En el juicio por abuso contra el exesposo de Julieta Prandi, cuatro personas cercanas a la conductora, modelo y actriz brindaron testimonio ante los jueces del Tribunal Oral en lo Criminal (TOC) N°2 de Zárate-Campana. Sus relatos, cargados de detalles íntimos y episodios traumáticos, reforzaron que en la pareja había violencia física, psicológica y económica que se extendió durante años. En la primera audiencia, las declaraciones de su amigo y compañero Mariano Peluffo, su psiquiatra Rafael Herrera Milano, su hermana Natalia Laura Prandi y su mejor amigo José Sebastián Waizer trazaron un perfil de sufrimiento sostenido, aislamiento familiar y deterioro emocional.
Mariano Peluffo, conductor y compañero de trabajo de Prandi, recordó un episodio ocurrido en el verano de 2019, durante un evento en Pinamar organizado por un banco. “Me decían ‘¿dónde está Juli?’ y de la nada llega pálida, ‘arranquemos’, me dice”, relató. Tras el evento, ella debía volver a su casa en remis. “Le digo ‘¿tus papás viven a diez cuadras?’ y me dice ‘no, no, tengo que volver a mi casa’. Me parecía una locura que volviera de noche, la acompañé al remis que la esperaba en la puerta”, explicó sobre hacer un viaje de 400 kilómetros a esa hora.
Peluffo describió una rutina marcada por el miedo y la dependencia: “Julieta me contó que Claudio le decía que prefería que no maneje por su inseguridad, la autopista, el miedo con los chicos”. También fue testigo de su angustia cotidiana: “La veía corriendo con la guita o con las cuentas. Julieta se hacía cargo de todo: colegio, casa, heladera. No podía sumar más horas de trabajo porque también era mamá”.
En otro tramo de su declaración, habló de la etapa en que los hijos de Prandi “empezaron a no querer vincularse con su padre”. “Todos los quilombos que tenía pasaban de 14 a 17, mientras ella laburaba en la radio. Yo como papá separado nunca generaría eso a mi exmujer”, afirmó. También recordó un episodio de violencia física: “En un balneario de Pinamar, el ex la amenazaba para que volviera antes. No la dejaba ir, se encerró en el cuarto y le rompió a patadas la puerta del baño”.
Peluffo aseguró que Prandi sufrió violencia económica durante años: “Por cuatro años no recibió un peso de cuota alimentaria”. Y agregó: “Un día se fue casi una hora antes del programa porque los chicos estaban en la puerta de su casa en un día que no le correspondía. Claudio los dejó y se fue”. También destacó que, durante el tiempo que compartieron el programa, “Julieta luchó por todos los gastos que implica estar a cargo de dos hijos” y que “le sonaba el teléfono mientras estábamos al aire, interrumpiéndola constantemente”.
El psiquiatra Rafael Herrera Milano, médico psiquiatra forense, profesor universitario y Perito del Poder Judicial, declaró que atiende a Prandi desde septiembre de 2022. “Para ella, dormir era como ir a combatir. Revivía. Tenía un loop permanente en el cual las imágenes pasadas se venían al presente y no se las podía sacar de la cabeza”, explicó. Según el profesional, el cuadro clínico de Prandi “cumple con todos los requisitos de la bibliografía” y la medicación que toma “es acorde a ese trastorno”.
Herrera Milano detalló que el tratamiento incluyó ansiolíticos, antidepresivos y antipsicóticos, aunque aclaró que “Julieta no tenía psicosis”. “La psicofarmacología no trata el problema de raíz, es un parche para que pueda seguir con su vida”, sostuvo. También describió síntomas graves: “Le agarraban arcadas y no podía decirme qué pasaba. Recién meses después me contó que eso le quedó de las violaciones que padeció, según su relato”.
El psiquiatra explicó que Prandi presentaba insomnio de fragmentación, sueños vívidos y pesadillas que la hacían revivir los hechos como si fueran actuales. “Pasa mucho en la gente que transitó una guerra”, dijo. También mencionó que, durante las sesiones, ella tenía “una especie de tic con el celular por el control que ejercían sobre ella”. En cuanto a los estudios realizados, indicó que obtuvo un puntaje de 27 en la escala de ansiedad de Hamilton y 20 en la escala de depresión, ambos considerados graves a nivel mundial.
Natalia Laura Prandi, hermana de Julieta, relató cómo la relación con su familia se fue deteriorando desde que comenzó el vínculo con su expareja en 2001. “Empezó a cambiar su manera de relacionarse con nosotros y con su entorno”, dijo. Recordó que él generaba conflictos entre ella y sus padres, y que durante años no pudo compartir momentos con su hermana ni con sus sobrinos: “Para el nacimiento de Mateo lo vi muy poco, no lo pude ni cargar. Tenía tres meses cuando lo cargué”.
En 2019, tras años de silencio, volvieron a hablar. “Me contó todos los abusos que sufrió y seguramente hubo más. Cuando le sacó el internet y le dejó el teléfono adentro del freezer, se iba a Uruguay y le sacó el documento”, relató. También mencionó episodios de violencia simbólica y discriminación: “Mi mejor amigo iba a ir al casamiento y Claudio me dijo que ni se me cruzara por la cabeza llevarlo porque lo iba a sacar con la Policía. Imaginate decirle a mi amigo que no puede ir porque es gay”.
Natalia también relató cómo su expareja intervino en la vida laboral de su familia: “Mi novio Luciano le consiguió trabajo a mi papá en un restaurante. Claudio le llenó la cabeza diciendo que lo estaban explotando, lo contactó con un abogado y lo terminó demandando. Después lo estafó con el negocio de Carlitos”.
José Sebastián Waizer, mejor amigo de Prandi, la conoció por trabajo y fue testigo de su deterioro físico y emocional. “En el primer encuentro sentí que no era la Julieta que yo conocía. Estaba apagada”, dijo. En los viajes laborales, observó episodios de pánico y descompensación: “Julieta no paraba de ir al baño, se ahogaba, tenía ataques de pánico. Me dijo ‘no puedo más’ y se puso a llorar”.
Waizer relató que Prandi vivía “bloqueada, aturdida, perturbada y amenazada”. “Parecía que tenía una cucaracha en el oído y que le iban dictando qué decir”, expresó. También describió el estado de la casa a la que volvió tras separarse: “La electricidad estaba destruida, la piscina, los baños, la plomería. Todo con humedad, inhabitable. Fue intencional, el deterioro fue a propósito”.
Sobre el impacto emocional, dijo: “Julieta no tenía opciones, ni a quién decirle nada. No tenía un peso, ni para medicamentos de ella ni de sus hijos. Era una mujer que tenía que resolver el minuto a minuto”. También recordó que, en el barrio Septiembre, el exmarido “la golpeaba, le hablaba al oído para amenazarla, la agarraba de los pelos mientras sus nenes jugaban en el otro cuarto”. Y concluyó: “La conozco muchísimo y no la creería jamás capaz de hacer una denuncia de este estilo si fuese mentira”.