El fenómeno de los tsunamis desafía la percepción común sobre los riesgos naturales: su capacidad de devastación no se limita a las zonas próximas al epicentro de un terremoto, sino que puede extenderse a miles de kilómetros, cruzando océanos casi sin perder energía.
Así lo advierte el meteorólogo Max Henríquez, quien subraya que la onda generada por un sismo puede llegar al otro extremo del océano “casi imperturbable, sin perder mucha de la energía que recibió inicialmente”.
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Esta característica explica por qué, tras el reciente terremoto de magnitud 8.8 en Rusia, regiones tan distantes como Chocó y Nariño en Colombia permanecen bajo alerta de evacuación.
La alerta de tsunami en el Pacífico colombiano se activó después de que un potente sismo sacudiera la península de Kamchatka, en una de las zonas más activas del Anillo de Fuego del Pacífico.
De acuerdo con El País de España, la generación de un tsunami requiere la coincidencia de varios factores: un terremoto de gran magnitud, con epicentro en el fondo marino o cerca de la costa, y un mecanismo de ruptura que provoque un desplazamiento vertical súbito del lecho oceánico.
Este empuje vertical es el responsable de que la columna de agua sobre el epicentro se desplace de forma abrupta, originando la ola inicial del tsunami. No todos los terremotos marinos desencadenan tsunamis, ni todos los tsunamis tienen su origen en un seísmo.
La Secretaría de Marina de México (Semar), citada por el Sol de Zamora, distingue entre tsunamis generados por terremotos y aquellos provocados por otros fenómenos, como deslizamientos o erupciones volcánicas submarinas.
De hecho, el 90 % de los tsunamis se produce por terremotos en el subsuelo marino, mientras que el 10 % restante obedece a causas como deslizamientos o erupciones, que también pueden desplazar grandes masas de agua a velocidades de hasta 800 km/h.
La clasificación de los tsunamis según su alcance resulta fundamental para la gestión del riesgo. Los tsunamis locales afectan áreas costeras próximas al epicentro, en un radio de hasta 100 km.
Los tsunamis regionales pueden causar destrucción a distancias de hasta 1.000 km en un intervalo de dos a tres horas desde su origen.
Por último, los tsunamis lejanos o transoceánicos, como el que motivó la alerta en Colombia, pueden recorrer más de 5.000 km y tardar entre ocho y doce horas en alcanzar costas distantes, manteniendo su capacidad destructiva si el sismo inicial supera la magnitud 9.
La detección temprana y la respuesta rápida son esenciales para salvar vidas. Los sistemas de alerta, como el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, utilizan la diferencia de velocidad entre las ondas sísmicas y las ondas del tsunami para anticipar la llegada de las olas.
Las ondas sísmicas viajan mucho más rápido, lo que permite a los expertos predecir el comportamiento y la dirección del tsunami con suficiente antelación. En el caso del reciente sismo en Rusia, el centro pronosticó olas de hasta tres metros en las costas rusas, de Ecuador y de las islas de Hawái.
En la isla de Hilo, las primeras olas superaron el metro de altura tras recorrer más de 5.000 km desde el epicentro.E l reconocimiento de las señales previas a la llegada de un tsunami puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Max Henríquez explica que “el mar avisa cuando se retira de la costa algunas decenas o centenares de metros, llegando la primera ola unos 5 a 10 minutos luego de que el mar se aleja”.
Ante este fenómeno, el meteorólogo insiste en la necesidad de “actuar y evacuar rápidamente a zonas altas y seguras para salvar vidas”. Además, advierte que los tsunamis más peligrosos y destructivos son aquellos generados por sismos de más de 7° y profundidades menores a 30 km.
La experiencia acumulada en países como Japón, Estados Unidos y Chile ha permitido el desarrollo de protocolos de reacción rápida ante tsunamis, lo que resulta crucial en regiones expuestas a la actividad sísmica del Anillo de Fuego del Pacífico.