuestro cerebro no está hecho para invertir, sino para sobrevivir. Y ese afán por sobrevivir muchas veces nos sabotea. Ahí es donde entran en juego los sesgos cognitivos. Los sesgos cognitivos son errores sistemáticos en nuestra manera de pensar. Atajos mentales que, aunque nos simplifican la vida, en las finanzas pueden llevarnos directo al fracaso: compramos caro, vendemos por miedo, imitamos al resto o creemos que sabemos más de lo que en realidad sabemos. ¿Y por qué es tan importante entenderlos? Porque invertir no es solo hacer cuentas, también es manejar emociones y pensamientos. Identificar estos sesgos y aprender a ponerles freno puede ser la diferencia entre construir riqueza con constancia o tropezar siempre con la misma piedra. En esta nota vas a conocer tres sesgos que probablemente te están jugando en contra sin que lo notes. Y si los detectás a tiempo, vas a poder mejorar tu forma de invertir desde hoy mismo. ¡Comencemos!

  1. Exceso de confianza: cuando te creés más vivo que el mercado

Entre los sesgos más frecuentes (y peligrosos) está el exceso de confianza. Es esa tendencia a sobrevalorar lo que sabés o lo bien que creés que manejás tus inversiones, como si tuvieras más control o información de la que realmente tenés. Suele aparecer con fuerza después de algunos aciertos: compraste un par de CEDEARs que se dispararon, te fue bien con Bitcoin, entraste y saliste justo de un bono… y de golpe te sentís como el Warren Buffett criollo. Pero esa confianza inflada puede jugarte en contra: te empuja a operar más de la cuenta, tomar riesgos innecesarios, no diversificar y, lo peor, ignorar los factores que están fuera de tu control. Está muy relacionado con el efecto Dunning-Kruger: cuanto menos sabés de algo, más convencido estás de que lo entendés. Y al revés, los que realmente saben suelen ser más cautos y conscientes de lo que no manejan. Ejemplo: Martín, 32 años, entra al mundo cripto cuando todo sube. Compra tokens nuevos “porque pintan bien”, hace trading apalancado sin saber del todo cómo funciona y confunde suerte con talento. Al principio gana, pero no pone stop-loss, se expone de más y termina perdiendo no solo las ganancias sino también la inversión inicial. No solo le faltaba información técnica, además le sobraba ego. ¿Cómo evitarlo? Poné por escrito tu plan de inversión. Medí tus resultados con sinceridad. Y si todo te empieza a salir demasiado bien, frená y preguntate: ¿realmente soy tan crack… o estoy navegando con viento a favor? Respetá siempre al mercado porque si fuese tan fácil, todos harían trading y nadie trabajaría.

  1. Aversión a la pérdida: el miedo que te puede hacer perder más

Pensamos que invertir se trata de ganar plata, pero en realidad, muchas veces lo que más buscamos es evitar perderla. Ese miedo se llama aversión a la pérdida, y es uno de los sesgos más fuertes que tenemos. Estudios de comportamiento muestran que perder duele el doble que lo que se disfruta ganar el mismo importe. O sea, perder por ejemplo 300 mil pesos te amarga mucho más de lo que te alegra ganarlos. Y eso, claro, nos desordena la cabeza al decidir. ¿Cómo nos afecta? Sostenemos inversiones que ya no tienen sentido, solo para “recuperar lo perdido”. O nos quedamos quietos ante buenas oportunidades por miedo a equivocarnos. O vendemos demasiado rápido cuando ganamos, pero dejamos que las pérdidas sigan sin fundamento. Ejemplo: Lucía invierte en una acción que cae 30% tras un cambio en la empresa. Aunque ya no hay motivos reales para un rebote, se niega a vender porque “no quiere perder”. Pasa el tiempo, la acción no repunta, y pierde aún más. Si hubiera salido a tiempo, podría haber aprovechado otra oportunidad con más futuro. Es ahí cuando entiende un viejo chiste que circula en los pasillos de la bolsa de comercio: ¿Sabés que es un inversor de largo plazo? Un inversor de corto plazo que no pudo salir a tiempo. ¿Cómo evitarlo? Definí reglas antes de invertir: objetivos, stops, límites. Y aceptá que perder es parte del camino. Lo que no podés hacer es quedarte “clavado” por miedo a asumirlo.

  1. Heurística de disponibilidad: cuando decidís más por el algoritmo que por la cabeza

Este sesgo es un atajo mental: evaluamos qué tan probable es algo según qué tan fácil nos viene a la mente. O sea, creemos que algo es común solo porque lo vimos hace poco, lo leímos en redes o nos lo mencionó alguien cercano. En inversiones, este sesgo puede ser letal. Nos lleva a decidir no por análisis, sino por lo que más suena en Instagram, TikTok, X o Meta. Y claro, esos algoritmos nos muestran más de lo mismo, reforzando lo que ya creemos y metiéndonos en burbujas de información… que muchas veces desinforman. Este sesgo hace que ignores datos, fundamentos o contexto solo porque una noticia viral te pega más fuerte. Ejemplo: Juan ve varios posteos en X diciendo que “el oro va a explotar porque el dólar se cae”. Le parece lógico, ve memes, gráficos llamativos, influencers repitiendo la idea. Se convence, mete todo su capital en un ETF de oro y ni mira los datos: inflación moderada, tasas estables, bolsas en alza. Tres meses después, el oro baja. ¿Qué pasó? Que confundió viralidad con probabilidad. ¿Cómo evitarlo? Tomá distancia crítica. Contrastá lo que ves en redes con datos duros y fuentes serias. Si una noticia te impacta demasiado, pará. Porque justo ahí es donde más fuerte actúa el sesgo.

Conclusión

Detectar sesgos no es magia, pero sí es una forma de pensar mejor. Y en el mundo de las finanzas, eso ya te da ventaja. Invertir no es solo seguir precios o saber de economía: también es conocerte, entender cómo decidís, qué te mueve y qué te nubla. Porque muchas veces, el mayor riesgo no está afuera… está en uno mismo. Y lo más difícil no es elegir bien, sino animarse a ir contra el instinto, el algoritmo y el ego. Invertir mejor no depende solo de la información que tenés, sino de cómo entrenás tu cabeza. Y eso lleva práctica, humildad y, sobre todo, tiempo. ¡La seguimos la semana que viene con más material de finanzas personales e inversiones!

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