Lo que hace apenas un año era una curiosidad tecnológica se ha convertido en una práctica cotidiana en la Formación Profesional (FP) en España y América Latina. Profesores y estudiantes utilizan la inteligencia artificial (IA), pero con fines distintos y percepciones opuestas.
Mientras los docentes justifican su uso como una forma de optimizar el tiempo o actualizar materiales, muchos estudiantes recurren a la IA como atajo para superar las tareas académicas, como deberes o exámenes.
Y en medio de toda esta tensión por el uso de estas aplicaciones surge una pregunta crucial: ¿Está la FP preparada para convivir con una tecnología que acelera el aprendizaje, pero también lo empobrece?
Un informe elaborado por Núria Vallès y Víctor Bermejo, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), junto con Ayuda en Acción (organización internacional que trabaja por generar oportunidades de futuro para la juventud) ofrece una radiografía detallada.
“La IA en la FP no introduce problemáticas completamente nuevas, sino que intensifica desafíos ya presentes en el sistema educativo”, señala el estudio. O dicho de otro modo, la inteligencia artificial no viene sola, sino acompañada por las desigualdades que ya existían.
La IA entra en las aulas sin manual de instrucciones
Los datos muestran que el 25,6% del profesorado utiliza la IA con frecuencia, un 38,1% la ha probado alguna vez y un 36,4% nunca la ha usado. No obstante, entre el alumnado de Grado Superior, la adopción es mucho mayor. “El 43% la utiliza habitualmente y el 77% la emplea para preparar trabajos”, recoge el informe.
Dentro de estos usos, encontramos una paradoja: el profesorado acepta la IA como apoyo para elaborar contenidos (57%) y generar exámenes (42,6%), pero rechaza su uso cuando los alumnos persiguen fines similares.
En una entrevista concedida a Infobae España, Marta Carretero, responsable de estudios de Ayuda en Acción, explica que “el profesorado utiliza la IA para preparar exámenes y actividades de clase por falta de tiempo, pero cuando los estudiantes la usan para lo mismo, aparece la resistencia”.
Además, el informe detecta que la IA se utiliza mayoritariamente como herramienta instrumental, y no como recurso para desarrollar pensamiento crítico. “La mayoría lo hace como una herramienta práctica, no como un elemento de reflexión”, advierte Carretero.
Esta tendencia conduce hacia un aprendizaje más rápido, pero muy superficial, y algunos docentes temen que la automatización erosione su rol y su criterio. Según el estudio, “se observa una tendencia hacia la cesión de criterio experto de los profesores en la toma de decisiones pedagógicas al automatizar la elaboración de materiales y actividades mediante la IA”.
Orientación y humanización: la línea roja que la IA no puede cruzar
A pesar de las ventajas en eficiencia, la IA no puede reemplazar la orientación y el acompañamiento humano, que “sigue siendo muy determinante para conectar al alumnado con sus estudios”, subraya Carretero a este diario.
Es decir, la tutorización y la orientación profesional, además de “las situaciones de uno mismo” o la experiencia profesional de los profesores, son cosas que la IA es incapaz de entender, por lo tanto, “no es deseable automatizar estos procesos”.
De este modo, el papel del docente sigue siendo esencial para identificar intereses, recomendar itinerarios formativos y acompañar emocionalmente al alumnado. “La IA no puede abarcar todo el conocimiento ni acompañar en todos los sentidos”, expresa Carretero.
No todos juegan la misma partida: la brecha digital se agranda
Otro punto a destacar es que la IA corre el riesgo de profundizar en las desigualdades. Lejos de igualar condiciones, “la IA tiende a reproducir desigualdades preexistentes, amplificando las brechas asociadas al capital cultural, las competencias digitales y el acceso a los recursos”, advierte el informe.
Es decir, “los alumnos cuyas familias tiene estudios superiores usan menos la IA para resolver dudas y recurren más a sus padres. En cambio, quienes no tienen ese apoyo depende mucho más de la IA”, resume Carretero. Esto implica que los hijos que pueden preguntar a los padres desarrollan el pensamiento crítico, mientras que los que no, solo cuentan con el punto de vista de la inteligencia artificial.
Además, aunque el uso de la IA es mayor en centros públicos (35%), las formaciones específicas sobre esta tecnología se imparten más en los concertados, con menos de un 20% de uso habitual, según Carretero. En conclusión, los que más la usan, son los que menos formación reciben sobre ella.
Entre los riesgos y las oportunidades de la IA
A su vez, la IA plantea riesgos en la privacidad, la vigilancia y los sesgos. “La IA se entrena con datos que muchas veces reproducen estereotipos de género, clase social o incluso de origen. Esto puede encasillar al alumnado y reforzar desigualdades en lugar de mitigarlas”, alerta Carretero.
Además, subraya el peligro de la acumulación de datos personales que inconscientemente se dan en los chatbox de las aplicaciones, como ChatGPT. Por ello, el informe enfatiza en la necesidad de generar sistemas robustos de seguridad y transparencia para proteger los datos de los alumnos y prevenir vulneraciones.
A pesar de los riesgos, es evidente que la IA ofrece también grandes oportunidades: permite optimizar tareas docentes, personalizar el aprendizaje y agilizar procesos administrativos.
“Los sistemas de IA pueden adaptar contenidos y recomendaciones a las necesidades individuales del alumnado, y agilizar procesos burocráticos y de gestión en los centros, liberando recursos para tareas pedagógicas”, según el estudio.
Además, “puede adaptar el aprendizaje temático a nuevas formas, como el trabajo en grupo o el desarrollo de competencias prácticas, fundamentales en la FP”, añade Carretero. “Pero el factor humano tiene que ir siempre acompañado de la evaluación de la IA. No se puede escoger entre una y otra”, reconoce.
La carrera laboral ya no se corre sin la IA
Más allá del debate educativo, la inteligencia artificial es ya una nueva competencia primordial en el currículum para poder tener acceso a empleo. “Ahora la IA se tiene que mirar como una destreza más”, aclara Carretero.
“Dentro de unos años, la utilización de la IA va a ser lo que determine estar en un tipo de trabajo o en otro”, insiste. Sin embargo, el problema es que no todos inician la carrera en la misma línea de salida. No garantizar acceso equitativo a estas competencias podría dejar a una parte del alumnado fuera de las nuevas oportunidades profesionales.
“La IA ha llegado para quedarse”
El informe concluye que “la irrupción de la IA requiere precaución, evidencias y participación de la ciudadanía: el principio de acción mesurada”.
La IA tiene el potencial de personalizar el aprendizaje y optimizar la gestión educativa, pero también puede intensificar desafíos como la brecha digital y la desigualdad social. La clave está en integrar la IA de manera crítica, responsable y siempre acompañada del factor humano.
“La IA ha llegado para quedarse, pero la educación no debe servirse de ella; la IA puede servir a la educación, pero nunca al revés. El factor humano sigue siendo determinante”, concluye Carretero.